domingo, 26 de octubre de 2014

JUBILACIÓN Y CRISIS DE PAREJA

JUBILACIÓN Y CRISIS DE PAREJA

                Ángel CORNAGO SÁNCHEZ

La jubilación es un momento especial en la vida personal, pero también en la vida de pareja como tal. Por una parte, supone un cambio sustancial del ritmo de vida de cada uno de los miembros que, puede provocar vivencias psicológicas dispares: desde sensación de libertad y de tener tiempo, por fin, para dedicarse a esas aficiones que se han tenido abandonadas durante tantos años; en tal caso produce liberación, y comienzo de una vida que puede ser muy gratificante. O si no se tienen aficiones, proyectos, o formas de darle sentido a la vida, son unos años que se pueden vivir con aburrimiento, hastío, y la creencia de que ya no se sirve para nada. Por supuesto hay vivencias mixtas.
Para las personas que tienen pareja, es una prueba de fuego. Si los dos están jubilados, van a pasar de tener cada uno su “parcela” de vida individual, de trabajo, de compañeros, de tiempo gestionado de forma personal, de diferentes encuadres, relaciones, intereses, preocupaciones, etc., a compartir casi todas las horas del día y de la noche, renunciando a esa vida independiente que cada uno disfrutaba. Si la relación es excelente, no van a surgir problemas especiales. Pero…, relaciones excelentes hay pocas. En muchos casos se van a descompensar las que estaban más o menos en equilibrio inestable, que son muchas, por ese compartir tanto tiempo, y la carencia del que anteriormente utilizaban individualmente.
Vivir en pareja no quiere decir que las aficiones, las opiniones, las ideas, etc., sean comunes; ese aforismo de que “dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición”, es una falacia, habrá algunos casos, y desde luego no es positivo para el proyecto de cada cual. Es fundamental, como durante toda la vida, para ambos miembros, guardar su individualidad, y que esta sea respetada por el otro. En mi opinión, es la mejor de forma de vivir en pareja de forma digna.
La relación de pareja en la jubilación, como he dicho, sufre una prueba de fuego, aunque no suele tener consecuencias mayores, porque la mayoría de hombres y mujeres se resignan, sabiendo que la “suerte está echada”, y que la alternativa a esa edad de vivir solos, o buscar otra pareja es complicada y poco sugerente, por lo que habitualmente se opta por seguir juntos. Hay casos en que en un arranque de coraje y dignidad deciden separarse, con la convicción de que es algo que debían haber hecho hace muchos años, aunque no es frecuente.
En todo momento, en pareja, es importante tener la sensación de que se convive con alguien que te quiere, que se preocupa por ti, que te es leal, fiel, y no me refiero a la fidelidad en el aspecto físico, creo que hay frecuentes infidelidades entre las parejas que no son físicas, no se les da demasiada importancia y que son tan graves, como son la deslealtad en los apoyos psicológicos, o en las carencias, en las confidencias que a veces se utilizan como agresión en momentos de tensión, en intentar hacer daño en los desencuentros sin reparar en medios…, etc. Estos mecanismos perversos de relación no son extraños y se recrudecen en los momentos de crisis.
La vida de pareja siempre es difícil y tiene sus momentos críticos, uno de ellos es el de la jubilación. A esa edad, es lógico que se hayan ya producido los ajustes, y que incluso la necesidad del otro miembro sea más intensa que en épocas anteriores. La pareja vivida de forma madura y gratificante, es la mejor forma de convivencia.
Ángel Cornago Sánchcrisis de parejajumilaciónjubilaciónez

sábado, 18 de octubre de 2014

¿Qué acciones llegamos a ser capaces de realizar?

          Las circunstancias y las potencialidades

 En ocasiones, cuando voy por la calle y me voy cruzando con personas desconocidas, se me ocurre pensar en cómo será la vida de esas personas, cómo será su mundo íntimo, cómo vivirán sus preocupaciones, ansiedades y alegrías, cómo se comportarán en privado, cual será su cara oculta, cuales sus secretos inconfesables. Al verlos así, parece que todos somos similares y que nuestra forma de vivir debe de ser asimismo parecida. Pero no es así.
Aunque el grupo social al que pertenecemos por medio de unos valores establecidos ha creado unas pautas de comportamiento, existen una serie de factores imposibles de controlar que son muy distintos de unas personas a otras: por una parte la estructura psicológica grabada en nuestro código genético que, a su vez, va a ser modificada de forma importante por el ambiente familiar, social y la educación de los primeros años, lo que va a dar lugar a nuestra estructura de adulto mas o menos estable. Sobre esta, van a actuar a su vez las circunstancias de la vida, que para cada persona van a ser distintas, todo lo cual dará lugar a que las vivencias y las formas de actuar sean también distintas al estar manejando diversas variables.
Es similar, en general, la forma de comportarnos como grupo social. Todos más o menos respetamos el ir por las aceras, pasamos por los pasos de peatones, respetamos las reglas de circulación, el horario de trabajo, las llamadas normas de educación, etc. Sin embargo, al vernos así, a todos unificados, casi iguales, tengo que hacer un esfuerzo de imaginación para pensar en lo diferentes que son nuestras sensaciones, nuestras vivencias, nuestros comportamientos en privado, en definitiva nuestras vidas, y qué se encierra detrás de todos esos rostros anónimos que me cruzo cada día. La mayoría son gente que pudiéramos considerar más o menos normal,  con sus fallos puntuales, pero seguro que detrás de esos rostros corrientes y anónimos, me he cruzado con algún ladrón, algún violador, algún pederasta, y, probablemente, con algún asesino.
Cada uno llevamos nuestro mundo interior a cuestas, pero es etéreo, invisible, oculto, sólo enseñamos nuestro lado bueno o neutro como máximo. Todos tenemos nuestros secretos más o menos inconfesables que llevamos peor o mejor asumidos, unas veces superados y en ocasiones vigentes.
Pero, además de violadores, corruptos, ladrones y asesinos confirmados públicamente o no, el resto de las personas que nos cruzamos ¿se puede decir que son  distintos a los anteriores, que son normales, que son incapaces de realizar dichas acciones?
Estoy convencido de que la mayoría no son capaces de hechos inmorales o punibles, pero algunos sí. Las personas que han cometido tales delitos ha sido porque han convergido al menos dos factores: por una parte una estructura psicológica determinada capaz de llevar a cabo tales acciones, y por otra, unas circunstancias que les han permitido llevarla a cabo. Por eso entre todas estas personas que nos cruzamos, teóricamente sin tacha, hay algunas con estructuras psicológicas capaces de acciones detestables. Habrá dictadores, ladrones, corruptos, incluso asesinos; en apariencia, únicamente se diferencian de los anteriores en que no se han dado las circunstancias que favorezcan el que den rienda suelta a sus instintos.
Esto es fácil de ver en la vida diaria y en la reciente historia. Muchas personas que consideramos normales, consiguen alguna cota de poder y se comportan como corruptos o como dictadores. Nos es muy difícil entender cómo hay individuos que en situaciones de crisis social o de guerra, matan a sangre fría incluso a mujeres y a niños, y sin embargo esto sucede y no precisamente de forma aislada, sólo tenemos que volver la vista a nuestro entorno, a la historia, y actualmente a muchos países en el mundo. Existen muchos asesinos en potencia, muchos fanáticos, que sólo necesitan una motivación para justificar sus barbaridades, con la circunstancia agravante además de que en su fuero interno pueden llegar incluso a sentirse héroes. No existe ninguna diferencia entre los asesinos de uno u otro bando que en la guerra civil eran capaces de sacar a personas de sus camas y fusilarlos en las cunetas de las carreteras o en las tapias de los cementerios, simplemente por su ideología, o los asesinos que matan de un tiro en la nuca; todos ellos tenían y tienen la excusa de la lucha por un “pretendido ideal”. Suelen ser fanáticos manejados desde los despachos por otros asesinos más sofisticados. Esta gran diferencia entre las estructuras psicológicas de las diferentes personas se muestran, fundamentalmente, en situaciones límite, en situaciones de crisis social o personal, o cuando la presión de las circunstancias es muy fuerte.
Lo mismo que hay muchos asesinos en potencia, también hay personas que no han podido desarrollar sus aptitudes positivas porque no se han dado las condiciones adecuadas. Se pierden sabios, pensadores, artistas, etc. porque no han tenido las circunstancias propicias para desarrollar sus aptitudes. También detrás de esas caras  anónimas existen muchos hombres y mujeres buenos y honrados, que constituyen la mayoría, y algunos que son capaces de importantes acciones de solidaridad e incluso de acciones heroicas.
Cuándo estamos en una plaza llena de gente desconocida, estamos rodeados de potenciales héroes, potenciales sabios, en general de gente buena, pero también por potenciales asesinos. Nosotros  ¿de qué seríamos capaces dependiendo de las circunstancias?
Ángel Cornago Sánchez, De mi libro "Arraigos, melindres y acedías".

códigos moralesPotencialidades

viernes, 10 de octubre de 2014

Despertar la consciencia.

Despertar  la consciencia.conscienciadespertar

Estaba roto, harto de corregir el gesto, de mostrar en econsciencial rostro sensaciones que no se correspondían con el momento que en realidad estaba viviendo.
Con códigos inconscientes, nos habían educado para ser amables, educados, correctos, cariñosos y…, sumisos con el poderoso; había que dar una imagen de afabilidad, discreción, docilidad, nunca de competencia; al poderoso no le gustan las personas seguras de sí mismas, con criterios propios, las perciben como amenazantes para su status.
Al mismo tiempo nos habían educado para ser agresivos, audaces, seguros, altivos, soberbios..., con el débil. Con el débil había que dar una imagen de seguridad, de suficiencia, de poder, aunque todo ello, eso sí, impregnado en un halo de moralina paternalista. La relación con el débil es muy importante porque nos confirma nuestro propio valer; es la referencia que nos permite reafirmarnos en nuestro estatus de superiores. Si el débil osaba contradecirme, sentía una sensación de rabia contenida y contestaba con una agresividad desproporcionada. !Estaría bueno¡
No había más status. Nos habían educado para tener la sensación de que en los intercambios relacionales, a las personas había que colocarlas por encima o por debajo, sólo había que mantenerlas a nivel el tiempo justo de medirlas.
Era una lucha sin cuartel de actitudes vacías, sumisas o altivas. Mientras, yo, sin mirarme en el espejo, sin dibujar mis contornos, sin matizar mi silueta, desorientado, con el regusto amargo de estar vacío, crispaba y adaptaba el gesto adecuándolo al momento que parecía estaba viviendo.
Un buen día en que el sol brillaba con más fuerza, di un corte de mangas a la “fábrica de códigos”, y con las manos en los bolsillos, despeinado, la figura descompuesta, saltando de forma descoordinada, emitiendo gritos de placer e impregnado de una gozosa sensación de libertad, di la espalda al pasado y, respirando hondo, me fui por la senda que lleva al horizonte blanco y azul.
Y... aquí estoy. Actualmente dudo, río, lloro, pero me miro en el espejo y me percibo, toco mi silueta y sé que soy yo, hablo con la gente y sé que son personas... Muchas veces me siento en el suelo para sentir en las posaderas mi propio peso, mientras con las palmas de mis manos trato de percibir el latido de la tierra.
Y este latido, me dice cada día que sigo vivo, porque me enervo por las injusticias, por la utilización perversa de los poderes, por los razonamiento sectarios, y…, por otras muchas cosas más, a las que espero no acomodarme nunca
Ángel Cornago Sánchez. De mi libro “Arraigos, melindres y acedías”.