El gusto.
El gusto es un sentido que apenas
deja huella. Es muy difícil reconocer un gusto similar a otro que nos impactó
de forma especial cuando éramos niños, más bien van unidos a comparaciones pero
no a identificaciones; eso probablemente se debe a que todos los recuerdos van
unidos a vivencias impactantes, y el acto de comer que es cuando degustamos, es
demasiado primitivo y poco sofisticado como para verse afectado por
acontecimientos; cuando estos suceden en el acto de la ingesta, se suspende
esta y son otros los sentidos que viven el acontecimiento y por tanto los que
quedan mediatizados. Aun así tengo recuerdos que rememoro por el gusto, alguno
de ellos tal vez intelectualizado y dominado por un juicio de valor: bueno o malo.
La vista.
La vista es probablemente el
sentido básico por excelencia. Su función es la de información. En un medio
hostil, sin visión y sin ayuda, moriríamos en poco tiempo. Es fundamental para
desplazarse, para defenderse de los enemigos, para buscar comida. Como el oído,
está funcionando continuamente excepto durante el sueño, seleccionando y
mandando información a nuestro cerebro que este interpreta, selecciona, fija,
desecha o almacena. Las imágenes que almacenamos son las que por el motivo que
sea han atraído especialmente nuestro interés o las hemos vivido con especial
intensidad.
Cuesta trabajo rememorar imágenes
que fueron impactantes en su momento a partir de las actuales; la visión puede
ser el hilo conductor que traiga a la memoria situaciones similares ya vividas.
Otras veces el reconocer los lugares o las personas con las que tuvimos
relación hace años, nos sirve como vehículo para recordar el pasado. Emociona
ver a alguien que conocimos y con quien tuvimos una relación positiva hace
años, pero la imagen visual no es la misma. Lo propio sucede cuando volvemos a
un lugar en el que vivimos momentos felices o desgraciados; incluso el más
subdesarrollado ha cambiado, unas veces por mejora y otras por abandono.
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