SALUD Y
PROYECTO DE VIDA.
El informe
del Hastings Center[i]
define la salud, como “la experiencia de bienestar e integridad del cuerpo y de
la mente, caracterizada por una aceptable ausencia de condiciones patológicas
y, consecuentemente, por la capacidad de la persona para perseguir sus metas
vitales y para funcionar en su contexto social y laboral habitual”. Es una
definición mucho más realista que la de la OMS ya que matiza: “una aceptable ausencia de
condiciones patológicas”, a diferencia de la definición de la OMS que hablaba “de completo
bienestar...”, lo cual es una utopía.
El concepto de salud aún tiene un matiz que me
parece muy importante para definirla. Salud no es sólo encontrarse bien
físicamente, estar sereno psicológicamente, no tener problemas espirituales ni
sociales, ni incluso tener una capacidad aceptable para perseguir las metas
vitales. Salud es vivir movido por “un impulso vital”, tener un
“proyecto de vida” por el que
moverse y al que dirigirse. No de forma compulsiva, pues la compulsión, además
de producir angustia, hace desaparecer el resto de los factores de la vida que
son importantes; por eso hay que
perseguirlo de forma equilibrada. El impulso debe ir dirigido, a un proyecto de
vida proporcionado a lo que uno es y a las aptitudes individuales. No se puede
pretender ser un buen profesional de una actividad determinada si no se tiene
aptitudes para ella. Tampoco se puede pretender ser de los mejores futbolistas
del mundo, aunque se tengan buenas aptitudes, pues el llegar a determinadas
cotas, supone la convergencia de otros factores que no dependen de uno mismo.
Además, es conveniente contar con la posibilidad de que se puede fracasar. Son
aspectos que conviene tener en cuenta para no frustrarse y sentirse fracasado.
Un impulso desproporcionado, lo más probable es que sea motivo de infelicidad.
Sin embargo, el impulso vital si es adecuado y proporcionado, permite que
alguna de las otras facetas del sentirse con salud, no sean todo lo saludables
que debieran, cosa por otra parte frecuente, pues es una utopía que nos
encontremos siempre bien, física, psicológica, espiritual y socialmente. Estos
determinados sinsabores se pueden, de alguna forma, compensar con el impulso
vital, que no debe funcionar como tal mecanismo como primera finalidad, pues en
este caso sería un refugio, que puede servir, pero no entraría dentro del
concepto de plenitud de salud. Una persona puede tener una incapacidad física,
pero tener una rica vida intelectual que
le permite compensar su deficiencia. Este impulso vital tendrá más fuerza si es por algo no material,
aunque no necesariamente trascendente. El impulso vital, es algo por lo que
merece la pena vivir. No es una predestinación que la pueden sentir los
fanáticos, sino unas vivencias que el individuo las siente “como que llenan su
vida” y le compensan, al menos en parte, del resto de los aspectos negativos.
Esta vivencia, por supuesto, es muy individualizada y cada persona puede tener
la suya. Pueden ser ideales humanistas, políticos, religiosos, profesionales,
de trabajo, aficiones, afectos, incluso perseguir dinero o poder, aunque la calidad de la vivencia en estos casos son de más bajo rango. No es
saludable dejar pasar los días sin esperar ni buscar nada; hay que vivir por
algo. Esta actitud, permite sobrellevar las alteraciones en los otros aspectos
que hacen que no nos sintamos con plena salud. De hecho, muchas personas
enferman o aparece la enfermedad, al dejar de “vivir por algo”.
Ángel Cornago Sánchez. De mi libro "Conocer al enfermo"
[i]The Goals of Medicine:Setting New Priorities.The Hastings Center
Report 1996.Tradcc Rodriguez Pozo