RIGOR INTELECTUAL
En el momento histórico que estamos viviendo, tal vez más que nunca, en un ejercicio de responsabilidad, es
preciso que influyamos en el entorno social que nos toca vivir, cada uno en su
ámbito, pero desde una actitud de honradez y rigor intelectual a la hora de
enjuiciar las situaciones y expresar las opiniones. No podemos ser esclavos de
ideas preconcebidas ni de consignas emanadas por asociaciones, religiones, o
partidos políticos, aunque a la postre podamos coincidir con ellas después de
reflexionar y valorar sus posturas.
Hoy, los ciudadanos, hastiados ya, contemplamos el espectáculo bochornoso de la lucha irracional, y, a veces, barriobajera entre partidos, utilizando como armas arrojadizas las propuestas del
contrario, aunque puedan ser razonables, incluso adecuadas para la mayoría. Han
pervertido sus fines. No es el bien de los ciudadanos origen de sus cargos lo que persiguen, sino, unos conservar el poder, y los otros arrebatárselo. En
definitiva, el poder por el poder. En esta lucha vale todo. Ni se sonrojan con
sus zafios razonamientos. No valoran nuestra capacidad intelectual; piensan que
nos engañan con sus actitudes y burdos argumentos. Están jugando con fuego. Algunos, no cumplen los requisitos mínimos deseables para ostentar el cargo de responsabilidad y de decisión que ostentan.
Mientras, los ciudadanos asistimos decepcionados a ese perverso olvido por parte de las clases políticas que nos
dominan. Pienso que el sistema está gastado. La “derecha”, “la izquierda”, tal
como las utilizan los protagonistas, no sirven, aunque, probablemente los que no
sirven son dichos protagonistas. Sería preciso que la mayoría de esos
dirigentes desaparecieran de la escena y fueran sustituidos por otros nuevos,
honrados, y con la idea clara de que su objetivo somos los ciudadanos, no
conservar o llegar al poder.
Nosotros, también somos responsables. Los dogmatismos del signo que sea
nos esclavizan. De hecho, un tanto por ciento nada despreciable de los votos emitidos
en las elecciones, son de personas que siempre votan al mismo partido, por
ideas preconcebidas. Gracias a que
hay otro tanto por ciento que es capaz de otorgar su voto dependiendo del
juicio sobre sus actuaciones, los países progresan, por que, la alternancia, el pluripartidismo, el consenso entre los diferentes partidos, es
progreso.
El librepensamiento es la base de la vida intelectual. Es preciso no
estar sujetos a dogmatismos en ningún
ámbito. El discurso de los partidos huele a
naftalina, por caduco, por sesgado, por poco riguroso, por poco respetuoso con
la inteligencia de los ciudadanos. Debemos ser capaces del análisis despojado
de ideas preconcebidas, lo contrario es una rémora para el progreso y para
llegar a posiciones más avanzadas.
El juicio es un ejercicio intelectual que debe ser libre de dogmas
políticos y religiosos. La religión es respetable; incluso, si se quiere,
adecuada en el ámbito privado, pero no como doctrina en el análisis del quehacer
político y social. La militancia política, la simpatía por un partido, también
lo es, pero sin sometimiento a sus consignas y a sus líderes si no lo hacen
bien y no permiten el debate; antes al contrario, los simpatizantes y
militantes, tienen más responsabilidad que los demás para intentar reconducir
su deriva y mantenerlos siempre vivos. Esta actitud, los dirigentes respectivos
no lo van a consentir; no les interesa militantes con criterio propio, sino
personas que acaten las consignas que emergen de la cúpula sin discutirlas: son
los militantes que medran, los que van en las listas, pero el suicidio de los
partidos, situación a la que ya hemos llegado.
El momento actual en España, es especialmente grave. Nuestros políticos nos están enseñando sus lados más oscuros. Unos más que otros.
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