BUENISMO
“Buenismo”
es una manifestación positiva sobre un tema, una actuación, basada, no en el
juicio analítico del tema en cuestión, sino más bien en el “deseo” y, más frecuentemente,
para ajustarse a “lo políticamente correcto” en ese momento. Suelen ser temas
sensibles, en los que expresar una opinión disidente puede provocar escándalo
social, o en determinados círculos, aunque muchos y muchas la piensan pero no
se atreven a manifestarla.
El
buenismo, en general, no se adapta a lo que realmente opina el individuo que
emite el juicio, o al menos no lo considera, sino que intenta mimetizarse en la
“teórica” opinión dominante, no reflexionada y aceptada sin debate, o con un
debate superficial y simplista que trata de justificar el juicio más que
analizarlo. Si se discrepa daría lugar a escándalo en el coro de hipócritas de
turno, muchos de los cuales, en el fondo, tampoco piensan lo que manifiestan.
Los
buenismos, aunque sean con buena voluntad, impiden el juicio ponderado de los
temas y las situaciones, lo cual solo conduce a errores y a no solucionar los
temas en cuestión o a solucionarlos mal.
El
juicio es fundamental; se deben afrontar los temas de frente, con todas sus
implicaciones. Después se adopta la solución que se considere, aunque sea la
formalmente más popular, pero al menos con los pies en el suelo y programando
las soluciones posteriores, y siendo conscientes de todas las consecuencias.
El
buenismo se utiliza con temas sensibles en las que se asume un postulado
teóricamente justo sin análisis de las consecuencias.
El
buenismo lo utilizan la pléyade de inútiles que pululan por los pasillos de la
vida pública y de la vida política. Estos ni se paran a pensar, y muchas veces
tampoco tienen capacidad para hacerlo, manifestando lo que sus electores o su
tropa quiere escuchar, en un ejercicio de incapacidad, inmoralidad e
inconsecuencia.
Ángel
Cornago Sánchez