lunes, 30 de diciembre de 2013

La cachera


La cachera.

 
A veces, estoy sentado leyendo, pensando o viendo la televisión, y de forma distraída me toco la frente, las sienes, o el cuero cabelludo en un gesto maquinal como queriendo aumentar mi capacidad de concentración o de reflexión. En la parte izquierda de mi frente, justo debajo del cabello, tengo una cicatriz de unos dos centímetros, un tanto anfractuosa, que cuando topo con ella me traslada a mi infancia. La herida me la produjo una piedra en una de aquellas luchas en las que, tal vez guiados por instintos ancestrales, librábamos las cuadrillas de niños de los distintos barrios de Tudela.

En aquellos barrios pululábamos gran cantidad de chavales que formábamos cuadrillas en las que la belicosidad, el juego a guerras, las luchas, eran  con frecuencia objeto de nuestros pasatiempos.

Los grupos, o las “bandas”, nos titulábamos por el nombre de los barrios a los que pertenecíamos; así, estaban los de la Virgen de la Cabeza, los del Puente del Ebro, los del Paseo de Invierno, los del Puente Mancho, los del Cofrete, etc. Yo pertenecía a los de la Plaza de San Jaime. Estas bandas tenían su prestigio: los de la Virgen de la Cabeza y los del puente del Ebro eran más belicosos y agresivos que los demás, y cualquier disputa con ellos estaba condenada al fracaso, incluso simplemente nombrar que dichas cuadrillas iban a participar en una reyerta era suficiente para que los demás no nos presentáramos. Había otras cuadrillas a las que los demás les teníamos ganas, como eran los del Paseo de Invierno; en ella estaban integrados casi todos niños de casa bien de Tudela, y en general eran niños bien vestidos, bien alimentados, a los que los demás, supongo, mirábamos con cierta envidia. Los de mi barrio no tengo idea de que fuéramos especialmente violentos, pero de vez en cuando nos retaban y había que salir a defender nuestro honor. Las luchas solían ser en “los cabezos”, en la zona de “El Cristo”, y nuestras diferencias las dirimíamos con las armas más primitivas: “a pedradas”; generalmente acababan cuando la superioridad de uno de los grupos era manifiesta y los otros se retiraban perseguidos por los vencedores, o cuando alguien por algún golpe empezaba a sangrar e incluso a llorar; esto último estaba mal visto, y a pesar de recibir la pedrada correspondiente se le trataba de “nena”. Como ven, desde muy niños mi generación teníamos claro que había que ser muy machos, al menos de fachada y actitudes. Cuando sucedía uno de estos percances con lesiones más o menos aparatosas, la cuadrilla contraria se batía en retirada, asustados por las consecuencias que aquello pudiera traer.

 En una de estas reyertas una piedra me abrió la frente que el practicante de mi barrio cerró poniéndome varias grapas de aquellas metálicas; ese es el origen de la cicatriz que acaricio con mis dedos cuando hurgo entre mis canas, buscando intensificar la reflexión sobre algún asunto y que, momentáneamente, me saca de este mundo y me traslada a la niñez y primera juventud.

 Ángel Cornago. De mi libro "Arraigos melindres y acedías"
bandas

viernes, 27 de diciembre de 2013

Ritos y símbolos


Ritos y símbolos.

 Formo parte de una generación que crecimos en un ambiente social y en unas enseñanzas dominadas por los ritos y los símbolos. Las celebraciones religiosas con su boato en las grandes fiestas y procesiones, sus ceremoniales, sus ricas vestimentas. Las manifestaciones políticas con un marcado signo plebiscitario, y conceptos como patria, bandera, caudillo, raza, tenían gran poder de convocatoria, alrededor de los cuales, existía un halo de fervor enardecido e irracional que, aparentemente, aglutinaba a las masas; probablemente era más aparente que real, y en ocasiones aberrante. El paradigma de este tipo de comportamientos es el que originó la filosofía y principios nazis; recuerden toda la parafernalia de signos y símbolos que utilizaban. Hoy existen muchos ejemplos similares en el mundo, que son capaces de manipular a la mayoría e incluso bajo sus lemas y banderas justificar la violencia y el asesinato.

Nuestra generación tuvimos claro que aquello era ficticio, que detrás de aquellos conceptos, de aquellas actitudes, de aquellas ceremonias, había fundamentalmente un intento de manipular y de dirigir a la mayoría. Identificamos los símbolos y los ritos con la mentira y con la opresión. Sentimos que aquello había que cambiarlo y sustituirlo por otras ideas, más sociales, más humanas. Pero los ritos y los símbolos quedaron devaluados como reflejo condicionado a la situación que nos tocó vivir.

Pero, no cabe duda que cumplen un papel importante. Para cerciorarnos solo tenemos que leer la historia y observar los países del mundo. Este proceso es irracional y emotivo, pero necesario. Una bandera es un trozo de trapo, pero simboliza lo que por consenso hemos decidido otorgarle. Es un mecanismo de unión de los grupos sociales, desde los equipos de futbol, asociaciones y, sobre todo, países y naciones, desde los grupos sociales más primitivos hasta los más poderosos, desde las religiones a los poderes económicos y políticos. Todos tienen su emblema y bandera.

Los símbolos y los ritos son necesarios, no basta con una ideología justa, ni con una información de los contenidos reflexiva para que cada cual los asimile. La pedagogía de este primer proceso es racional y necesaria, basada en la información y en la reflexión. Pero como seres sociales que somos necesitamos unirnos para defender objetivos comunes, sobre todo nuestra supervivencia como grupo social, como nación y debemos hacerlos bajo un emblema, una bandera que todos respetemos. En nuestro país este concepto también está en crisis. Uno más entre tantos aspectos, junto con la corrupción generalizada.

Los partidos políticos tienen, entre otras, dicha responsabilidad: unificarnos alrededor de símbolos que sean comunes a todos y que a todos nos representen. Es fundamental la bandera y la idea de patria. Hay que reforzar nuestro grupo social. Ambos no se deben identificar con la dictadura. Deben dejar de utilizarlos como arma arrojadiza. Si es preciso, que negocien y pacten para crear los símbolos que representen a todos, sustentados por los ritos correspondientes, en defensa del grupo social al que pertenecemos. La razón unida a la emoción refuerza la cohesión. Es un poderoso mecanismo psicológico utilizado desde siempre, aunque  no debe basarse solo en la emoción.

Es uno de tantos aspectos que necesita corregir este país. También otros.
El artículo no tiene relación con el tema de Cataluña y el País Vasco

 Ángel Cornago Sánchez

domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento navideño


Agapito.

 Agapito era un hombre entrado en años, aunque de edad indefinida. De pequeña estatura, porte abarquillado, grandes y huesudas manos, y pies enormes. De penetrantes ojos negros, cuando fijaba su mirada por debajo de sus pobladas y enmarañadas cejas, de niño, me sobrecogía. Su rostro era cetrino y arrugado, de nariz grande y aguileña, cubierto por una poblada barba de pelo entrecano que le llagaba casi hasta la cintura. La cabeza siempre cubierta por una boina mugrienta, debajo de la cual, sobresalían unas greñas que se extendían por el cuello y se confundían con la barba. Su atuendo era original y chapucero: una roída gabardina que se adivinaba había sido en sus tiempos vestimenta militar por los botones dorados que todavía le quedaban, y por unos galones, al parecer de sargento, que persistían en sus hombreras; estaba adornada con brillos y lustres, y salpicada de manchas de muy diversos colores y procedencia. Los pantalones hechos de uno y mil pedazos, se embutían en piales calzados en albarcas grandes y desproporcionadas. De su hombro colgaba la alforja de la que sobresalía, al parecer para tenerla a mano, una bota de vino de inusitado tamaño. Todo él despedía un olor especial: soso, con efluvios a humo y a estiércol.
Llegaba al pueblo periódicamente. Su itinerario eran los pueblos de la falda del Moncayo por los que se desplazaba, siempre, siguiendo el mismo itinerario; en cada uno pasaba seis o siete días viviendo de la caridad de los vecinos, que compartían con él lo poco que les sobraba. Nadie sabía de donde procedía, pero llevaba por aquellos lugares más de veinte años. De muy niños, nuestros padres y abuelos nos amenazaban con que nos iba a llevar “el Agapito” si nos portábamos mal. Ya de más edad nos dimos cuenta que era inofensivo y, más tarde, por su mirada apacible, de que era un buen hombre; nunca nadie tuvo quejas de él. Incluso en sus borracheras era comedido, solo se adivinaban por el tiempo que pasaba dormido en su cubil; lo hacía sobre un lecho de paja en la “casa de los pobres”, local del Ayuntamiento que únicamente constaba de una estancia con un pequeño hogar árabe en el suelo.
Aquel invierno fue especialmente duro. Era Noche Buena y la nieve había caído con insistencia durante todo el día. Agapito había llegado al atardecer, como siempre, por el camino de Queiles siendo fiel a su ruta. Venía jadeante, mojado, a paso lento apoyado en su gayata, con su gran nariz y los bordes de sus orejas amoratadas por el frío. Varios vecinos le llevaron leña para que hiciera fuego, se secara y se calentara, y comida para que, al menos aquella noche, tuviera una buena cena.
Todos celebramos la “noche buena”, como siempre, en familia.
A la mañana siguiente le encontraron muerto junto a los rescoldos de la lumbre. Le habíamos dado lo que nos pareció necesario. No pudimos cambiar su soledad, aunque, probablemente tampoco le importó.
Se enterró en nuestro cementerio, ya que nadie reclamó su cadáver, acompañado por casi todos los vecinos, al fin y al cabo, representaba uno de los roles que en todas comunidades son habituales: el tonto, el borracho,  la casquivana…, el desgraciado. Es el papel que en su vida le tocó representar a Agapito, aunque…, cuando recuerdo la expresión de paz en su mirada, dudo que fuera tan desgraciado como nos parecía.

Feliz Navidad y mis mejores deseos para 2014.
 Que este país regenere sus institucones y,
 entre todos, busquemos la justicia .                                               

Ángel Cornago Sánchez                                             

                                  

jueves, 19 de diciembre de 2013

Libro en ebook




Publicación en ebook

Buenos días. Desde hoy esta disponible en Amazón, en formato ebook, mi libro "Para comprender al enfermo" del que en su momento se vendieron dos ediciones en dos años. Es un libro de divulgación.
Os adjunto el índice por si os puede interesar.
 

 


INDICE:
Prólogo:                                                                                                       

1. Vulnerabilidad del ser humano.  2. La salud: Formas de enfermar. Salud y proyecto de vida. 3. La enfermedad.  Lo subjetivo en la enfermedad. Causas de enfermedad. Enfermedades psicosomáticas. 4. El enfermo. Primeras sensaciones ante la enfermedad. Circunstancias de la enfermedad. 5. Dolor y sufrimiento. Características del dolor físico. Características del padecimiento psicológico. El sufrimiento. Repercusiones físicas del sufrimiento. 6. Bioética y enfermedad. Consentimiento informado. Principios. Objetivos en el paciente terminal. 7. La organización sanitaria.  8. El encuentro sanitarios-paciente. La relación clínica. 9. El tratamiento. Relación del paciente con el medicamento.   Métodos diagnósticos y tratamientos. Efecto placebo y efecto nocevo. Abuso de medicaciones. Influencia en la respuesta de la relación clínica. Medicina basada en la evidencia. 10. Medicinas alternativas. 11. La familia. Reacción de la familia ante la enfermedad. Práctica clínica y familia. La familia como cuidadora.  12. Salud y trabajo. 13. La enfermedad crónica.  Criterios de cronicidad. Repercusiones de la cronicidad. Vivencias del paciente crónico. 14 La enfermedad terminal.15 La vejez. 16 La muerte.     
 
 
                                                                                               

 

 

amazon

lunes, 16 de diciembre de 2013

Juegos amorosos en los sesenta


“El Prado”



           En la Tudela de los años sesenta del siglo pasado, los jóvenes, la mayoría no disponíamos de coches, y el lugar habitual donde realizábamos los juegos amorosos las parejas era en “el Prao”. El Prado no tiene nada que ver con el concepto de prado como lugar tapizado de hierba que asociamos a los prados del norte. En este caso, el nuestro, es el paseo situado en la ribera derecha del Ebro y que hoy conserva el mismo nombre de entonces, aunque no el mismo aspecto. El quiosco era el mismo, así como los árboles de todo el paseo, excepto unos que había junto al quiosco que se talaron.

Cuando oscurecía, existía cierta iluminación hasta el quiosco, a partir de este había dos o tres bombillas mortecinas que iluminaban a trechos hasta la calleja de Ochoa, hoy Gladis, y que la mayoría de las veces estaban rotas por los habituales de la zona en busca de mayor intimidad; a partir de dicha calleja reinaba la oscuridad más absoluta.

Este paseo era el lugar habitual donde las parejas iban a gozar de sus escarceos amorosos; en verano la afluencia era masiva, había noches, sobre todo los sábados, en que era imposible encontrar un banco libre e incluso había problema para encontrar un árbol  libre en cuyo tronco apoyarse, o un sitio en el atoque que recorría el lado izquierdo del paseo hasta la susodicha calleja, guardando cierta distancia para preservar la intimidad; había días en que, al parecer, estábamos todos allí. La mayoría pienso que eran juegos amorosos inocentes como los que se llevaban en aquella época, aunque probablemente muchos embarazos no buscados se gestaron, y nunca tan bien dicho, en dicho paseo.    
Creo que el grado de evolución de los intercambios amorosos estaba en relación con las distintas zonas del paseo: en un primer momento el quiosco era una zona fronteriza y se buscaba el acomodo en los bancos o en el atoque de la zona iluminada; conforme se iba intimando y en sucesivas salidas ya se buscaban zonas más en penumbra, y después ya oscuras del todo; el pasar de la calleja de Ochoa ya era una zona tremendamente comprometida y lugar para los ya iniciados; el ir a la “peñica” equivalía a llegar, al menos teóricamente, a los niveles más avanzados en las relaciones; cuando un chico decía que había llevado a una chica a la “peñica” - final del paseo- equivalía tanto como llevarla al pajar, aunque yo creo que no era para tanto. Nosotros fuimos una generación de presumir mucho y hacer poco; la generación de nuestros padres que fue la del pajar, seguramente fueron mucho más discretos y efectivos.

El “Prao” no sólo se utilizaba en verano, también en todo tiempo, incluso en invierno; entonces, como he dicho, la mayoría no disponíamos de coche y había que capear el temporal como se podía. Todavía recuerdo divertido, como en pleno invierno, algunas parejas se metían en la oscuridad del paseo a paso ligero como quien va a una urgencia o a un deber que corre prisa y con el que hay que cumplir a pesar de la inclemencias del tiempo; luego se les veía salir con la misma prisa porque iban a dar las diez y la chica tenía que estar en casa para esa hora. ¡Eran cosas de la naturaleza!

“El Prao” era un lugar aceptado para tales menesteres, y nadie se extrañaba de que parejas de novios ya consolidadas frecuentasen el paseo; el que lo hiciesen parejas primerizas, sobre todo si iban “agarrados”, era señal de relación con visos de estabilidad, y si no llegaba a ser así la honra de la chica podía quedar dañada. Había parejas sin compromiso que iban charlando con aparente indiferencia, incluso comiendo pipas, como si fuesen paseando por los lugares más céntricos y que hubiesen llegado allí despistados; en cuanto se introducían en la zona oscura, las pipas dejaban de ser el motivo de atención para centrarse en otros goces más agradables y perentorios hasta entonces disimulado con la sal de las pipas, aunque, según dicen, había alguna chica que seguía comiéndolas mientras realizaba los juegos amorosos. (Nicolás Fernández de Moratín relata en uno de sus libros, que había una chica en Madrid que solía comer cerezas y escupía los huesos intentando llegar al techo, mientras estaba en tales menesteres). Cuando volvían a salir de la zona, sacaban de nuevo la bolsa de pipas del bolsillo y, como si tal cosa, se reintegraban a la zona habitual de paseos inocentes. A veces, algún destrozo en el cardado del pelo, el rimel corrido, algún rastro de pintalabios, o algún botón desabrochado o mal abrochado, hacían sospechar que algo más que comer pipas habían estado haciendo.

A pesar de todo, aquella fue una época de una muy fuerte represión sexual que nos impidió acercarnos al sexo contrario con naturalidad, y eso dio origen a no pocas alteraciones en el comportamiento y, en todo caso, a vivir estas sensaciones con culpabilidad.

Ángel Cornago Sánchez. De mi libro: "Arraigos, melindres y acedías"

 

martes, 10 de diciembre de 2013

Librepensamiento. Esclavitud intelectual


 


En el momento histórico que estamos viviendo, tal vez más que nunca, es preciso que influyamos en el entorno social que nos toca vivir, cada uno en su ámbito, pero desde una actitud de honradez y limpieza intelectual a la hora de enjuiciar las situaciones y expresar las opiniones. No podemos ser esclavos de ideas preconcebidas ni de consignas emanadas por asociaciones, religiones, o partidos políticos, aunque a la postre podamos coincidir con ellas después de reflexionar y valorar posturas

Hoy, el espectáculo bochornoso que habitualmente contemplamos, es la lucha entre partidos, utilizando como armas arrojadizas las propuestas del contrario, aunque puedan ser razonables, incluso adecuadas para la mayoría. Han pervertido sus fines. No es el bien de los ciudadanos origen de su investidura lo que persiguen, sino, unos conservar el poder, y los otros arrebatárselo. En definitiva, el poder por el poder. En esta lucha vale todo. Ni se sonrojan con sus zafios razonamientos. No valoran nuestra capacidad intelectual; piensan que nos engañan con sus actitudes y burdos argumentos. Están jugando con fuego.

 Mientras, los ciudadanos asistimos impasibles a ese perverso olvido por parte de las clases políticas que nos dominan. Pienso que el sistema está gastado. La “derecha”, “la izquierda”, tal como las utilizan los protagonistas, no sirven, aunque probablemente los que no sirven son dichos protagonistas. Sería preciso que la mayoría de esos dirigentes desaparecieran de la escena y fueran sustituidos por otros nuevos, honrados y con la idea clara de que su objetivo somos los ciudadanos, no conservar el poder.

Nosotros también somos responsables. Los dogmatismos del signo que sea nos esclavizan. De hecho, un tanto por ciento nada despreciable de los votos emitidos en las elecciones, son de personas que siempre votan al mismo partido, por ideas preconcebidas, aunque hayan hecho las mayores tropelías. Gracias a que hay otro tanto por ciento que es capaz de otorgar su voto dependiendo del juicio sobre sus actuaciones, los países progresan, por que, la alternancia es progreso.

El librepensamiento es la base de la vida intelectual. Es preciso no estar sujetos a  dogmatismos en cualquier ámbito. El discurso de los partidos de derechas y de izquierdas huele a naftalina, por caduco, por sesgado, por poco riguroso, por poco respetuoso con la inteligencia de los ciudadanos. Debemos ser capaces del análisis despojado de ideas preconcebidas, lo contrario es una rémora para el progreso y para llegar a posiciones más avanzadas. El juicio es un ejercicio intelectual que debe ser libre de dogmas políticos y religiosos. La religión es respetable, incluso adecuada en el ámbito privado, pero no como doctrina en el análisis del quehacer político. La militancia, la simpatía por un partido, también lo es, pero sin sometimiento a sus consignas y a sus líderes si no lo hacen bien, antes al contrario, los simpatizantes y militantes, tienen más responsabilidad que los demás para intentar reconducir la deriva.

"Sólo los peces muertos nadan con la corriente." [Malcolm Muggeridge]

Yo añado: “corrientes”, cada uno tendemos a dejarnos llevar por las nuestras. “Ojo”

            Ángel Cornago Sánchez

           

domingo, 8 de diciembre de 2013

Alcohol. Consumo responsable


 
Alcohol. Consumo responsable
 
En los dos artículos anteriores, he hecho referencia al alcoholismo como enfermedad de dependencia, y a sus consecuencias sobre la salud en los distintos órganos y sistemas. Ambos, aparecen consumiendo cierta cantidad de gramos al día con asiduidad, y durante tiempo prolongado. Me voy a referir ahora al consumo responsable, entendiendo por tal, el que no nos va a producir efectos negativos, y nos va a permitir gozar de los efectos positivos que puede tener.
La cantidad para etiquetar este consumo como tal, debe ser  aproximadamente por debajo de los cuarenta grs. de alcohol al día (en la mujer la mitad), pero hay personas susceptibles que con esta cantidad pueden presentar síntomas de irritabilidad, incluso agresividad y embriaguez. En estos casos, las cantidades deben ser menores, e incluso deben abstenerse, pues son especialmente sensibles.
Una advertencia muy importante es que, para los que ya son alcohólicos aunque hayan dejado de beber, dichos criterios no sirven. En estos casos la abstinencia debe ser total y para siempre, pues la dependencia es muy fuerte y el alcohol se comporta como una potente droga que no permite pequeñas dosis.
Otro aspecto importante que atañe a todos, es que aun con consumo responsable, no se debe conducir, ni manejar máquinas, ni realizar trabajos de riesgo. No se debe beber en el embarazo, ni se debe dar a los niños aunque sean en pequeñas cantidades. Tampoco se debe beber en el trabajo. Ojo a la interacción del alcohol con medicamentos, sobre todo con tranquilizantes y con los que se utilizan en psiquiatría: potencian la acción.
El alcohol a pequeñas dosis, produce cierta euforia, favorece la desinhibición y una actitud positiva para la comunicación, por eso es frecuente tomarlo en momentos lúdicos, de reuniones familiares o de amigos.
Hay estudios que demuestran que una copa de vino tinto al día mejora el funcionamiento del corazón, baja la TA. (más de 40 grs/d. sube la tensión arterial). Parece prevenir el Alzheimer. Son estudios que pueden estar sesgados por intereses de los productores y que hay que seguir corroborando.
Resumiendo, el alcohol consumido de forma moderada y ocasionalmente, nos puede mejorar la actitud en esos momentos especiales que pasamos con amigos o con la familia, siempre que lo consumamos de forma responsable y no tengamos que asumir riesgos de conducción, etc. Consumir diariamente una copa de vino tinto al día, y siempre menos de 40 grs., parece ser beneficioso, aunque se debe seguir confirmando con estudios sucesivos.
(De momento, con esto termino el tema del alcohol.)
Ángel Cornago Sánchez
 

jueves, 5 de diciembre de 2013

Alcohol. Lesiones que puede producir.





Voy a repasar de forma somera los efectos que sobre la saludpuede producir el alcohol sin entrar en detalles, por hacer un escrito que se lea fácil y no sea largo.

Recuerdo los "problemas sociales" que puede producir, que aunque no son de salud pueden ser tan graves o más en algunos casos: problemas familiares, problemas de tráfico, económicos, sexo de riesgo, accidentes laborales, absentismo laboral, legales (un % alto de delitos tienen relación con el alcohol). Suicidios…

Fases progresivas que se pueden producir después de una ingesta de alcohol más o menos importante: Euforia. Excitabilidad. Descoordinación. Sopor. Coma…Muerte. Durante o después de la ingesta aguda es cuando se producen muchos de los problemas sociales que he enumerado, fundamentalmente de tráfico, legales, sexo de riesgo, familiares, etc. También durante las frecuentes ingestas de los bebedores crónicos.

Bebedor crónico.
En general, son precisos a partir de unos 80 grs./d. en el hombre y 40 grs./d. en la mujer, aunque es variable. Es importante el tiempo de ingesta que, asimismo, es variable.
El alcohol afecta a diversos órganos y sistemas, la mayoría de las veces de forma solapada, sin apenas dar síntomas, de tal forma que, con frecuencia, no se reconocen como tales hasta que se hacen patentes.
- Alteraciones Psicológicas: Ansiedad. Depresión. Irritabilidad. Agresividad. Implicado 50% homicidios. Suicidios tasa de 9 a 22 veces más altas. Celotipia (celos infundados).
- Aparato Digestivo: - Esófago: trastornos de la motilidad. Reflujo. - Estómago: gastritis aguda. Gastritis crónica con metaplasia. Cáncer? - Intestino delgado: Diarreas. – Pancreas: Pancreatitis crónica. Pancreatitis aguda. – Hígado: Hígado graso. Hepatitis alcohólica, Cirrosis hepática.
- Sistema Cardiovascular: Disminuye la contractibilidad del corazón. Aumenta la vasodilatación periférica. Aumenta la tensión arterial. “Corazón de fin de semana” (arritmias). Afecta al músculo cardiaco: Miocardiopatia. - Accidentes vasculares cerebrales.
- Sistema nervioso: Anmesia alcohólica. Neuropatía periférica. Síndrome de Wernike: (Oftalmoplegia, Ataxia. Confusión). Sindrome de Korsakof: (Disminución de la memoria. Alucinaciones. Confusión. Confabulación. Cambios de personalidad). Degeneración cerebelosa. Perturbaciones de la memoria. Demencia alcohólica. Alucinaciones alcohólicas. Delirio crónico. Intoxicación patológica.
- Aparato genitourinario: - Dosis moderadas aumento de la apetencia sexual. Disminución de la erección. En dosis más intensas en los varones atrofia testicular. En la mujer a dosis continuadas: Amenorrea. Atrofia ovárica. Esterilidad. Abortos espontáneos. - En el embarazo: malformaciones en el feto.
- Con frecuencia en bebedores habituales, también se producen naúseas matutinas, falta de apetito, que suelen mejorar espectacularmente al dejar de beber. También anemia.
 
Son los problemas más importantes de salud que puede producir el alcohol. Tal vez el mensaje primordial es que las lesiones se van produciendo en muchos casos de forma solapada y lentamente, de tal forma que apenas dan síntomas o no se reconocen como secundarios a su ingesta. Cuando se presentan los síntomas importantes, las lesiones suelen ser graves. Muchas de estas patologías pueden llevar a la muerte.

También es cierto que si se suprime la ingesta a tiempo, muchas lesiones se recuperarán, o al menos frenarán o estabilizarán su evolución. El organismo quedará sensibilizado para siempre (con poca cantidad podrán reactivarse los síntomas y la evolución de la enfermedad). No existe un antídoto para seguir bebiendo y contrarrestar los efectos del alcohol.

Próximamente escribiré sobre el consumo responsable

Ángel Cornago Sánchez.