jueves, 7 de noviembre de 2013

EDUCACIÓN


 

Educación

 

Me tocó vivir las niñez, adolescencia y juventud, en tiempos de la dictadura. En la niñez, no éramos conscientes de la situación social que estábamos viviendo, aunque sí sufrimos alguna de sus consecuencias, como fue la forma autoritaria, que en general se utilizaba en algunas escuelas, y el aleccionamiento positivo hacia los principios de la dictadura.

La adolescencia ya tuvo otros matices más positivos. Tuve la suerte de hacer el bachiller en el colegio de jesuitas de Tudela. Y digo suerte, por que la formación en conocimientos fue excelente, lo cual es importante. Que nos inculcaran el valor del esfuerzo, y pusieran a nuestra disposición una excelente formación intelectual, es el mayor bien que nos pueden hacer a esa edad. La ignorancia supone falta de criterio. La formación política era prácticamente inexistente a pesar de que, como obligatoria por exigencia del ministerio, había una asignatura llamada “Formación del espíritu nacional”, que la aprobábamos todos y que nada nos exigía. Además de conocimientos, nos inculcaron valores. Lo que nos marcó negativamente en aquel colegio, fue la educación religiosa centrada en sexto mandamiento. Cuando nuestras hormonas estaban emergiendo, era un agobio estar siempre en "pecado mortal" por simples pensamientos, o por lo que llamaban el "vicio solitario". Nos hizo vivir la sexualidad de forma poco sana, y eso seguro que algún desaguisado ha dejado en nuestra maduración sexual.

De los jesuitas era también el Colegio Mayor donde viví en Zaragoza cuando hice la carrera. Estoy especialmente agradecido por haber pasado por aquel colegio, que en plena dictadura, era un oasis de libertad, de libre-pensamiento; incluso se organizaban de forma clandestina conferencias impartidas por personas que abogaban sin tapujos por el cambio a una sociedad de libertad y valores. La educación religiosa era sutil y no teníamos obligaciones a este respecto. Incluso se podía salir y pasar la noche fuera sin mayores problemas. Compañeras de estudios a veces subían a las habitaciones teóricamente a estudiar. Fue una isla de libertad. Exigían buen rendimiento académico.

Hace unos años hice el master de Bioética en la Universidad de Comillas en Madrid, asimismo regentada por los jesuitas. Como pueden suponer, en el master se tratan temas muy controvertidos a nivel ético, con implicaciones en creencias religiosas, como puede ser el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido, etc. Les puedo asegurar que los argumentos utilizados en la formación siempre fueron libres, por parte de alumnos y profesores, con fundamentos filosóficos, no mezclando estos con las creencias ni dando ningún dilema por resuelto.

Con todo esto quiero recalcar que es muy importante la formación intelectual de calidad, la formación en valores no contaminada por creencias religiosas. Las creencias tienen otro ámbito que no se debe mezclar ni con los conocimiento ni con los valores. Las creencias religiosas juegan su papel en la vida individual e íntima de cada cual, que todos debemos respetar y que, en general si no son fundamentalistas, ayudan a muchas personas a sobrellevar las miserias y dificultades de la vida cotidiana.

Estoy seguro que no todos tendrán la misma experiencia positiva que yo con los jesuitas. Mi objetivo no es recalcar su excelencia. Me interesa enfatizar la importancia de la formación intelectual, en valores, el librepensamiento; el no condicionamiento por las creencias religiosas, y también, el respeto por ellas en el ámbito individual.
Ángel Cornago Sánchez

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