Agapito.
Llegaba al
pueblo periódicamente. Su itinerario eran los pueblos de la falda del Moncayo
por los que se desplazaba, siempre, siguiendo el mismo itinerario; en cada uno
pasaba seis o siete días viviendo de la caridad de los vecinos, que compartían
con él lo poco que les sobraba. Nadie sabía de donde procedía, pero llevaba por
aquellos lugares más de veinte años. De muy niños, nuestros padres y abuelos
nos amenazaban con que nos iba a llevar “el Agapito” si nos portábamos mal. Ya
de más edad nos dimos cuenta que era inofensivo y, más tarde, por su mirada
apacible, de que era un buen hombre; nunca nadie tuvo quejas de él. Incluso en
sus borracheras era comedido, solo se adivinaban por el tiempo que pasaba
dormido en su cubil; lo hacía sobre un lecho de paja en la “casa de los
pobres”, local del Ayuntamiento que únicamente constaba de una estancia con un
pequeño hogar árabe en el suelo.
Aquel
invierno fue especialmente duro. Era Noche Buena y la nieve había caído con
insistencia durante todo el día. Agapito había llegado al atardecer, como
siempre, por el camino de Queiles siendo fiel a su ruta. Venía jadeante,
mojado, a paso lento apoyado en su gayata, con su gran nariz y los bordes de
sus orejas amoratadas por el frío. Varios vecinos le llevaron leña para que
hiciera fuego, se secara y se calentara, y comida para que, al menos aquella
noche, tuviera una buena cena.
Todos
celebramos la “noche buena”, como siempre, en familia.
A la mañana
siguiente le encontraron muerto junto a los rescoldos de la lumbre. Le habíamos
dado lo que nos pareció necesario. No pudimos cambiar su soledad, aunque,
probablemente tampoco le importó.
Se enterró
en nuestro cementerio, ya que nadie reclamó su cadáver, acompañado por casi
todos los vecinos, al fin y al cabo, representaba uno de los roles que en todas
comunidades son habituales: el tonto, el borracho, la casquivana…, el desgraciado. Es el papel
que en su vida le tocó representar a Agapito, aunque…, cuando recuerdo la expresión
de paz en su mirada, dudo que fuera tan desgraciado como nos parecía.
Feliz
Navidad y mis mejores deseos para 2014.
Que este país regenere sus institucones y,
entre todos, busquemos la justicia .
Que este país regenere sus institucones y,
entre todos, busquemos la justicia .
Ángel
Cornago Sánchez
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