lunes, 9 de mayo de 2016

EFECTO PLACEBO Y EFECTO NOCEBO EN EL TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD.

Efecto placebo y efecto nocebo de los tratamientos

Todos los medicamentos pueden tener un efecto positivo sobre la mayoría de las dolencias, llamado efecto placebo.
           El efecto placebo es el efecto beneficioso, subjetivo y a veces objetivo, que tiene una sustancia que se sabe es inerte, es decir, ni beneficiosa ni perjudicial sobre los síntomas del paciente.
             La investigación de un producto farmacéutico, antes de salir al mercado, además de otros múltiples pasos, se hace comparándolo con un placebo, no sabiendo ni el investigador ni el paciente quien está tomando la sustancia inerte o la que es objeto de investigación. El efecto placebo llega a conseguir efectos positivos en proporción nada despreciable, por eso la sustancia activa debe superarlo claramente para ser aceptada.
         El efecto nocebo no es tan conocido como el placebo. Se denomina así a los efectos indeseables producidos por una sustancia inerte. 
         Ambos no dependen de la sustancia en sí ni de la vía de administración. Forman parte de cualquier respuesta terapéutica y, en principio, todo paciente puede verse afectado. Debemos tener en cuenta que tanto el efecto placebo como el nocebo, lo  tienen también las farmacológicamente activas, independientemente de su acción, lo cual puede alterar el análisis de los resultados.
        Como dice Jordi Ferreres[i] “es muy probable que el efecto nocebo pueda constituir un factor importante que distorsione notablemente el tratamiento farmacológico. Por ejemplo, la aparición de síntomas imprecisos de elevada prevalencia en la vida diaria de personas con antecedentes frecuentes de reacciones adversas farmacológicas, con conductas ansiosas y que manifiestan temor a que los fármacos prescritos puedan causarles efectos indeseables, deben inducir a sospechar la posibilidad del efecto nocebo”.
             ¿Cuál es el mecanismo? Indiscutiblemente psicológico, tanto en un caso como en el otro. Si un paciente recibe un tratamiento de un profesional con el que tiene buena relación, tiene fe en él, en su formación, en su interés y en su diagnóstico, el tratamiento tiene muchas más posibilidades de ser eficaz, basado precisamente, también, en el efecto placebo. Balint decía, con razón, que el primer medicamento es el propio médico; se refería a esa "conexión" positiva que es capaz de establecer el médico con el paciente.
        Si la relación es distante, negativa, no confía en su preparación, o en su implicación, la posibilidad de que el tratamiento sea eficaz, e incluso de que siga bien las prescripciones, disminuyen notablemente y, además, es posible que se de el efecto nocebo, es decir, que el tratamiento le vaya mal aunque no existan razones objetivas para ello.
             El ejercicio de los profesionales de la salud no debe basarse solo en el efecto placebo, sería un fraude. Es indispensable que la medicina oficial, basada fundamentalmente en la ciencia, requisito indispensable, se arme también de este poderoso medio para conseguir la máxima eficacia; pero no solo como estrategia, sino porque pienso que debe ser así la "relación clínica", teniendo en cuenta el factor físico y pisicológico, indispensables ambos. Esta actitud entraña, también, muchas satisfacciones profesionales y humanas al sanitario
            La curación de los hechiceros se basaba fundamentalmente en el efecto placebo. Cuanta más parafernalia acompañaba al proceso de curación solía ser más eficaz. Actualmente hay medicinas alternativas, curanderos, etc. que basan su eficacia en este efecto.
         En las enfermedades terminales, la relación entrañable y próxima entre médico y paciente, además del tratamiento farmacológico paliativo, no cura, pero puede mitigar los síntomas y hacer llevar mejor la enfermedad.

            Ángel Cornago Sánchez
De mi libro:  Comprender al enfermo.  Edt. Salterrae.








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