viernes, 27 de mayo de 2016

LOS PODEROSITOS




Los poderositos.

El poder cambia al ser humano. No sé qué autor dijo que, para conocer realmente como es una persona hay que analizarla ostentando poder.
Es sabido que el poder se persigue, y es muy difícil, yo diría que imposible, que alguien llegue a tener una cota de poder importante y no la haya buscado de una u otra manera. Es lícito, siempre que el fin no sea el propio provecho, sino los objetivos para los que ha sido creado dicho poder, y siempre que para conseguirlo se respeten las normas éticas. Hay profesiones que lo llevan implícito.
También es cierto que el poder tiene sus servidumbres, una de ellas, tal vez la más importante, que hay que renunciar con frecuencia a determinadas convicciones en pos de mantener o conseguir el poder. Es la perversión del objetivo del poder en política, que debería ser servicio a los ciudadanos y no el poder en sí. El eterno problema de: “el fin justifica los medios”. Muy peligroso, porque se han hecho barbaridades fundándose en tal axioma, incluso grupos, apoyándose en psicópatas, se justifican para matar; tenemos ejemplos cerca. Los gobiernos tienen sus “cloacas del estado” donde también rige tal axioma. Estos poderosos o aspirantes a tales, son el cáncer de una sociedad libre.
El poder es perseguido por muchas personas, y basta tener pequeñas cotas para que salga la catadura ética, moral y humana que cada uno lleva dentro. No es preciso que objetivamente sea muy importante, incluso se observa más en los ámbitos pequeños; este tipo de sujetos, intentan sentirse grandes en sus pequeñas parcelas; todos conocemos a guardias municipales y a otras personas con uniforme, a funcionarios de ventanilla, profesores, médicos, directores de empresas, jueces, etc. y, hasta padres de familia, que se comportan de forma altiva y soberbia, y están demostrando permanentemente sus pequeñas o grandes cotas de decisión sobre sus subordinados; cuando la posibilidad de decisión es más influyente y visible, como en el caso de algunos políticos, lo hacen notar; en realidad se diferencian muy poco de los anteriores, sólo en el grado y el disimulo. Todos estos son los “imbéciles poderositos”, que además suelen ser malas personas, pues esas pequeñas cotas las viven como algo propio, utilizando a los demás para magnificarse.
La sociedad está plagada de estos individuos, porque todavía persisten las ideas trasnochadas, en algunas empresas, de que a los subordinados, hay que tenerlos controlados, mejor dicho sometidos, y utilizan mandos condicionados por el servilismo; y, así va todo, porque en general se trata de gente mediocre al servicio de otros poderosos más inteligentes pero de la misma calaña.
A estos imbéciles poderosos, que en las empresas, o en el trabajo, en sus profesiones, se comportan con prepotencia y despotismo con las personas sobre las que tienen poder de decisión, es a los que me refiero; suele ser gente miserable que se rodea de gente manejable pero interesada, para tener controlados al resto. También me refiero a esos imbéciles poderosos que en el momento que consiguen esa cota de poder, renuncian a sus  orígenes, a sus raíces, y se comportan socialmente como clase dominante.
Por supuesto que hay empresarios, políticos, personas con uniforme, honrados y respetuosos, y que la mayoría de los jueces son independientes. 
En otra ocasión trataré de los parásitos, oportunistas, chaqueteros, intelectuales vendidos, etc. que se mueven alrededor del poder.


Ángel Cornago Sánchez.
De mi libro "Arraigos, melindres y acedías". Eds. Trabe.
 

sábado, 21 de mayo de 2016

MI SOMBRA.

Mi sombra.

Ángel Cornago Sánchez

Era un día espléndido y luminoso. Había salido a hacer mi ruta al amanecer y, después de un rato de marcha, cuando el sol empezaba a calentar, tuve la sensación de que alguien seguía mis pasos inmediatamente detrás de mí. No atreviéndome a volver la cabeza, con el rabillo del ojo, en un pequeño recodo del camino pude percibir la silueta de una figura etérea y desgarbada parecida a un fantasma, que se arrastraba por el suelo pegada a mis talones.
Después de un trecho sin que la figura desistiera, desasosegado, pensé que tenía que despistarla; iba andando primero lento y parsimonioso, luego decidido y presuroso intentando escaparme de ella, pero era inútil; de vez en cuando volvía la cabeza y, en un escorzo, miraba la parte de atrás de mis pies con la esperanza de que se hubiese desprendido o de que, al menos, una de sus piernas hubiese quedado atrás; pero no, allí estaba como un guardaespaldas fiel e  implacable.
 A veces corría cuanto podía y, de repente, me paraba en seco con objeto de que por la inercia me adelantara y, aunque sólo fuese de forma testimonial, cogerla en un renuncio; pero ni por esas, ella asimismo paraba en seco no cometiendo el mínimo fallo.
 Otras veces, con la sensación de que en esta ocasión se lo ponía difícil, comenzaba a saltar de forma descoordinada y a dar volteretas sobre la hierba de la vega del río, mientras con el rabillo del ojo trataba de vislumbrar si allí seguía. La adivinaba descompuesta adoptando formas grotescas para poder seguirme. A veces, tenía la ilusión de que la había perdido y, después de todo un repertorio de ejercicios de despistaje, me volvía de forma repentina por lo menos para verla llegar tarde y apresurada. Pero no, siempre estaba allí llegando por las justas, lábil, y al mismo tiempo insoportablemente testaruda.
Al cabo de un tiempo llegué a no sentirla peligrosa, pero sí tremendamente incómoda. A veces me volvía de espaldas y andaba hacia atrás despacio y, observándola,  tenía la sensación de que se mofaba de mí.
Al mediodía se volvió más pequeña y se metió debajo de mis pies mostrando sólo una mínima parte de su silueta más deformada si cabe. Pensé que era el principio del triunfo y que iba a desaparecer definitivamente, pero fue un leve espejismo, por lo visto estaba tomando fuerza porque por la tarde, no contenta con seguirme, me adelantó y me precedía a todos los lugares adivinando mis movimientos sin el más mínimo fallo, de tal forma, que parecía que en esta ocasión era yo el que la perseguía como un esclavo obligado a hacer lo que ella hacía.
Al atardecer, con las primeras sombras, cuando me estaba dando por vencido resignado a cargar con ella para siempre, desapareció.

Ángel Cornago Sánchez.
De mi libro, "Arraigos, melindres y acedías".




jueves, 19 de mayo de 2016

CIPRÉS

CIPRÉS

Ciprés,
disciplina taimada
de lealtad hecha zozobra.

Espejo estilizado
en la soberbia gris
de tu estructura.

Centinela de paz y de suspiros
en el postrer lugar
del camposanto.

Perseverante y prieto,
impávido te meces
con el viento
fugaz en la vaguada.

Imagen impasible
de la realidad insobornable.
Nada trastoca tu figura.
Majestad y suspiro.

Ángel Cornago Sánchez.
De mi poemario "El mundo en el que habito". Eds. Trabe.

sábado, 14 de mayo de 2016

AMOR Y PAREJA. ALGUNAS CONSIDERACIONES.

AMOR Y PAREJA.
Ángel Cornago Sánchez

Vivir en pareja es el estado ideal para la vida del ser humano. Seligman refiere en su libro “La auténtica felicidad”, que las personas con pareja estable y duradera, disfrutan de un alto grado de felicidad y tienen menos riesgo de padecer depresiones, seguidas de los que nunca se han casado, y después de los divorciados una o varias veces. Se puede sacar la conclusión que, “mejor con pareja estable” para ser feliz, pero también, “mejor sólo que mal acompañado”, pues en grado de felicidad, inmediatamente después de los de pareja estable, están los que nunca la han tenido (estable). La relación de pareja no es fácil. Y requiere mucha madurez por ambas partes. Brevemente dos aspectos: el enamoramiento y la comunicación.
El enamoramiento es ese estado idealizado que sucede a partir de los primeros encuentros, cuando se siente que se ha encontrado a esa persona maravillosa,  que va a condicionar nuestra vida positivamente. Se vive como algo esencial en nuestro destino que va a garantizar gran parte de la felicidad que podamos conseguir. La atracción en los primeros encuentros es física, no necesariamente sexual; enseguida intervienen otros factores como la comunicación que en un comienzo suele ser superficial y sesgada; tal vez también, influyen aspectos hormonales que no controlamos.
En ese momento, existe una sobrevaloración de las virtudes y una infravaloración de los defectos. Produce un estado especial, como si nos hubiéramos metido un “chute” de ilusión, que nos hace ver la realidad mejor de lo que es. Esa fase no es buena para tomar decisiones trascendentes, como casarse, tener un hijo, vivir juntos, porque no es fiable, hay que esperar a que los efluvios pasen para hacer la valoración en sus justos términos.
El enamoramiento es el primer paso, pero luego hay que “aterrizar”. Lo ideal es que persista el enamoramiento pero sin la “espuma”, y que se vayan consolidando los lazos entre ambos, para lo cual además de lo anterior, es indispensable una actitud de entrega, comunicación, y de respeto exquisito a la individualidad del otro.
La relación de pareja debe ser real. Es el medio, tal vez el único, donde nos despojamos de todos los accesorios de carácter que empleamos inconscientemente en la vida ordinaria. Con la pareja nos debemos mostrar tal como somos, con nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestras preocupaciones. Debe ser una comunicación íntima, veraz, continuada, no sólo puntualmente; que sirva de consuelo, de apoyo en los momentos malos, y también en los buenos para perseguir proyectos y conseguir metas. Un hombro donde descansar, unos brazos que acojan y cobijen. Cariño incondicional. Lealtad inquebrantable. Considero que la comunicación real es el requisito básico, y también fundamental para la pareja estable y para alcanzar felicidad.
 Hay personas que todavía buscan en sus parejas las falacias que les habían inculcado en la infancia y juventud: mujeres-madres, serviles, o figurines frívolos, u hombres machos y duros, que no lloren, que no sientan.
Ángel Cornago Sánchez




miércoles, 11 de mayo de 2016

J. M. Caballero Bonald, premio Francisco Umbral 2015 por su poemario "Desaprendizajes."

J. M. Caballero Bonald, premio Francisco Umbral 2015 por su poemario "Desaprendizajes." Es un poemario en prosa poética. Para mí es un autor de referencia, al que he citado en varias ocasiones en mis presentaciones. Copio uno de sus poemas de este libro. Son pura filosofía. En este caso muy de actualidad.

SU OSCURIDAD, SU LUZ

Vengo de una tierra que nunca ha sido capaz de atajar los escarnios perpetrados por sus propios moradores. Vilezas e imposturas que se han trasmitido como lacras endémicas hasta hoy mismo, en una propagación contaminante. Gente soez que de la religión hace una treta y de la vanagloria un catecismo; gente que enarbola la egolatría a modo de trofeo y gusta de mostrar su condición como sostén de la banalidad. Ninguno de sus lerdos narcisismos concuerda con sus más inequívocos modales, mientras todas sus farramallas remiten al mismo barrizal de fingimientos. El majadero es allí un cofrade eminente, y el badulaque el jefe de la tribu. Los más divulgados atributos de su naturaleza son también los más falibles. Pues ¿qué son si no innobles perifollos, los gracejos, los regocijos, las alharacas? La verdadera contrapartida coincide con la índole de los ensimismados, los introvertidos, los melancólicos, únicos pobladores legítimos de esa tierra tan de continuo maltratada. Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

J.M CABALLERO BONALD. "Desaprendizajes" Ed. Seix Barral

lunes, 9 de mayo de 2016

EFECTO PLACEBO Y EFECTO NOCEBO EN EL TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD.

Efecto placebo y efecto nocebo de los tratamientos

Todos los medicamentos pueden tener un efecto positivo sobre la mayoría de las dolencias, llamado efecto placebo.
           El efecto placebo es el efecto beneficioso, subjetivo y a veces objetivo, que tiene una sustancia que se sabe es inerte, es decir, ni beneficiosa ni perjudicial sobre los síntomas del paciente.
             La investigación de un producto farmacéutico, antes de salir al mercado, además de otros múltiples pasos, se hace comparándolo con un placebo, no sabiendo ni el investigador ni el paciente quien está tomando la sustancia inerte o la que es objeto de investigación. El efecto placebo llega a conseguir efectos positivos en proporción nada despreciable, por eso la sustancia activa debe superarlo claramente para ser aceptada.
         El efecto nocebo no es tan conocido como el placebo. Se denomina así a los efectos indeseables producidos por una sustancia inerte. 
         Ambos no dependen de la sustancia en sí ni de la vía de administración. Forman parte de cualquier respuesta terapéutica y, en principio, todo paciente puede verse afectado. Debemos tener en cuenta que tanto el efecto placebo como el nocebo, lo  tienen también las farmacológicamente activas, independientemente de su acción, lo cual puede alterar el análisis de los resultados.
        Como dice Jordi Ferreres[i] “es muy probable que el efecto nocebo pueda constituir un factor importante que distorsione notablemente el tratamiento farmacológico. Por ejemplo, la aparición de síntomas imprecisos de elevada prevalencia en la vida diaria de personas con antecedentes frecuentes de reacciones adversas farmacológicas, con conductas ansiosas y que manifiestan temor a que los fármacos prescritos puedan causarles efectos indeseables, deben inducir a sospechar la posibilidad del efecto nocebo”.
             ¿Cuál es el mecanismo? Indiscutiblemente psicológico, tanto en un caso como en el otro. Si un paciente recibe un tratamiento de un profesional con el que tiene buena relación, tiene fe en él, en su formación, en su interés y en su diagnóstico, el tratamiento tiene muchas más posibilidades de ser eficaz, basado precisamente, también, en el efecto placebo. Balint decía, con razón, que el primer medicamento es el propio médico; se refería a esa "conexión" positiva que es capaz de establecer el médico con el paciente.
        Si la relación es distante, negativa, no confía en su preparación, o en su implicación, la posibilidad de que el tratamiento sea eficaz, e incluso de que siga bien las prescripciones, disminuyen notablemente y, además, es posible que se de el efecto nocebo, es decir, que el tratamiento le vaya mal aunque no existan razones objetivas para ello.
             El ejercicio de los profesionales de la salud no debe basarse solo en el efecto placebo, sería un fraude. Es indispensable que la medicina oficial, basada fundamentalmente en la ciencia, requisito indispensable, se arme también de este poderoso medio para conseguir la máxima eficacia; pero no solo como estrategia, sino porque pienso que debe ser así la "relación clínica", teniendo en cuenta el factor físico y pisicológico, indispensables ambos. Esta actitud entraña, también, muchas satisfacciones profesionales y humanas al sanitario
            La curación de los hechiceros se basaba fundamentalmente en el efecto placebo. Cuanta más parafernalia acompañaba al proceso de curación solía ser más eficaz. Actualmente hay medicinas alternativas, curanderos, etc. que basan su eficacia en este efecto.
         En las enfermedades terminales, la relación entrañable y próxima entre médico y paciente, además del tratamiento farmacológico paliativo, no cura, pero puede mitigar los síntomas y hacer llevar mejor la enfermedad.

            Ángel Cornago Sánchez
De mi libro:  Comprender al enfermo.  Edt. Salterrae.








martes, 3 de mayo de 2016

LA SOLEDAD. CAUSA DE SUFRIMIENTO.


La soledad


Tal vez la soledad es una de las mayores circunstancias de sufrimiento. Soledad es una sensación psicológica, en la que la persona se siente desconectada del mundo que le rodea, y su ámbito psicológico se mueve en su propio mundo. La soledad se puede buscar y, en ese caso, suele ser positiva, incluso, es psicológicamente saludable buscar de vez en cuando el estar solos, para ayudarnos a poner en orden nuestro mundo interior. En todo caso son soledades durante un lapso de tiempo, en general, no muy dilatado. En otras ocasiones, las soledades se padecen. Habitualmente se deben, a incapacidad psicológica para comunicarse con el entorno, lo cual constituye una enfermedad, o porque las circunstancias sociales o familiares lleven al aislamiento, que es el caso de muchas personas.
Se puede estar rodeado de gente y estar solo, incluso conviviendo con la pareja y con los hijos. De hecho, es frecuente que, en la convivencia entre personas, la comunicación se reduzca a frases estereotipadas, incluso a silencios más o menos intencionados; es una forma de vivir en soledad. La sensación de soledad, aparece cuando no te puedes comunicar con las personas que te rodean a un nivel más íntimo, a un nivel más profundo, de tal forma que puedas compartir tus preocupaciones, tus miedos, tus angustias, mostrar tus debilidades... Es la característica fundamental. Ocurre en muchas parejas que, aunque no discutan ni tengan enfrentamientos, tampoco se comunican a un nivel profundo. Algo se puede paliar con los afectos, pero al fin y al cabo el afecto es una forma importante de comunicación. Aunque, incluso la comunicación intrascendente, es mejor que la falta de comunicación, pues detrás de las palabras, existen consideraciones, afectos, respeto... que de alguna forma es percibido de forma positiva. Aunque detrás de los silencios también puede haber desprecio e incluso agresividad. En definitiva, el requisito importante y básico es comunicarnos a nivel más o menos profundo.
Es frecuente que personas que viven solas tengan una mascota con la que hablan y trasmiten afectos que, de alguna forma, viene a paliar, a veces de forma importante, su soledad; las mascotas en algunos casos llegan a representar algo simbólico, dándoles tanta importancia o más que a los seres humanos.
El anciano padece con frecuencia sensación de soledad. Por una parte porque en realidad viven solos y sus posibilidades de comunicación y transmisión de afectos están muy limitadas. Por otra parte, el anciano en la sociedad actual carece de interés para los que les rodean: representa lo caduco, lo débil, lo enfermo, incluso se siente rechazado desde lo físico. En definitiva, representa la muerte y la próxima finitud de la vida, y eso la sociedad actual no lo digiere.
La soledad ocasiona ensimismamiento en el propio mundo, sobre todo pasado, melancolía, tristeza, depresión, sufrimiento. También es un factor de riesgo para padecer dolencias físicas, al mismo nivel que la hipercolesterolemia, la obesidad o la hipertensión arterial, como publicó la revista Science. La socióloga Mª Teresa Bazo[i] en un trabajo muy interesante, descubre que la variable fundamental para determinar el grado de salud percibida, es el sentimiento de soledad. De los resultados obtenidos se desprende, que varones y mujeres se sienten en mejor estado de salud cuando no experimentan soledad, y las personas de menor edad pero solitarias, se sienten tan enfermas como las de mayor edad.
Ángel Cornago Sánchez.
De mi libro "Comprender al enfermo". Edt. Salterrae 




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