lunes, 19 de octubre de 2015

DUDAR ES UN EJERCICIO DE MADUREZ

DUDA

Según el diccionario de la Real Academia, duda es la inde­terminación entre dos o más juicios o decisiones. El concepto de duda entraña tener que elegir entre varias opciones, ya sean ideas, personas, cosas, actos o actitudes. Aunque me he referido a dos o más alternativas, esta situación cobra todo su significado cuando se reducen a dos, es como si el acto decisorio nos pusiera entre la espada y la pared.
El hecho de dudar, llevado al extremo, supone dejar la mente suspendida sin el basamento sólido de la certidumbre; es como sentir el cosquilleo desagradable de la velocidad, la inestabilidad del vértigo, el miedo a lo desconocido; supone, en definitiva, sen­sación de inseguridad, desasosiego y ansiedad.
La duda puede durar desde unos segundos hasta toda la vida. Toda primera acción o la introspección de un concepto requiere pasar por el tamiz de la duda, al menos durante unos segundos, el tiempo necesario para decidir si nos lanzamos o no a ejecutarla, o a reflexionar antes de asumir la idea en cuestión. Esta situación no puede durar mucho, pues genera ansiedad de forma progresi­va y llegaría un momento en que no podríamos tolerarla. Exige, en un tiempo prudencial, resolverla o almacenarla como «duda», sin estar debatiéndola de forma continua, aunque hay que revi­sarla de vez en cuando.
En la praxis, la duda tiene el límite del momento de iniciar la acción, y no siempre nos permite la indeterminación o manifes­tarla como duda. Hay casos en que tenemos que tomar decisio­nes, aun sin estar plenamente convencidos. En estas circunstan­cias hay que asumirlas, aun en el caso de que resulten erróneas.
No todas las personas aceptan la duda; existen individuos que dan la impresión de tenerlo todo claro, no se les ve nunca dudar, actúan de forma compulsiva, incluso con agresividad si piensan que los demás perciben sus dudas. Son personas que no pueden tolerar la ansiedad que se produce en los momentos de indecisión, y esa misma intolerancia, como la pescadilla que se muerde la cola, les lleva a crear cada vez más ansiedad; necesitan en todo momento pisar firme; el flotar les produce un vértigo que no pueden tolerar.
Existen asimismo personas que se debaten en una permanen­te duda, con miedo continuo a equivocarse o a tomar partido; sólo se sienten seguras en su reducido y frágil territorio; se colo­can siempre en el borde de la tapia; necesitan ser aceptadas por todos y a todos intentan contentar. No se puede contar con ellas para ningún cometido que requiera cierto compromiso o riesgo.
La sociedad valora la duda de forma negativa, necesita que sus ídolos sociales, sus líderes, se muestren firmes, seguros, om­nipotentes, poco humanos, casi dioses, para sentirse protegidos, para que esa seguridad se proyecte sobre ellos; es un fenómeno social que ha permitido que determinados líderes hayan sido ca­paces de inducir a las masas a realizar verdaderas atrocidades, fun­dándose exclusivamente en su carisma; una de las características del carisma es la sensación que emana del líder de todopoderoso, de seguridad, en definitiva, de no dudar.
La carencia de dudas es también propia de personas primiti­vas y poco inteligentes; las pocas verdades y los códigos que utili­zan son los que les enseñaron, nunca los han elaborado ni los han puesto en tela de juicio, y todo lo resuelven con esas elementales reglas.
El dudar, reflexionar y resolver, es un ejercicio intelectual que mejora nuestra capacidad de discernir, nos reafirma en nuestra condición de seres humanos limitados y, al mismo tiempo, capa­ces de grandes logros. En definitiva, la madurez, el ir madurando,

pues el proceso no se acaba nunca, está jalonado de un rosario de dudas y reflexiones que, bien llevadas, nos conducen de forma progresiva a sentir esa sensación interior mezcla de humildad y de profunda sabiduría, que nos puede llevar por el camino hacia cierta plenitud

Ángel Cornago Sánchez. De mi libro: "Arraigos, melindres y acedías". Ed. Trabe.

sábado, 10 de octubre de 2015

SER ROMPEDOR TIENE RIESGOS

ROMPEDORES
Ángel Cornago Sánchez
Ser rompedor, a veces lleva a replegarte asustado por la repercusión, y, a veces, hasta escándalo que suponen tus ideas, sobre todo entre la clase dominante, incluso entre las personas próximas, que una veces porque intuyen el riesgo que supone, y otras porque la mayoría tienden a aliarse con lo que predomina, con los ganadores de cada momento. Te hacen dudar de que seas un tipo raro.
Falsa sensación. Esta inseguridad provocada por los vulgares, por los conservadores de cada momento, por los tiranizados, por los mediocres, trata de poner freno a todo lo que cambie las reglas de juego, a todo lo que perturbe su aburrida estabilidad.
Los pseudo-progres, son más de lo mismo, disfrazados de rompedores, de nuevos, con conceptos viejos; no buscan que seamos conscientes, reflexivos, analíticos, sino que tratan de vendernos su propia mercancía para que nos convirtamos en sus aliados. Para nosotros será simplemente cambiar de bando si no analizamos concienzudamente sus ideas; los métodos que utilizan no difieren en nada del resto.
El entorno intentará que vuelvas al cauce de la vulgaridad, que ellos llamarán lo correcto y lo civilizado, que sigas los cauces establecidos por el poder correspondiente. Es lo que tratan de hacer todos los poderes, también los que aspiran a conseguirlo, disfrazados de corderos. A ninguno les interesa las mujeres y hombres libres, reflexivos, con criterio, conscientes de sus decisiones, sino adornar sus mensajes con envoltorios sugerentes, en definitiva lo que se dice vulgarmente pero que es muy gráfico: “dorar la píldora”, para que la engullamos más fácilmente.
El camino es otro. Cultivar el librepensamiento; para eso es conveniente beber en diversas fuentes, y darse cuenta de cuales son de fiar y cuales no; algunas se pueden desechar fácilmente por su grosera manipulación, lo mismo que a determinados voceros de medios de comunicación, y a determinadas personas. Otros recurren abiertamente a la mentira para manipularnos, y en un primer momento pueden impactarnos, pero no hay que fiarse, y verificar determinadas afirmaciones, que muchas resultan ser falsas; las lanzan a la redes sociales sin el menor pudor para intoxicar al ciudadano.
También es cierto que una opinión o un pensamiento rompedor, no es garantía de nada. Vemos con frecuencia, letras de canciones, intervenciones públicas, escritos, ideas, que simplemente merecen una mínima atención para desecharlas. Algunas parece que la finalidad es llamar la atención, otras como un medio más de marketing, y otras, con el único mérito de ser llamativas, escandalosas, escabrosas, y a veces incluso de mal gusto.
En este mundo que vivimos, es difícil mantener la honradez intelectual, la reflexión, la deliberación sobre temas que a todos nos atañen, por la agresión constante que supone el intento de manipulación de unos y de otros para conseguir sus intereses partidistas. Y los ciudadanos y ciudadanas nos encontramos en medio, sacudiéndonos a políticos de partidos convencionales que han degradado la vida pública, y atónitos al observar los que parecen llegar, la mayoría con su frivolidad y precario nivel intelectual, sus sectarismos fundamentalistas, y sus gestos alocados para sus aliados. Precisamos un mundo de “Quijotes” con cerebros bien amueblados, honrados, dispuestos a implicarse. En este momento la ciudadanía estamos huérfanos además de hartos. Era malo lo que había, pero mucho de lo que está llegando no es la solución, sino más problemas y tal vez mayores.

Ángel Cornago Sánchez  Reservados derechos.rompedorquijotes