Mujer y sociedad.
No cabe duda, que la mujer ha sido y es discriminada por su condición de
tal. Durante muchos periodos de la historia, este comportamiento ha sido la
regla.
El mecanismo para someterla en tiempos primitivos cabe pensar que fue la
fuerza, aunque después, la educación, tanto en la familia como en las escuelas,
ha sido el modo más poderoso, sutil y eficaz para conseguirlo. Hasta hace pocos
años así era, e incluso muchas madres lo inculcaban a sus hijas; como ejemplo
de lo dicho, algunas las obligaban a levantarse de la mesa a servir un vaso de
agua al hermano varón, o a servirle la comida o la cena. Las mismas hijas
adoptaban ese papel como una obligación.
No pocos hombres se comportaban con el poder que en ese momento se les
otorgaba, considerando a la mujer una propiedad que tenía la obligación de
servirles. Aunque, era frecuente que la mujer fuera el elemento fuerte de la
casa, tomando las decisiones importantes sobre los hijos, y administrando la
economía.
Actualmente en nuestro medio está cambiando, pero queda mucho trecho, y
especialmente en algunos lugares del mundo viven peor que los animales,
utilizándolas como esclavas, e incluso disponiendo de su vida impunemente. Es de
suma gravedad, y los organismos internacionales que nos representan, no pueden
mirar hacia otro lado.
En cuanto a capacidad intelectual, responsabilidad, consecuencia,
compromiso, minuciosidad, equilibrio, afectividad, etc., son tan capaces, y, en
muchos casos y aspectos, más que los varones. He tenido la suerte de trabajar
habitualmente con mujeres, y su capacidad, preparación, dedicación,
responsabilidad, etc., no se ha diferenciado en nada de la de mis compañeros.
La educación es el camino. Debe ser igual para ambos sexos, respetando
las peculiaridades de cada cual. Es una injusticia que los sueldos sean
distintos; para igual trabajo igual sueldo.
La maternidad es una circunstancia diferenciadora que los gobiernos deben
valorar y favorecer, porque es la esencia de la supervivencia de la sociedad, y
lejos de penalizarla discriminando a las madres, deben primar la natalidad con
coberturas sociales, y la reinserción de la mujer a su puesto de trabajo con
todas las garantías, y haciendo compatibles el trabajo con la maternidad y con
la familia.
Esta sociedad no habrá llegado a la madurez hasta que no haya superado
algo tan básico como la igualdad de sexos. También la igualdad de razas, la no
discriminación por el lugar de nacimiento, por la orientación sexual.
Ángel Cornago Sánchez.
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