Los altos.-
Cuando era niño, asociaba con lógica, la estatura y el poder.
Los niños mayores dominaban a los más pequeños y, si teníamos un hermano, primo
o amigo mayor que nosotros, nos sentíamos protegidos. Esa sensación de
protección era mucho mayor si estábamos bajo la tutela de un adulto.
Se dice que en la niñez se graban las sensaciones y muchas
formas de comportamiento que van a regir durante nuestra vida. Recuerdo de
entonces, que aquellos niños mayores que hacían gala de su poderío físico ante
los que éramos más pequeños, con los que la lucha era desigual, producían en mí
sensación de repulsa; esto no les sucedía a todos, pues algunos eran mucho más
prácticos e intentaban hacerse sus amigos a toda costa, para de alguna forma,
ser partícipes de su poder o al menos no tenerlos en su contra. Estos
comportamientos más o menos, se irán reproduciendo en la edad adulta, donde
pululan en todos los ambientes los oportunistas que se arriman al poder de
turno y están dispuestos a medrar a costa de lo que sea. A muchos se les veía
venir ya desde pequeños.
Era muy niño, tenía diez años, y en el colegio de jesuitas un
chico de cuarto, de los desarrollados, no sé por qué motivo le estaba pegando
una paliza soberana a un compañero de clase amigo mío; estaba sintiendo pavor
por aquella tortura que estábamos presenciando, como yo, otros amigos, y en un
gesto que pensé iba a ser secundado por los demás, pretendí liberar a mi
compañero de aquella situación y me lancé por detrás a colgarme del cuello de
aquel energúmeno. El resultado no pudo ser peor para mí, porque el susodicho,
enfurecido, soltó al otro para defenderse de mi ataque, momento que éste
aprovechó para salir corriendo junto con los que estaban presenciando la pelea.
No recuerdo la paliza que me dio, aunque me lo puedo figurar, pero sí sé me
quedó grabado aquel acto de insolidaridad, casi de traición, que me dolió mucho
más que los golpes, y que sigo recordando cuando viene a cuento.
Ángel Cornago Sánchez. De: "Arraigos, melindres y acedías"
Ángel Cornago Sánchez. De: "Arraigos, melindres y acedías"
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