ORTEGUITA
Ángel Cornago Sánchez.torerocesar muñoz solatudela navarra Cuadro del pintor: Cesar Muñoz Sóla
Como
recuerdo visual, guardo la imagen de algunos personajes tudelanos que llamaron especialmente mi atención en aquellos
años de niño, y que todavía los recuerdo. Uno de ellos fue Orteguita.
Orteguita era un hombre ya entonces entrado en años, delgado,
menudo, habitualmente mal afeitado; se dedicaba al oficio de limpiabotas y
vivía en casa de Julián Marín, el torero, que ejercía de su protector. Al
parecer, Orteguita, había nacido en Alicante y recaló en Tudela después de
“tirarse” como espontáneo en una corrida, creo que en el año de la inauguración
de la plaza de Tudela, en la que toreaba Domingo Ortega. Por lo visto, había
sido o había intentado ser torero y, ese intento frustrado impregnaba todavía
toda su vida: su forma de andar era orgullosa, estirada, con los talones
levantados como el que sale de una suerte después de rematarla; su figura tenía
cierto empaque, cierto señorío, inclinado siempre hacia un lado, creo que al
derecho, como si estuviera dando un eterno derechazo, o como si de tanto imaginarlos
no pudiera ya vivir de otra manera; creo haberlo visto con frecuencia con las
zapatillas y las medias de torear, zarrapastroso y mísero, pero de porte
orgulloso y distinguido. Los niños, crueles a veces, de lejos le espetábamos:
“Oteguita matacabras”; era la mayor ofensa que le podíamos hacer; juraba,
aceleraba el paso y se iba mascullando improperios. En ocasiones, no sé si
espontáneamente o por los efluvios del alcohol, se marcaba unos pases a toros
imaginarios jaleado por todos en unas faenas que a mí, me parecían como a él
que tenían mucho de arte y de verdad; los aplausos le hacían estirar aun más su
figura y saludar al tendido con una sonrisa ausente, como reencontrándose con
la gloria que tantas veces había imaginado. Después ya no supe que fue de él.
El pintor tudelano Cesar Muñoz Sola, en una obra maestra, supo plasmar como
nadie a este personaje. El cuadro es propiedad de Casino tudelano, y allí se
expone en la sala de juntas.
Ángel Cornago Sánchez. De mi libro “Arraigos, melindres y
acedías”
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