viernes, 25 de octubre de 2013

Espiritualidad. Reflexiones para la vida cotidiana


Espiritualidad

 

            En nuestra vida ordinaria, estamos sumergidos en ruidos de artificio que no nos permiten oírnos a nosotros mismos. En artefactos que nos estimulan de forma poderosa con mensajes de lo más frívolos, engañosos, burdos, sin contenido. Estamos en un momento histórico de crisis económica, pero fundamentalmente de valores. La cultura, el arte, la literatura, están en decadencia. La mayoría de los programas de las televisiones son patéticos. Se crean las condiciones que nos impiden crecer como personas.

Es una vorágine que nos arrastra sin ser conscientes muchas veces a donde vamos. O que nos sume en el hastío y el aburrimiento.

Considero que es fundamental la reflexión, el silencio, el tiempo para mirarnos hacia dentro. En ese mundo interior se puede encontrar consuelo, paz, y cierta felicidad.

No estoy hablando de religión que lleva implícitas creencias que pertenecen a otro ámbito. Estoy hablando de espiritualidad, de cultivar ese mundo interior que todos tenemos y que casi nos pasa desapercibido.

Las condiciones son: dedicarle tiempo, silencio, soledad en un marco adecuado.

Acabo de llegar de estar dos días en el monasterio cisterciense Santa María de Huerta. He estado otras veces en La Oliva. Estoy lejos de las creencias de esos monjes, pero tengo curiosidad por la forma de cultivar su espiritualidad.

Las condiciones que se crean en el monasterio son adecuadas. El marco es impresionante, con sus iglesias y claustros majestuosos; el silencio, el oírles cantar sus rezos… crea un ambiente adecuado para alimentar la espiritualidad. Yo tengo muchas preguntas que hacerles, pero apenas se puede hablar con ellos. Para permitirte pasar unos días, no te exigen nada, solo que no vayas de turismo, que tu objetivo sea tu espiritualidad, independientemente de la religión que seas o aunque no seas creyente. Considero que se podría lograr lo mismo, en un monasterio budista

 En nuestro mundo interior está nuestro equilibrio, y en él la paz y la dosis de felicidad que podamos conseguir. Tampoco es un panacea que te resuelva todo, pero ayuda.
Ángel Cornago Sánchez

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