jueves, 27 de abril de 2017

TERRORISMO POLÍTICO

TERRORISMO POLÍTICO

Terrorismo es una forma violenta, no encuadrada en las relaciones civilizadas y honestas, para intentar imponer unas ideas y un sistema por la fuerza, sin importarles utilizar la violencia. Es un método conceptualmente fascista. Se legitiman y justifican sintiéndose en posesión de una supremacía moral; se sienten salvadores, incluso “héroes”. El terrorismo no utiliza el argumento de la razón, ni la negociación, solo desea imponer sus argumentos por la fuerza, por la intimidación, por el chantaje. No respeta las reglas de juego democráticas. A veces es violento y llega a justificar el asesinato. Tenemos sobrados ejemplos en el mundo, y también próximos.
El terrorismo político es un terrorismo “light”. No utiliza la violencia cruda, pero no está dispuesto a moverse de sus postulados, y no admite las reglas democráticas del juego político. Solo las admite para infiltrarse, para luego intentar dinamitar las instituciones, ponerles piedras en el camino, agitar la confrontación que es donde se sienten como pez en el agua. También se sienten salvadores. No les importa la razón ni los argumentos de los otros, sino los suyos; imponer lo que persiguen. Suelen tener líderes mesiánicos, rodeados de una corte de acólitos que mama del líder que ostenta autoridad absoluta, al que obedecen ciegamente. Pueden utilizar la violencia callejera, la intimidación, la coacción.
Demasiado viejo, demasiado experimentado, demasiado dolor, demasiada sangre, demasiada incapacidad. La libertad para ellos no existe. El sistema psicológicamente es perverso, pero siempre es el mismo; cuando están instalados en el terrorismo político, que es el sucedáneo que utilizan, llegan a justificar la coacción, incluso, en su deriva pueden llegar a justificar la violencia cruda.

Realmente, los sistemas políticos que dominan el mundo y que llamamos democráticos, dejan mucho que desear, muchos de ellos son corruptos y están dominados por poderes económicos en la sombra. Tampoco son la solución, sino el problema. Es un sistema de dominio también perverso. Debe aparecer una nueva generación de hombres y mujeres armados de valores. Es la solución, aunque la perspectiva es pesimista. 

Ángel Cornago Sánchez

sábado, 22 de abril de 2017

LOS CINCO SENTIDOS. EL OLFATO

La infancia es un periodo clave en nuestra vida. Sobre la estructura psicológica virgen y sin mecanismos defensivos, van a actuar estímulos que nos van a impactar profundamente y que van a ir modelando nuestra urdimbre psicológica, intelectual y afectiva. Esta trama, por supuesto, será modificada a lo largo de nuestra vida, pero no fácilmente, y siempre, a través de procesos psicológicos lentos, y a veces dolorosos.
Los hechos y las vivencias de esa época infantil tienen tanta fuerza, que aún después de muchos años, revivir un hecho que nos impactó de forma especial, se acompaña de las sensaciones y emociones que entonces experimentamos.
Los sentidos son algo más que un sistema de comunicación con el entorno. No sólo trasmiten información fría, sino que dicha información va unida a vivencias que, incluso, dejan huella y se pueden rememorar con los años unidos a las sensaciones que entonces nos provocaron.

El olfato

El olfato es un sentido primordial en la especie animal venido a menos en los humanos a través de los tiempos, al no tener que utilizarlo de forma perentoria para la supervivencia, debido a la evolución y al desarrollo de nuestro cerebro que ha hecho de nuestra especie la que domina el mundo; a pesar de todo, es un sentido fundamental para el examen de lo que nos rodea. Cuando conocemos un lugar por primera vez, el olfato junto con la vista y el oído, exploran el entorno. Utilizamos el olfato en nuestras actividades más placenteras, así, olemos lo que vamos a comer, y es fundamental el olor de la persona a la que vamos a amar.
 Es uno de los sentidos que nos conecta más fácilmente con aquellas primeras sensaciones; en mi caso no tengo el olfato especialmente desarrollado y, sin embargo, me transporta con frecuencia al pasado; cuando revivo una situación, no me es difícil sentir aquel olor, y, con más facilidad, cuando percibo un olor determinado, lo identifico con una situación, ya sea agradable o traumática ya vivida. El resto de los sentidos como el gusto, el tacto, la vista o el oído, lo hacen de forma más superficial. Esta unión entre hecho, sensación afectiva y vivencia sensorial, sucede con acontecimientos que nos han impactado especialmente a lo largo de nuestra vida.
Recuerdo el olor de los urinarios del colegio de religiosos donde pase los primeros años de mi educación, y lo recuerdo unido a una sensación de desasosiego y de angustia que era la habitual en la que viví aquellos primeros años en aquel centro. Acudir a las clases cada día me suponía algo muy cercano al terror, por los métodos despiadados que utilizaban con nosotros, desde amenazas continuas intimidatorias, castigos, y severas agresiones físicas. El ambiente estaba cargado de inseguridad y de miedo. Con frecuencia tenía que ir al retrete, creo que motivado por la desestabilización crónica que en mi intestino provocaba aquel clima de angustia. Llevo todavía aquel olor interiorizado, y cuando lo percibo en algún lugar, no puedo menos que sentir desasosiego, supongo que como reflejo condicionado unido a las vivencias de entonces.; probablemente sea la situación más traumática de mi infancia y que, de alguna forma, me ha marcado de forma negativa en determinados aspectos. Si la finalidad de los colegios es educar y sacar partido de los discípulos, estoy seguro de que aquel produjo ciertos destrozos en mis potencialidades que seguramente nunca he llegado a reparar del todo´.
 
Ángel Cornago Sánchez.
De mi libro “Arraigos, melindres y acedías”. Eds. Trabe


viernes, 7 de abril de 2017

LA PERVERSIÓN DE LA EDUCACIÓN

LA EDUCACIÓN Y SU PERVERSIÓN

Ángel Cornago Sánchez

Estoy convencido, de que educar, es una de las profesiones cuyo ejercicio lleva aparejada una gran carga responsabilidad; si no la mayor.
Educar no es enseñar conocimientos, que también; es, fundamentalmente, formar en valores de justicia, respeto, esfuerzo, solidaridad, tolerancia, humanismo. Ayudar a formar el entramado psicológico e intelectual, con el que los alumnos se van a manejar a lo largo de su vida, de lo que va a depender, sus comportamientos, decisiones; lo que ellos van a aportar a sus hijos y, también, al medio social en el que se desenvuelven.
Un profesor está impartiendo enseñanza desde que entra por la puerta de su clase, con su actitud, con su manejo de las situaciones individuales y colectivas no siempre fáciles. Es un espejo en el que los alumnos se miran, sobre todo si el docente se ha prestigiado a los ojos de sus alumnos. Los educadores junto al medio familiar, tienen una importancia capital en el futuro de los seres humanos, incluso, yo diría que algunos educadores más que los propios padres, con los que suele haber frecuentemente artefactos que distorsionan la comunicación.
Conocedores de esta verdad, partidos políticos totalitarios, nacionalistas, grupos religiosos fundamentalistas, diversos poderes, tratan de sembrar en los educandos, desde el púlpito de autoridad moral y académica que se les presume y no se les discute, teorías y conocimientos, dirigidos a que en el futuro sean militantes de las ideas que ellos tratan de propagar. Muchos, incluso, tergiversan la historia y la acompañan de soflamas,  de emoción, para así aumentar su eficacia.
Me parece de una gravedad palmaria intentar manipular las mentes infantiles para provechos doctrinales políticos o religiosos. Es la perversión de lo que debe ser la educación. Tenemos ejemplos sobrados en el mundo; también próximos.
El momento que vivimos es de miseria humana: corrupción, obsesión por el poder como primer objetivo, y de líderes carismáticos muy peligrosos.
La mayoría silenciosa, cobardemente callada.

Ángel Cornago Sánchez




domingo, 2 de abril de 2017

LA SONRISA COMO FORMA DE COMUNICACIÓN



La sonrisa.

La palabra es el modo más habitual de comunicación entre los humanos, pero desde luego no el único. Su importancia como tal radica en que se puede utilizar a distancia sin necesidad de verse ni de tocarse que son los otros dos sentidos con los que intercambiamos información (con el olfato necesitamos proximidad). Aun así, el significado de la palabra se puede artefactar, fundamentalmente con el tono, y el sentido de la frase no ajustarse a lo que literalmente quiere decir. Por eso, en la relación con nuestros semejantes estamos diciendo muchas cosas no sólo con la palabra, sino con todo nuestro cuerpo: desde nuestra forma de vestir y acicalarnos, la expresión de nuestra cara, el tono de las frases, e incluso con los silencios, estamos trasmitiendo una serie de información que con frecuencia puede incluso estar en contradicción con lo que literalmente estamos hablando. En la escala de credibilidad es más verosímil lo que estamos diciendo con todos estos “accesorios” de la comunicación que lo que estamos diciendo con las palabras.
La sonrisa es un gesto sutil de comunicación que indica un estado de ánimo positivo hacia el oponente; si nuestra relación con otra persona va precedida de una sonrisa estamos trasmitiendo a nuestro interlocutor que estamos en actitud positiva para relacionarnos con él.
A veces la sonrisa se nos escapa e indica un estado de ánimo íntimo; cuando estamos escuchando algo que nos agrada, pensando o recordando algo que nos es grato, es frecuente que lo delatemos con la cara porque estamos, sin ser conscientes, esbozando una sonrisa.
Como es habitual en comunicación, no siempre el gesto se ajusta a lo que habitualmente quiere decir; ocurre también con la sonrisa. Cuando alguien recibe lo que estamos diciendo o nos mira con una sonrisa irónica, percibimos claramente el rechazo e incluso la agresividad que nos está trasmitiendo.
En la evolución de la especie la sonrisa ocupa un grado sofisticado de expresión. En esta cadena, el hombre primitivo debía de pasar de llorar a lágrima viva, a la carcajada a mandíbula batiente, siendo estados más depurados el sollozo y, sobre todo, la sonrisa, adquiridos mucho después. La carcajada es una explosión de júbilo primitiva, física, pero en la sonrisa el estado de júbilo o de bienestar está en la mente, es más intelectual y trasciende al exterior.
Tal vez esta es la razón por la que mi hijo cuando tenía cinco años, en sus interrogantes sobre la muerte, un día me preguntó si cuando morimos el cuerpo se queda aquí en la tierra, pero si la “pensadura” y la “sonrisa” se iban al cielo, percibiendo perfectamente que la sonrisa es un gesto que va unido a algo que trasciende lo meramente físico y en la misma categoría que el pensamiento.

Ángel Cornago Sánchez. De mi libro “Arraigos, melindres y acedías”