viernes, 22 de abril de 2016




    LO VULGAR

    El día está gris y parco en vivencias,
    monótono y vulgar sin devaneos
    que impulsen mis sinergias,
    sin carisma de día glamuroso
    que inspire mi condición de soñador.                                            
    Las nubes cenicientas en el cuadro
    del ventanal que alumbra mi morada
    dejan caer gotas persistentes
    de fría y fina lluvia, que va calando todo.                                           
    Podría ser el marco para iniciar el vuelo
    de mi sentir profundo,
    que trata de soñar, de ver lo bello,
    de adornar de matices lisonjeros
    las cosas rutinarias,
    los hechos pasajeros,
    las vivencias sentidas sin sentir ser vividas
    como hechos placenteros
    tan siquiera,
    vividas como meros sucesos sin encanto.                                              
    Día oscuro,
    indeciso en sensaciones sublimes,
    de inspiración lastrado.                                                                 
    Pero…
    también lo vulgar tiene su hechizo,
    mas hoy, el ojo del poeta o su torpe condición
    está trabada sin poder elevarse
    a esa entelequia donde el mundo se ve poetizado,
    y no encuentra el registro, la emoción,
    pero…
    hasta lo más vulgar tiene su canto.                                                                                                                                                      Ángel Cornago Sánchez.
    De mi poemario "El mundo en el que habito". Eds. Trabe.




viernes, 15 de abril de 2016

MISERIA MORAL DE MUCHOS LÍDERES POLITICOS

MISERIA MORAL

Ángel Cornago Sánchez

 El momento político actual, realmente produce desánimo y frustración. Para valorar a las personas, a los grupos, no basta hacerlo en circunstancias ordinarias, que también, sino cuando suceden o se enfrentan a momentos trascendentes en los que deben decidir sobre hechos cruciales. Ya no se trata de ese juego político diario, de bajo nivel, al que nos tienen acostumbrados. Ahora se trata de decisiones que tienen trascendencia para el futuro del país.
            En este momento, los ciudadanos, estamos asistiendo atónitos, hastiados, y cabreados, a la catadura moral de la mayoría, si no de todos los líderes con responsabilidad de decidir sobre la gobernabilidad de España. En vez de ajustarse al mandato de las urnas, de hacer un gobierno de diversas tendencias, se decantan por sus propios intereses, disfrazándolos de bien para la comunidad. Y no solo es grave su falta de escrúpulos, sino que diariamente en los medios de comunicación nos dan muestras de su bajo, y a veces ínfimo nivel. Difícilmente estos indigentes intelectuales pueden dirigir un país, cuando están demostrando que, seguramente, no están capacitados, ni para dirigir una comunidad de vecinos. Pero lo que realmente preocupa es su miseria moral: todo vale para conseguir sus fines.
            ¡Ya está bien! de luchas partidistas barriobajeras. Ya vale de navajeo. Hasta las puestas en escena son ridículas y obscenas. Observen a los altos cargos y líderes, cuando comparecen ante los medios de comunicación: se plantan ante la nube de periodistas con sus cámaras, en un postureo que les hace sentirse protagonistas, en momentos que viven como sublimes, casi orgiásticos, pero lo que en realidad trasmiten es estar en el limbo de la idiocia. Parecen bandas organizadas para engañarnos.
            Han asolado el país con la corrupción. En este momento casi todos los partidos, tienen asuntos de financiación ilegal, y muchos, con miembros imputados por enriquecimiento personal. Otro tema grave es la utilización de la justicia, y el propio proceder de la justicia, así como la actitud de determinados medios de comunicación, sospechosos de partidismo. Eso también es corrupción, no solo lo económico.
            Es preciso la regeneración de los partidos con nuevas personas y nuevos estilos. Poder judicial independiente.  Mujeres y hombres preparados, honrados, conscientes de que la política es un servicio y una responsabilidad muy importante y muy generosa con la comunidad.
            Esta sociedad necesita moralizar la vida pública, y la privada, cada uno en su ámbito. No debemos permitir que los grandes poderes económicos nos exploten; debemos defender una distribución justa de los recursos, justicia social, defender derechos; pero, en la lucha política o ideológica, tampoco vale todo. Hay que ser riguroso, buscar la verdad, buscar soluciones ponderadas y justas, intentando construir país, no desestabilizarlo.
Fundamental: “rigor y honradez intelectual” en el ámbito individual a la hora de analizar los hechos y enjuiciar las situaciones. Sobran los corruptos, los sectarios, los embaucadores. Sobran los que sólo aportan odio y resentimiento. Sobran salvadores interesados. Es preciso un rearme moral de la sociedad. La voz de la mayoría silenciosa, honesta y ejerciendo su honradez, se debe hacer escuchar. Y, desde luego, potenciar a los políticos capaces yLIDERES POLITICOS honestos conscientes de que su principal deber es servir el fin para el que están en política, que no es otro que cumplir con su deber con los ciudadanos. El momento actual es, de miseria moral.
Ángel Cornago Sánchez


martes, 12 de abril de 2016

EL MULO. Cariño y tragedia.

El mulo.

A propósito del cariño que se tiene a los animales, recuerdo un verano allí en Los Fayos, que el mulo de un vecino llamado Pedro se había roto una pata y, por lo visto, no se le podía curar; lo que se hacía en aquellos casos era venderlo a una fábrica de chorizos cercana o matarlos en un descampado. Los niños nos enteramos de que iban a matar al mulo cuando vimos la comitiva en la que Pedro, el dueño del mulo, lo llevaba del ramal, desnudo, sin aparejos, cojeando ostentosamente, apoyándose sólo en tres patas, seguido por otro hombre del pueblo con una escopeta de cartucho colgada del hombro y un pitillo entre los labios. Caminaban todos lentamente, los hombres cabizbajos y en silencio, y el mulo dócil y confiado detrás de su amo; tomaron el camino de la salida del pueblo y luego el del barranco de “la revuelta”. A los niños a partir de allí no nos dejaron seguir. Pasado un rato en el que todos estuvimos en silencio como mascando la tragedia, oímos dos estampidos secos casi seguidos; nos quedamos sobrecogidos.
Al rato apareció Pedro con el cabezal y el ramal del mulo en la mano, llorando a lágrima viva, seguido unos pasos atrás por el hombre de la escopeta que parecía más liberado por haber pasado ya aquel trance; tomaron el camino del pueblo. Algunos niños subieron hasta el lugar donde le habían matado; yo no quise hacerlo, pues me había impresionado suficientemente el drama del pobre mulo, y el de su dueño, aun sin llegar a entender que queriéndolo tanto hubiese tenido que matarlo;  entonces pensé que eran cosas de esa tarea tan ardua que a veces les tocaba hacer a los adultos. Durante varios días vimos sobrevolar a los buitres por encima del barranco, y no podía quitarme de la cabeza la imagen del mulo cojeando, confiado, cuesta arriba a la salida del pueblo.
Años después mandé sacrificar a un perro que tuve durante varios años; era un pastor alemán precioso que con el tiempo resultó ser muy peligroso, ya que atacó y mordió a varias personas, entre ellas a mi hijo; tuve miedo de que un día sucediera una desgracia mayor. A pesar de que tuve claro que debía hacerlo, sentí una terrible pesadumbre; el ser responsable de segar de forma repentina la vida en un cuerpo que minutos antes estaba lleno de vida, es una tragedia real que a poca sensibilidad que se tenga se siente muy adentro. Los individuos que tienen el valor de matar a otro ser humano a sangre fría, tienen que ser unos desalmados y estar haciéndose lavados de cerebro permanentemente, pues a poca lucidez que se tenga, cuando se den cuenta de las barbaridades que han cometido, deberían sentir una desesperación y unos remordimientos sin límite.
Ángel Cornago Sánchez.
De "Arraigos, melindres y acedías". Eds. Trabe.



viernes, 8 de abril de 2016

PEREGRINO UN BURRO ENTRAÑABLE Y RENCOROSO.

“Peregrino”

Las imágenes visuales que evocamos con más facilidad son las caras de familiares directos con los que hemos tenido relación especial y ya han desaparecido o están lejos; para mí,  por ejemplo, las caras de mis abuelos de Los Fayos; la de mi abuela con su piel arrugada pero fina como el terciopelo, pálida y sonrosada; su pelo blanco recogido en moño, su pequeña estatura, sus manos deformadas por el reuma, su rostro amable y cariñoso con ojos azules y vivos. Mi abuelo alto, delgado, pelo ralo, cano, ojos azules y claros, piel arrugada, brazos y manos grandes y toscas, piernas torpes, todo él emanando sencillez, bondad y cariño.
Mi abuelo, para las labores del campo tenía un burro que llamaba Peregrino; del nombre no sé el origen ni el motivo. “Peregrino” era un burro de tamaño medio, no tenía la contundencia y estatura de un jumento de postín, pero tampoco era como esos pollinos enanos y paticortos en los que cuando sus amos van montados arrastran las alpargatas por el suelo; de color gris, una raya negra recorría todo el espinazo hasta el rabo y remarcaba los bordes de sus orejas. Era, como todos los burros, obstinado, terco, reservón, y resignado en un momento dado. Cuando de niño iba a casa de mis abuelos, casi antes de verles a ellos entraba a la cuadra a ver a Peregrino, me sentaba encima de un saco de paja, y allí pasaba un rato observándolo. Sentía un profundo cariño por aquel animal, a pesar de que alguna vez me jugó alguna mala pasada.
 Uno de esos días que llegué de Tudela, entré en la cuadra y, después de estar un rato acariciándole y observándolo, decidí mostrarle mi cariño dándole una buena cena; sin que se enterara mi abuelo fui llenando el pesebre de remolachas, patatas, manzanas, calabazas, hasta que estuvo casi lleno; intentaba echar una última remolacha y, de repente, sentí la pata trasera del burro en mi pecho que me dio un tremendo empujón y me tiró contra la pared opuesta. Por lo visto el burro no se las había visto mejor en su vida, con una cena tan suculenta y abundante; seguramente interpretó que en vez de ir a echarle más comida iba a quitársela, o le estaba impidiendo con mi insistencia dar cuenta de ella; de lo que estoy seguro es de que no quiso hacerme daño, pues no fue una coz con un golpe seco que podía haberme partido el pecho y haberme matado, fue simplemente apartarme con un gran empujón, y creo que hasta con cuidado; no me ocasionó ni el más mínimo rasguño, sólo el susto. Nadie se enteró.
De madrugada, muchos días mi abuelo y yo íbamos al campo; nos montábamos en el burro que ya se sabía, por la costumbre, todas las huertas donde solíamos ir a trabajar; cuando pasábamos por la más cercana al pueblo, obstinado, trataba de meterse en ella, y así sucesivamente hasta que enfilábamos el camino de la que estaba a hora y media de camino, que llamábamos “el río de la casa”; entonces, el burro, disminuía el paso con nosotros a su lomo, empezaba a sacudir la cabeza y las orejas y, con paso cansino, como resignado y deprimido, tomaba el camino que irremediablemente le iba a suponer un esfuerzo considerable. Había una chopera junto al río que atravesábamos poco antes de llegar, y el burro, rencoroso, se acercaba todo lo que podía a los viejos troncos con intención de  rozar nuestras piernas contra ellos y descabalgarnos.
Hace poco tiempo estuve con un vecino de Vozmediano al que mi abuelo se lo vendió cuando ya no podía dominarlo; con este hombre trabajó durante años y, cuando era ya muy viejo, se lo vendió a un gitano. Pobre suerte la de estos animales que van de mano en mano dependiendo de su rentabilidad, y quien sabe si desgarrando sus sentimientos.
Ángel Cornago Sánchez
De "Arraigos, melindres y acedías". Eds. Trabe.