EL CANDADO DEL AMOR.
Ángel
Cornago Sánchez
Esta mañana, en mi paseo diario, he visto varios candados cerrados en la
barandilla que corre junto al río. En otra ocasión también los he visto en un
puente que cruza sobre las vías del tren. También en otras ciudades, en otros
países, es frecuente encontrarlos en puentes emblemáticos, incluso en alguno de
ellos, la autoridad competente decidió retirarlos porque eran tan numerosos que
la estabilidad de la baranda sobre el río peligraba con desprenderse por el
peso.
Las mayoría de las parejas que han colocado el candado, supongo que ha
sido en ese momento álgido de enamoramiento suntuoso, queriendo significar que
su relación iba a ser para siempre; sujetan el candado con sus iniciales y
lanzan la llave al río o a las vías del tren en un signo de que el amor va a
ser para toda la vida. Es como si fuera un compromiso de pareja sin cura ni juez.
Para la mayoría, con el tiempo, el acto sólo será un recuerdo a veces
romántico, otra doloroso, de la vivencia probablemente del primer amor. No es
buen momento para compromisos el ardor del enamoramiento; aunque maravilloso, la
euforia del amor tienen muchas posibilidades de error: sólo se ve lo positivo,
incluso los defectos se pueden ver como virtudes; luego con el tiempo se suele
ver la realidad, cuando el candado está cerrado y la llave en el río. La
ruptura puede ser traumática y alguno de ellos puede quedar enganchado al
compromiso personal. Siempre es mejor, en ese momento de euforia y de pocas
garantías de estabilidad, simbolizarlo en un candado que en un matrimonio
legal.
En la relación de pareja hay que sellar
el compromiso legal cuando la relación está madura y se ha tenido tiempo de ver
todas las facetas del otro componente, y aun así puede haber posibilidades de
error. Siguiendo con el símil del candado, está bien sujetar el candado al
puente simbólico de la vida, pero debería guardase una llave cada uno, para si
las circunstancias vienen mal, abrir de nuevo el candado y que cada miembro
pueda seguir su camino, sin infligir heridas al contrario, por el bien propio y
sobre todo de los hijos.
El compromiso entre dos, no implica propiedad del uno sobre el otro, ni
atadura que no se pueda romper, como simboliza el candado. La mejor garantía para
que la pareja sea estable, es que cada
uno sea autónomo para seguir su proyecto de vida personal, mantenga su
individualidad que decide compartir con su pareja. Si las cosas van mal, hay
que intentar arreglarlo pidiendo las ayudas necesarias (psicólogos de familia
por ejemplo), pero si no es posible, separarse a tiempo, civilizadamente, antes
de que el problema se encone.
Ángel Cornago Sánchez
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