LAS CREENCIAS
Ángel
Cornago Sánchez
Las creencias,
pertenecen al ámbito de lo privado. En alguna ocasión, se ha debatido sobre
conveniencia de la laicidad o no de los estados. Sin redundar en razonamientos,
baste decir, en mi opinión, que en una sociedad multicultural, el Estado debe
ser laico, y respetar las creencias de sus ciudadanos. No debe asociarse con
ninguna religión, ni las religiones asociarse con los poderes de turno. Es la
perversión de su fin.
Los colegios, además
de respetar las creencias de sus alumnos, deben formar en derechos
fundamentales y no en adoctrinamientos sectarios. Se debe educar en valores
universales, de respeto, convivencia, solidaridad, justicia social, esfuerzo,
trabajo bien hecho…, es decir en algo que trasciende lo meramente material y
utilitarista. Los padres son los máximos responsables de lo que desean para sus
hijos, y sólo debe intervenir el Estado cuando se conculquen derechos o deberes
fundamentales.
Las personas que
profesan una religión, salvo excepciones, asimilada de forma correcta, no hacen
daño a nadie por el hecho de ser creyentes. Las religiones que predican valores
de respeto y convivencia, la no violencia, valores sociales…, los creyentes, si
cumplen sus preceptos, serán buenos ciudadanos y, además, les permitirá en
muchos momentos de sus vidas afrontar los sinsabores de forma más llevadera. El
ser creyente no es garantía de nada. Hay creyentes desalmados, pero también
entre los que no creen en nada.
Considero que nuestra
vida es algo más que materia. Somos, además de razón, sentimientos, sensaciones,
que nos llevan a trascender de lo meramente físico y de lo meramente material e
individual. Necesitamos emocionarnos ante los afectos, ante el arte, ante las
maravillas del mundo, sentirnos solidarios con nuestros semejantes, regirnos
por códigos éticos que no están escritos pero que todos sabemos que debemos
cumplir, excepto en la sociedades decadentes en valores, como puede ser la
actual. Necesitamos tener valores arraigados, ser críticos con los poderes de turno,
tener ideales individuales y sociales. Esto no es religión, lo debemos sentir
independientemente de que seamos o no creyentes. Sería trascender de lo
material y de lo meramente individual. Sería parte de lo que podemos llamar
espiritualidad, que no es sinónimo de religión, y que me parece necesario
fomentar en el ser humano.
Hay muchas personas
que además, su espiritualidad la apoyan en creencias de una religión
determinada. El problema es que las religiones se han utilizado en muchos
momentos de la historia para tener controlados a los ciudadanos o para
conseguir o mantener el poder. Es la perversión de las religiones. En el ámbito
individual, bien enfocadas, sin fundamentalismos, sirven de consuelo y ayuda en
los momentos malos que a todos nos toca vivir. Como ejemplo, se ha demostrado
que los pacientes terminales llevan mejor los últimos meses de sus vidas si
tienen creencias.
Considero que hay
respetar todas las religiones, siempre que cumplan con los derechos
fundamentales. Por supuesto, el ser ateos o agnósticos, es una opción tan
respetable y tan válida como ser creyente. Ambos se deben respetar y no hacer
bandera de su posición.
Ángel Cornago
Sánchez
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