El ser y el aparentar.
Es algo consustancial al ser
humano revestirse de artefactos, adoptar formas, poses y actitudes que tienen
por finalidad trasmitir una imagen determinada a las personas de nuestro
entorno y, en definitiva, comunicar una serie de características de nuestra
personalidad reales o no, que el sujeto en cuestión pretende que sean conocidas
por los demás. Es una forma de comunicación no verbal que ocupa un lugar
preeminente dentro de las formas de comunicarnos.
El objetivo de los signos
externos, incluso las poses, es arrogarse unas características determinadas que
pretenden que los demás nos reconozcan, y que, en general, son de dominio, de
poder, de status social privilegiado, de belleza, de juventud...
Tratan de mostrar aspectos que
frecuentemente no se corresponden con la realidad. Mantener un status determinado
basado en signos externos valorados socialmente, puede ser la finalidad por la
que llegan a sacrificar aspectos importantes. Para determinadas personas, el
tener un coche de alta gama, vivir en un barrio determinado, vestir
determinadas marcas, etc., puede ser muy valorado y utilizan todas sus energías
para conseguirlo; incluso sacrifican necesidades básicas. Mostrar un aspecto
físico elegante, se convierte a veces en una forma de vivir obsesiva; otras no
aceptan el proceso de envejecimiento y van poniendo parches continuos, con alto
costo económico.
Esto lleva a que haya una
discrepancia entre lo que se es y lo que se pretende aparentar. Viven una
existencia superficial condicionada por uno y mil factores sin contenido de los
que llegan a sentirse esclavos. Esta forma de vida está llena de
insatisfacciones y es fuente de frustración y hastío.
En la sociedad actual parece
que impera la creencia de que el hábito sí que hace al monje. Esto lo saben muy
bien las empresas de consumo, que intentan vendernos sus productos basando su
publicidad en lo accesorio y no en lo fundamental; casi no nos hablan del producto
en cuestión, pero nos lo presentan asociado a mujeres bellas y jóvenes, coches
ostentosos, marcos paradisíacos o personas valoradas socialmente.
El que exista una disociación
entre lo que se es y lo que se quiere aparentar, lleva a una permanente frustración
y, por tanto, a una permanente infelicidad.
Aceptarnos como somos y llenar
de contenido nuestra vida, es algo imprescindible para conseguir cotas de
felicidad.
Ángel Cornago Sánchez. Derechos
reservados.
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