Breves reflexiones sobre la tolerancia
Tolerancia, es una actitud, una obligación moral que, como ciudadanos de
un mundo plural, debemos tener con las personas que piensan de forma distinta,
tienen distintas costumbres, distinta cultura, lengua, religión, etc. Cuando
hablamos de tolerancia, estamos dando por hecho, que es algo que aceptamos
voluntariamente, que lo hacemos como un acto positivo, voluntario, aunque
sujeto al imperativo moral de respeto a la diversidad.
La tolerancia es fundamental para vivir en cualquier situación. Nace de
la necesidad que tenemos como seres individuales, y al mismo tiempo sociales que
precisamos convivir en paz, sobre todo en este mundo globalizado donde las
idiosincrasias son tan diversas. La tolerancia siempre es imprescindible para
convivir, ya sea en la familia, en un grupo social, en el trabajo, etc. Debe
ser una actitud en la vida, reflexiva, razonada, que no está reñida con tener
convicciones firmes y defenderlas. No hay que razonar mucho para entender que
todos los seres humanos independientemente de su raza, lengua, color de su
piel, etc. merecemos el mismo respeto; conceptualmente nadie es más que nadie.
¿Dónde están los límites de la tolerancia? Considero que, en no aceptar a
los intolerantes, a los que no respetan la pluralidad, a los que quieren
manejarnos para sus fines. A los que no respetan las reglas tácitas de
convivencia, a los que no respetan las leyes que nos hemos dado. Ese clima de
tolerancia, sana psicológicamente, humanamente, socialmente, hay que defenderla
con uñas y dientes contra los que tratan de romperla para imponernos sus
opiniones, sus leyes, sus costumbres. Estas actitudes son conceptualmente
fascistas, se tiñan con el color que se tiñan.
Hay métodos solapados de manejo de opiniones, de imposición de ideas y de
criterios, de decisiones, cuyo fondo es igualmente totalitario. Este tipo de
poderes, no las imponen por la fuerza porque las reglas de juego democrático
se lo impiden. Con este tipo de gente, ni un paso atrás. En este tiempo, hay
muchos fascistas disfrazados de “corderos”.
Ángel Cornago Sánchez