LAS DERIVAS DEL PODER
El poder cambia al ser humano. No sé
qué autor dijo, que para saber cómo son realmente las personas hay que valorarlas cuando ostentan poder.
Es sabido que el poder se persigue y es muy difícil, yo diría que
imposible, que alguien llegue a tener una cota de poder importante y no la haya
buscado de una u otra manera. Es lícito, siempre que el fin no sea el propio
provecho, sino los objetivos para los que ha sido creado, y siempre que para
conseguirlo se respeten las normas éticas.
Es cierto que el poder tiene sus servidumbres, una de ellas, tal vez la más
importante, que hay que renunciar "ocasionalmente" a determinadas
convicciones en pos de mantener la eficacia, aunque frecuentemente, dicho
argumente se trastoca y se utiliza como excusa para mantener el poder, perseguir fines interesados,
partidistas e incluso personales. Supone la perversión del objetivo del poder
en política, que debería ser el servicio a los ciudadanos y no el poder en sí. Con
asiduidad, los grupos y partidos políticos se creen ungidos de razón, de ética,
de supremacía moral, y sintiéndose salvadores, se escudan para su praxis en el
axioma de Maquiavelo: “el fin justifica los medios”. Fundándose en
él, pasan por encima de principios, comenten injusticias, incluso llega un
momento que se cae en la “miseria moral”, en el “todo vale”, para conseguir sus
fines. Algunos van más allá y en una deriva de descomposición moral, han hecho
y se siguen haciendo las mayores tropelías. Incluso grupos, apoyándose en
psicópatas, se han justificado y se justifican para matar; hay numerosos ejemplos.
Los gobiernos tienen sus “cloacas del estado” donde también rige tal principio.
Los poderosos o aspirantes a tales sin principios, los salvadores, son el cáncer de las
sociedad libres. El otro cáncer son los corruptos, los explotadores, los que
utilizan la política para su propio beneficio. Los ciudadanos somos los
sufridores en manos de unos y otros. La solución son mujeres y hombres con ideales, preparados, formados, honrados, regidos por principios. En este momento estamos lejos.
Ángel Cornago Sánchez
Fragmente de mi libro "Arraigos, melindres y acedías" Eds. Trabe.
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