sábado, 30 de enero de 2016

EL PAJAR.

EL PAJAR. (¿qué íbamos hacer si no teníamos ni apenas había coches?)

El pajar, además de ser el sitio para almacenar la paja, ha tenido siempre, sobre todo en el ambiente rural, connotaciones frívolas, pues era el lugar habitual donde nuestros padres y abuelos, allá en la primera mitad y parte de la segunda del siglo pasado, intentaban organizar y perpetuar sus juegos amorosos, y, realmente, debía de ser muy confortable siempre que se dispusiera, como mínimo, de una manta para hacer de barrera entre el cuerpo y la paja.
En aquel tiempo cuando se decía que se había ido con una chica a la chopera, se podía sobreentender que había habido intentos y juegos amorosos sin poder asegurar que se había conseguido romper todas sus resistencias llegando a un entendimiento amoroso completo; sin embargo, cuando trascendía que una chica había ido con un chico al pajar, se podía dar por sentado que su “honra” había sido mancillada. Incluso podía decirse que el pajar era el sitio de encuentro de los líos amorosos ya establecidos; las resistencias se rompían en otros lugares, pero una vez vencidas, el pajar, íntimo, confortable, cálido y acogedor, era el lugar ideal para solazarse y dar rienda suelta a los impulsos amorosos.
No tiene nada que ver con “el huerto”, que se ha utilizado posteriormente y que aún se utiliza para significar lo mismo; "el ribazo" ya solía ser un escalón más avanzado. Con mi cuadrilla de amigos adolescentes, en Los Fayos durante las fiestas patronales, a veces dormíamos en el pajar, pero siempre solos y para continuar la fiesta llevados por los efluvios del alcohol cuando ya no había ningún sitio a donde ir; allá, en voz alta, fantaseábamos sobre las hazañas sexuales que seríamos capaces de hacer con fulanita o menganita, cuando realmente lo único que habíamos hecho en aquella época con el sexo contrario era bailar "agarrado", y la proximidad de una chica un poco lanzada nos ponía los pelos de punta.
Ángel Cornago Sánchez.
De "Arraigos, melindres y acedías". Eds. Trabe.

sábado, 23 de enero de 2016

DUDAS

DUDAS

Las dudas se ciernen los días de borrasca.
La inseguridad atenaza la esencia del vivir;
amenaza de tempestad y torrentera.
El sol indeciso se esconde
detrás de la maraña de nubes cercenadas
amenazando lluvia.
Cargas de dominio y de soberbia,
ruidos de tormenta
y lanza de chispas incendiarias.
El frío se infiltra en la razón;
temblor en la esperanza;
añoranza del sol de la mañana
y del azul petulante de la aurora,
promesas de futuro.
Respirar hondo,
la paz nos restituye
a la esencia centrada del vivir.

Ángel Cornago Sánchez.
De mi poemario. El mundo en el que habito. Eds. Trabe.

viernes, 15 de enero de 2016

HERIDAS DEL VIVIR.

HERIDAS

Preludios inaudibles de otro tiempo
que iluminaron
nuestra historia en el pasado
cuando estaban emergiendo nuestras vidas.
Sonaban con el son magistral de los comienzos,
con el ritmo y el furor de la osadía
que da la juventud,
con la marcha triunfal y algarabía
de proyectos trufados de ideales soberbios,
algunos imposibles,
que nos hacían volar en la utopía
de querer cambiar la sociedad.
De amores que empezaban
ornados de promesas;
preludios de futuro,
de pactos para siempre.
Al cabo de los años,
curtidos en una y mil batallas,
gastada ya la vida,
quedan heridas restañadas,
otras enconadas,
cercenadas por el paso del tiempo
y los fracasos,
miembros anquilosados,
ideales fundidos en traiciones;
amores mancillados,
otros perdidos para siempre.
Son heridas de la guerra del vivir.
Queda… la dignidad de lo posible.

Ángel Cornago Sánchez.
De mi poemario "El mundo en el que habito". Eds. Trabe.

viernes, 8 de enero de 2016

LAs DERIVAS DEL PODER.




LAS DERIVAS DEL PODER

El poder cambia al ser humano. No sé qué autor dijo, que para saber cómo son realmente las personas hay que valorarlas cuando ostentan poder.

Es sabido que el poder se persigue y es muy difícil, yo diría que imposible, que alguien llegue a tener una cota de poder importante y no la haya buscado de una u otra manera. Es lícito, siempre que el fin no sea el propio provecho, sino los objetivos para los que ha sido creado, y siempre que para conseguirlo se respeten las normas éticas.

Es cierto que el poder tiene sus servidumbres, una de ellas, tal vez la más importante, que hay que renunciar "ocasionalmente" a determinadas convicciones en pos de mantener la eficacia, aunque frecuentemente, dicho argumente se trastoca y se utiliza como excusa para mantener el poder, perseguir fines interesados, partidistas e incluso personales. Supone la perversión del objetivo del poder en política, que debería ser el servicio a los ciudadanos y no el poder en sí. Con asiduidad, los grupos y partidos políticos se creen ungidos de razón, de ética, de supremacía moral, y sintiéndose salvadores, se escudan para su praxis en el axioma de Maquiavelo: el fin justifica los medios. Fundándose en él, pasan por encima de principios, comenten injusticias, incluso llega un momento que se cae en la “miseria moral”, en el “todo vale”, para conseguir sus fines. Algunos van más allá y en una deriva de descomposición moral, han hecho y se siguen haciendo las mayores tropelías. Incluso grupos, apoyándose en psicópatas, se han justificado y se justifican para matar; hay numerosos ejemplos. Los gobiernos tienen sus “cloacas del estado” donde también rige tal principio.


Los poderosos o aspirantes a tales sin principios, los salvadores, son el cáncer de las sociedad libres. El otro cáncer son los corruptos, los explotadores, los que utilizan la política para su propio beneficio. Los ciudadanos somos los sufridores en manos de unos y otros. La solución son mujeres y hombres con ideales, preparados, formados, honrados, regidos por principios. En este momento estamos lejos.

Ángel Cornago Sánchez
Fragmente de mi libro "Arraigos, melindres y acedías" Eds. Trabe.

viernes, 1 de enero de 2016

VIVIR

VIVIR

Con sosiego atolondrado
fluye el vivir del decoro.
Fingido y con petulancia
reclama la salvaguarda
de la moral y costumbres.
Con reglas apolilladas
impostadas y solemnes,
religiones y poderes
nos invaden las conciencias,
nos crean necesidades
que hipotecan nuestras vidas.
Es un sistema perverso,
más eficaz que la fuerza
para tenernos sometidos.
El porvenir es sombrío
por falta de expectativas.
Estamos adormecidos,
lejos de trocar sistema
que agoniza y nos arrastra.
....
Tampoco hay alternativas.
Solo la espiritualidad,
el renacer de valores,
líderes con ideales.

Ángel Cornago Sánchez
De mi poemario  "El mundo en el que habito". Eds. Trabe