La broma.
Broma es sinónimo de burla, de chanza, y tiene por finalidad
dejar a la persona objeto de la misma en ridículo. Dejarla en ridículo quiere
decir despojarla de ese halo que todos llevamos con el que trasmitimos,
generalmente de forma inconsciente, rasgos de nuestra personalidad, como
seguridad, poder, simpatía, elegancia, sabiduría, etc. y nuestra propia
autoestima.
La broma trata de despojarnos de ese halo, de esas cualidades
reales o no, que como mecanismos de defensa tratan de ocultar nuestra parte
débil para evitar mostrarla a los demás y que sirva de mofa; es como si nos
quitaran la ropa delante de una concurrencia para mostrar nuestras vergüenzas.
Está claro que el que hace una broma, tal como la estamos
definiendo, no trata de aportar nada positivo al sujeto de la misma, sino que
muy al contrario, trata, de alguna manera, de hacerle daño; se trata de un
mecanismo de agresión disimulado bajo un rasgo de humor que, habitualmente, no
consideramos como agresión pero cuya finalidad es producir una sensación
psicológica desagradable.
Cuando se hace una broma existe un trastrueque de la posición
que ocupan en el grupo los sujetos del acto, el que hace la broma y el que la
recibe. El que la hace, si todos le aplauden, se siente protagonista, centro de
atención del grupo, valorado por su capacidad para producir gracia; de alguna
forma se coloca por encima “dominando” a la persona objeto de la broma. Eso
lleva a que haya individuos que, más que perseguir la agresión, lo que
pretenden es tener protagonismo en el grupo y, a falta de otros mecanismos,
utilizan este. Con el que la recibe sucede lo contrario; al ser motivo de mofa
para los demás, se siente humillado. Existe la circunstancia agravante de que
el agredido, en vez de reaccionar y manifestar claramente su desagrado,
habitualmente se controla y se calla porque si no lo hace, corre el riesgo de
que además le traten de inadaptado. Y todo porque la broma es un mecanismo
agresivo disimulado. Ni el propio “agresor”, con frecuencia, es consciente de
su verdadera motivación.
La broma se utiliza mucho en las relaciones interpersonales
como mecanismo de agresión solapado, sin entidad de tal, pero con la misma
finalidad. Es fácil observar en los grupos, que las bromas se producen
generalmente entre personas que compiten por algo o se envidian por algo.
También es fácil distinguir en el grupo al individuo que siempre está haciendo
bromas para de alguna forma adquirir protagonismo.
La cualidad de la broma, lógicamente, está en relación con el
grado de agresión que se pretende conseguir y con la respuesta del agredido. Si
el agredido se siente afectado, el agresor puede no volver a utilizarla, o al
contrario seguir hurgando en la llaga al darse cuenta de que ha hecho daño,
propósito que perseguía.
Por eso, cuando la relación entre las personas de un grupo se
basa fundamentalmente en bromas, podemos decir que la forma de relación entre
ellas es básicamente agresiva.
Por supuesto que existe la broma superficial y cariñosa que
no tiene como objeto la agresión. En este caso la percibimos como tal y no
suele causar problemas. Se caracteriza porque viene de personas que tenemos
claro no pretenden hacernos daño, aunque en esto nos podemos llevar muchas
sorpresas con gente teóricamente muy próxima. Además, no se utilizan nunca temas que se sabe van a
molestar y, por último, duran muy poco, son testimoniales, y al menor atisbo de
que algo ha sido percibido como desagradable, no se vuelve a insistir e incluso
se pide disculpas.
La broma, tan socorrida en las relaciones interpersonales, no
es una forma inocente de comunicación, con frecuencia es un mecanismo agresivo
y, como tal, hay que conceptuarla, o al menos tenerlo en cuenta.
Ángel Cornago Sánchez. De mi libro: "Arraigos, melindres y acedías"
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