Características del padecimiento psicológico.
La vivencia
psicológica negativa es otra forma de padecer, aunque no está tan claro el
mecanismo bioquímico por el que se produce. La tristeza, la angustia, la
intranquilidad, la depresión, la irritabilidad..., son manifestaciones de
disconfort y que, como en el dolor físico, son signos de alarma que nos dicen
que algo no va bien en nuestro entramado psicológico. También tiene unas
características determinadas:
El grado de
padecimiento es muy variable. Depende de tres factores fundamentales: de la
estructura psicológica grabada en los genes, de las modulaciones realizadas por
la educación, fundamentalmente en la infancia por la familia, y de las
circunstancias que le toque vivir en el medio en el que se desenvuelva. Estas
variables van a dar lugar, a que personas con las mismas circunstancias
sociales las vivan de muy diversas maneras. La estructura genética, hoy por
hoy, es imposible cambiarla; la debida a la educación, difícil, y en todo caso
a través de procesos lentos. Las circunstancias van a ser las que van a matizar
las vivencias; actuar sobre ellas no siempre es fácil, y sobre algunas
imposible, porque no dependen de la voluntad sino que llegan en el devenir de
la vida. Pero aun así, por todo lo dicho, el grado de padecimiento va a ser
subjetivo.
La manera de
influir de forma positiva sobre los síntomas, en muchos casos, no debe ser
farmacológica, a no ser que los síntomas
sean muy acusados. En ocasiones serán necesarios los medicamentos, pero es
fundamental tratar de actuar sobre la estructura psicológica y las
circunstancias sociales. Esta actuación tiene que ser dirigida por
profesionales, psicólogos y psiquiatras, que tratarán de centrar sus entramados
psicológicos para afrontar los problemas. La ayuda de estos especialistas no
centrada solo en fármacos, es fundamental. Si en todo tratamiento en medicina
es necesaria la empatía, el afecto y la comprensión, en los padecimientos
psicológicos mucho más. Influir sobre las circunstancias sociales, generalmente
no es tan sencillo; por ejemplo si la fuente de estrés es el trabajo, no se
puede cambiar con facilidad, aunque se le pueden aportar herramientas para
hacerle frente. Hay otras circunstancias que con ayuda de los servicios
sociales se pueden mejorar. Se debe intentar aguantar cierto grado de angustia
o de tristeza y aprender a hacerles frente.
El recurrir siempre a fármacos, supone impedir el proceso de
reestructuración que debe partir de los propios recursos psicológicos del
individuo, para desde ahí, ir elaborando el proceso que le lleve a una
situación de enfoque adecuado.
El padecimiento psicológico también
es consustancial a la existencia humana y, yo diría, que está más
presente que el físico. Es fácil pasar largas temporadas sin ninguna dolencia
física y, sin embargo, es difícil pasar unas semanas sin que alguna
preocupación ensombrezca la vida diaria y altere nuestro equilibrio.
Una aclaración sobre el dolor:
En la sensación subjetiva del paciente influirán ambas sensaciones, la física y la psicológica, que se interrelacionarán y se incrementarán o disminuirán una o la otra dependiendo de las circunstancias. Esribe Robert Twycross[i], “el dolor es una experiencia psicosomática, e inevitablemente estará modulado por el estado de ánimo, la moral y la percepción de su significado. La percepción del dolor aumenta si va acompañado por alguna o varias de las siguientes vivencias: malestar, insomnio, fatiga, ansiedad, temor, ira, tristeza, depresión, aburrimiento, aislamiento mental, abandono social”. Por consiguiente, en su tratamiento es preciso una completa valoración de todos los aspectos referidos, ya que tratando estos, mejorará mucho su eficacia. En ocasiones, no es cuestión de cambiar de calmante sino de asociarlo a un tranquilizante, de mejorar el sueño, de establecer una relación más estrecha con el paciente, preocupándonos por sus angustias y sus miedos. Muchas veces, las quejas repetidas son una llamada para que nos aproximemos más a su mundo.
Una aclaración sobre el dolor:
En la sensación subjetiva del paciente influirán ambas sensaciones, la física y la psicológica, que se interrelacionarán y se incrementarán o disminuirán una o la otra dependiendo de las circunstancias. Esribe Robert Twycross[i], “el dolor es una experiencia psicosomática, e inevitablemente estará modulado por el estado de ánimo, la moral y la percepción de su significado. La percepción del dolor aumenta si va acompañado por alguna o varias de las siguientes vivencias: malestar, insomnio, fatiga, ansiedad, temor, ira, tristeza, depresión, aburrimiento, aislamiento mental, abandono social”. Por consiguiente, en su tratamiento es preciso una completa valoración de todos los aspectos referidos, ya que tratando estos, mejorará mucho su eficacia. En ocasiones, no es cuestión de cambiar de calmante sino de asociarlo a un tranquilizante, de mejorar el sueño, de establecer una relación más estrecha con el paciente, preocupándonos por sus angustias y sus miedos. Muchas veces, las quejas repetidas son una llamada para que nos aproximemos más a su mundo.
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