LA
BANDERA
Formo parte de una generación que crecimos en un ambiente
social y en unas enseñanzas dominadas por los ritos y los símbolos. Las
celebraciones religiosas con su boato en las grandes fiestas y procesiones, sus
ceremoniales, sus ricas vestimentas. Las manifestaciones políticas con un
marcado signo plebiscitario, y conceptos como patria, bandera, caudillo, raza,
tenían gran poder de convocatoria, alrededor de los cuales, existía un halo de
fervor enardecido e irracional que, aparentemente, aglutinaba a las masas;
probablemente era más aparente que real, y en ocasiones aberrante. El paradigma
de este tipo de comportamientos es el que originó la filosofía y principios
nazis; recuerden toda la parafernalia de signos y símbolos que utilizaban. Hoy,
existen muchos ejemplos similares en el mundo, que son capaces de manipular a
la mayoría e incluso bajo sus lemas y banderas justificar la violencia y el
asesinato.
Nuestra generación tuvimos claro que aquello era ficticio,
que detrás de aquellos conceptos, de aquellas actitudes, de aquellas
ceremonias, había fundamentalmente un intento de manipular y de dirigir a la
mayoría. Identificamos los símbolos y los ritos con la mentira y con la
opresión. Sentimos que aquello había que cambiarlo y sustituirlo por otras
ideas, más sociales, más humanas. Pero los ritos y los símbolos quedaron
devaluados como reflejo condicionado a la situación que nos tocó vivir.
Pero, no cabe duda que cumplen un papel importante. Para
cerciorarnos solo tenemos que leer la historia y observar los países del mundo.
Este proceso es irracional y emotivo, pero necesario. Una bandera es un trozo
de trapo, pero simboliza lo que por consenso hemos decidido otorgarle. Es un
mecanismo de unión de los grupos sociales, desde los equipos de futbol, asociaciones
y, sobre todo países y naciones, desde los grupos sociales más primitivos hasta
los más poderosos, desde las religiones a los poderes económicos y políticos.
Todos tienen su emblema y bandera.
Los símbolos y los ritos son necesarios, no basta con una
ideología justa, ni con una información de los contenidos reflexiva para que
cada cual los asimile. La pedagogía de este primer proceso es racional y
necesaria, basada en la información y en la reflexión. Pero como seres sociales
que somos, necesitamos unirnos para defender objetivos comunes, sobre todo
nuestra supervivencia como grupo social, como nación. En nuestro país este
concepto también está en crisis. Uno más entre tantos aspectos, junto con la
corrupción generalizada.
Los partidos políticos tienen, entre otras, dicha
responsabilidad: unificarnos alrededor de símbolos que sean comunes a todos y
que a todos nos representen. Es fundamental la bandera y la idea de patria. Hay
que reforzar nuestro grupo social. Ambos no se deben identificar con la
dictadura. Deben dejar de utilizarlos como arma arrojadiza. La razón unida a la
emoción refuerza la cohesión. Es un poderoso mecanismo psicológico utilizado
desde siempre.
Me ofende que piten al himno o a la bandera de España, que la desprecien, o a
las de mi región, mi ciudad… Debemos tener y reclamar respeto para nuestros
símbolos, lo cual no está reñido con tener cualquier ideología.
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Ángel Cornago Sánchez