El oído
El oído es un sentido poco íntimo.
Es el sentido de la información por excelencia, que nos sirve para recibir
mensajes del exterior, y por su tamiz van a pasar un sinfín de estímulos sonoros,
muchos de los cuales lo harán de forma desapercibida, otros se vivirán de forma
consciente, y unos pocos se acompañaran de una reacción afectiva. Es un sentido
que está funcionando y dándonos información durante todo el tiempo que estamos
en estado vigil. Es importante en el desarrollo de la inteligencia, y necesario
para la palabra; de hecho, para aprender a hablar necesitamos escuchar nuestra
propia voz.
Las palabras, expresiones, tonos,
incluso el silencio, tienen una fuerte carga afectiva, pero difíciles de
rememorar; sí recordamos el significado de frases concretas que nos impactaron.
Sin embargo, es más fácil cuando el sonido es una melodía musical. La música es
capaz de cambiarnos el estado de ánimo y de transportarnos a situaciones
imaginarias de paz, de intensa emoción, y también de provocarnos desasosiego y
melancolía si la melodía rememora tiempos pasados felices que ya no van a ser. La
música nos estimula a bailar y a movernos al son de un ritmo determinado. Es
una sensación muy primigenia que aparece
en todas las tribus por primitivas que sean.
El oído en el reino animal es el
sentido de la comunicación, a través de el se reconocen los sonidos como
conocidos o no, como familiares o como peligrosos. Es un sentido fundamental
para la supervivencia de muchas especies.
Aunque objetivamente junto con la
vista es el sentido por excelencia para comunicarnos por medio de la palabra,
no es el más fiable, pues con una mirada, una sonrisa, con los gestos de
nuestro cuerpo, podemos comunicar mensajes que incluso pueden estar en
contradicción con lo que literalmente estamos oyendo.
El tacto
El tacto es un sentido inmediato;
es un sentido que presiento que trasmite algo más que lo que simplemente
tocamos. Las manos extendidas son como un radar y, en sus palmas, podemos
experimentar las más variadas sensaciones; de hecho, diversas religiones y técnicas de relajación basan parte de su
liturgia en el tacto, así, es frecuente adoptar determinadas posiciones con las
palmas de las manos extendidas como intentando transmitir o percibir
sensaciones extra-sensoriales.
A través de ellas podemos trasmitir
las vivencias más íntimas. Hay tactos de mano con mano, que nos trasmiten
sensaciones agradables, de proximidad, de sintonía y otras lo contrario.
También, estrechar la mano de otra persona nos hace percibir la actitud de esa
persona para con nosotros, incluso nos informa sobre facetas de su personalidad
(si es enérgica, afectiva, fría etc.). Sin embargo, son percepciones inmediatas
y únicas que es muy difícil volver a revivir, aunque quedarán gravadas en el
recuerdo de forma más o menos intensa.
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