martes, 27 de febrero de 2018

LAS GUERRAS, INTERESES O LOCURA.

LAS GUERRAS

Son espeluznantes y dolorosas, las imágenes que nos trasmiten los telediarios de las guerras que se libran en el mundo, sobre todo, actualmente, en Oriente Medio, con gran número de muertos civiles, y entre ellos muchos niños. En dichas zonas muchos de sus habitantes, los que han logrado sobrevivir, no conocen otra forma de vida que el escabullirse con suerte del horror de la guerra que ocurre cada día.
¿Por qué hay guerras? Creo que, fundamentalmente, por conseguir poder y el control de determinadas zonas, unas veces por motivos económicos, otras religiosos fundamentalistas, otras poder político; la mayoría de las veces detrás está el poder económico. Y estas decisiones las toman un número reducido de personas, líderes carismáticos que han conseguido auparse a puestos dirigentes, que les permiten dar rienda suelta a sus ambiciones y a su egolatría.
No olvidemos que los dirigentes, líderes en general, no son siempre, ni habitualmente, los mejor preparados, ni los más honrados, los que con ideales deberían buscar el bien para los ciudadanos, sino todo lo contrario. Basten las citas de Adolf Tobeña de su libro “Cerebro y poder” (La esfera de los libros), donde hace un estudio admirable sobre la personalidad de las personas que ostentan poder y de las que están tratando de
conseguirlo.
Citas:
La biología humana impone que en el trayecto para alcanzar cotas altas de poder político, resulten primados quienes reúnen condiciones para el bandidaje parasitario y embriagador. Los individuos astutos, dominantes, crueles, persuasivos, falsos, manipuladores y audaces son óptimos candidatos, para situarse en posiciones de ventaja en la lucha por el poder.[1]
Y continúa en otro párrafo:
Entre los políticos de relumbrón, y también entre los de segunda y tercera fila, hay una desmesurada proporción de delincuentes y para delincuentes estupendamente disfrazados de servidores de la comunidad.[2]
[…]
El juego del poder selecciona a sujetos que ya llevan, de por sí, unos rasgos que les predisponen a servirse del esfuerzo y entusiasmo ajenos en provecho propio…Por eso, es tan importante ir creando mecanismos, en democracia, que atenúen la tendencia natural a la fagocitación del gobierno, por parte de diversos tahúres de distinto pelaje y sus compinches.[3]

Solo basta echar la vista a algunos de los líderes más importantes del mundo y con mayor poder de destrucción, para cerciorarnos en manos de quien estamos. En ámbito menor, de decisiones políticas más o menos próximas, en el mundo, analicen el comportamientos de muchos líderes y de personas con responsabilidades.
A esta escalada de sinrazón en la mayoría de las guerras, nos llevan un grupo de líderes alucinados, ambiciosos, que se creen elegidos, que son los que tienen la capacidad de decidir. Algunos, no dudan en utilizar armas químicas, matando indiscriminadamente a la población civil.
Yubal Noah Harari, en su magnífico libro “Homo Deus” (Debate), defiende que el progreso de la ciencia, con el tiempo, va a permitir que el ser humano no muera, llegue a ser inmortal. Yo creo que en el momento de crisis de valores que vivimos y la capacidad potencial de destrucción en el mundo, en manos seres insensatos, es más probable que lleguemos a destruirlo, al menos gran parte de él, antes de que se puedan cumplir los vaticinios de Yubal Noah Harari.

Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados.





[1] TOBEÑA, Adolf, Cerebro y poder, Madrid, La Esfera de los Libros, p. 247
[2] Ibidem, p. 248
[3] Ibidem, p. 249

lunes, 19 de febrero de 2018

LO PSICOLÓGICO EN LA ENFERMEDAD

           Dentro de las causas que provocan enfermedad, unas son muy concretas, otras, aunque desconocidas, nadie duda de que el paciente está enfermo por los síntomas y lesiones que presenta, pero existen otras, en las que ni los síntomas tienen entidad clínica, ni se acompañan de alteraciones demostrables. Me parece importante resaltar esta forma de enfermar. En la práctica clínica nos encontramos, con frecuencia, después de diversos y a veces numerosos estudios, con el diagnóstico de enfermedad psicosomática.

          Tienen como características: a) El ser de difícil diagnóstico, al que generalmente se llega por exclusión de un trastorno orgánico después de múltiples exploraciones. b) El ser consideradas por los médicos como de poca entidad, a pesar de que hacen sufrir mucho a los pacientes. c) Éstos a su vez, a menudo, las identifican con “no tener nada”, tal vez por falta de las adecuadas explicaciones; en consecuencia, se sienten incomprendidos al no encontrar justificación a sus síntomas. d) Además, son de tratamiento difícil.

Existen discrepancias sobre el concepto de enfermedad psicosomática: desde los que consideran que enfermedades psicosomáticas son todas, ya que cuando el ser humano enferma lo hace de forma unitaria, sufriendo su psique y su soma, hasta los que consideran, en mi opinión erróneamente, que estas enfermedades son imaginarias. Habitualmente entendemos por tales, aquellas que se manifiestan por síntomas que son vividos como físicos pero cuya causa es psicológica. Esta situación, mantenida, según muchos autores puede llegar a ocasionar lesiones orgánicas.

Otras características importantes: 1) Son muy frecuentes. 2) Se manifiestan por síntomas físicos sin poder demostrar una alteración estructural o bioquímica que los justifique. 3) Se acompañan de trastornos psicológicos a veces muy difíciles de verificar. 4) Generalmente el paciente no es consciente de que padece un problema psicológico sino físico, por lo que acude al especialista organicista correspondiente.

 Los propios pacientes se niegan frecuentemente a admitir una causa psicológica, pues la somatización, al fin y al cabo, es un mecanismo de defensa. Produce menos sufrimiento presentar un dolor pseudorgánico, que enfrentarse a un conflicto psicológico de difícil solución.

Debemos dejar claro que el trastorno psicosomático “se siente”: el paciente no se imagina los síntomas, sino que los percibe del mismo modo que los orgánicos. Las lesiones de las estructuras son las que diagnosticamos con cierta facilidad, teniendo muchos más problemas para diagnosticar las enfermedades psicosomáticas.

También es cierto que, a veces, enfermedades graves se pueden manifestar al principio por síntomas psicosomáticos. En la práctica clínica es muy importante hacer una muy buena medicina orgánica, con buena preparación de los profesionales, utilizando los medios diagnósticos necesarios, teniendo en cuenta las vivencias psicológicas del paciente y teniendo empatía y comprensión con sus vivencias y sus temores. En toda enfermedad, aunque sea fundamentalmente orgánica, hay un componente psicológico que los sanitarios no debemos dejar de valorar y tratar.



Ángel Cornago Sánchez. De mi libro “Para comprender al enfermo”



lunes, 12 de febrero de 2018

LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA Y FELICIDAD (APUNTES)

PROCESO DE SUPERVIVENCIA Y FELICIDAD (APUNTES)
Las motivaciones, que en un principio eran la subsistencia, tal vez la defensa o el conocimiento, se tornaron con el tiempo en sed de dominio, de conquista, de poder. Se pasó de la lucha por lo necesario, que producía felicidad con cada logro, a la lucha por lo superfluo, por privilegios, objetivos contaminados por egoísmos, avaricias. Para conseguirlos, se utilizó el engaño, sobre todo con los más vulnerables, la violencia, el manejo, la mentira, etc. En definitiva, se tornó a un sistema, en que ni los objetivos ni los medios empleados producen felicidad, antes al contrario, suelen ocasionar infelicidad y mala conciencia a la larga. Eran grupos minoritarios que, en general, lograban sus fines, a veces en competencia con grupos similares.
Para recrear y analizar el camino, debemos imaginarnos el escenario que le tocó vivir al hombre primitivo. En una primera fase, si escasea lo necesario, la lucha es salvaje, incluso fratricida. El primer objetivo es la subsistencia. Si la escasez no es importante, y tampoco vislumbramos la posibilidad de distinguirnos, de acaparar, de conseguir poder, somos solidarios; nos ayudamos mutuamente para sobrevivir, que es el objetivo primero. Una vez conseguido lo preciso, si percibimos la posibilidad de tener más, de asegurar el futuro, comenzamos a disiparnos por otros intereses cuya posesión nos van hacer singulares; nos vamos a poder distinguir de los otros y crearnos un estatus que podamos "enseñar". Ser más o tener más, y algunos, también dominar. En general, dejaremos de ser solidarios, y lucharemos por bienes superfluos. «En los animales sociales buena parte de los incidentes cotidianos dependen de la lucha por el estatus».[1]
El grupo más numeroso se dejará llevar por los que se han aupado a lugares de privilegio, los cuales emplearan medios de engaño, la manipulación, incluso la fuerza. Unos van a conseguir poder, privilegios, manejando y explotando al resto. Los otros se van a dejar arrastrar, creyendo que asumen su destino y que no hay otras alternativas. Son la mayoría, generalmente poco concienciada, resignada.
 Algunos de los sometidos, más concienciados, van a organizarse para hacer frente a los dominadores –tarea dura y complicada que obliga, en no pocas ocasiones, para ser eficaces, a renunciar a sus principios, si es que alguna vez los tuvieron–. Se van a contaminar con métodos e intereses también inmorales, por motivos similares en el fondo, a los que pretender suplantar; pero en este caso bajo el lema de: «el fin justifica los medios». En un proceso de degradación y, con el tiempo, pueden ser capaces de acciones tan deleznables como los dominantes. En teoría es un proceso justo, pero la dificultad de conseguir sus fines y, en muchos casos, dirigidos por líderes mesiánicos, que caen en los mismos métodos y errores que los que intentan combatir, llevan a nuevos sufrimientos a los históricamente sometidos, a la mayoría silenciosa, que seguirán siendo «carne de cañón», dejándose arrastrar por unos u otros. Fernando Arrabal, con agudo análisis, escribe: «¡Qué droga el poder! A medida que pasan los años, los que gobiernan (aunque solo sea una federación), se vuelven escépticos y dedican toda su energía a permanecer en el puesto. ¡Cómo eliminan a los opuestos! ¡Con qué saña persiguen a los candidatos a la sucesión! Pero Séneca dijo a Nerón: ‘Cualquiera que sea el número de personas que mates, tu sucesor no estará entre ellos’».[2]
Por el contrario, habrá un grupo de visionarios que se preocupará de seguir siendo solidarios; de cultivar las relaciones humanas, la espiritualidad; de organizar una sociedad justa; de potenciar una educación en valores. Son el grupo que se adapta lo suficiente para vivir, sin ceder, con sentido crítico, librepensamiento, rigor y honradez intelectual, ejerciendo la consecuencia, con la vista puesta en cambiar la sociedad; que lucha sin quemarse, porque sabe que la eficacia está en el grano de arena que pueden aportar unido a otros similares para cambiar el mundo. En definitiva, a puro de conseguir muchas personas honradas y con contenido. Como dice F. Savater: «La tarea de quienes desean transformar positivamente nuestra condición, o la sociedad, no consiste en reinventar a los hombres, sino en colaborar con los mejores de ellos y respetar la dignidad de todos».[3] Es una utopía, pero es el camino al que hay que aproximarse. Tanto los explotadores, los revanchistas, como los salvadores, solo han causado ineficacia, dolor, y a veces sangre. La historia lo ha demostrado sobrada y repetidamente. Son más de lo mismo.
La mayoría de los candidatos a los distintos poderes no son las personas más capaces y honradas. El perfil de la mayoría de ellos no es precisamente altruista y de fiar. Como dice Adolf Tobeña:
La biología humana impone que en el trayecto para alcanzar cotas altas de poder político, resulten primados quienes reúnen condiciones para el bandidaje parasitario y embriagador. Los individuos astutos, dominantes, crueles, persuasivos, falsos, manipuladores y audaces son óptimos candidatos, para situarse en posiciones de ventaja en la lucha por el poder.[4]
Y continúa en otro párrafo:
Entre los políticos de relumbrón, y también entre los de segunda y tercera fila, hay una desmesurada proporción de delincuentes y para delincuentes estupendamente disfrazados de servidores de la comunidad.[5]
[…]
El juego del poder selecciona a sujetos que ya llevan, de por sí, unos rasgos que les predisponen a servirse del esfuerzo y entusiasmo ajenos en provecho propio…Por eso, es tan importante ir creando mecanismos, en democracia, que atenúen la tendencia natural a la fagocitación del gobierno, por parte de diversos tahúres de distinto pelaje y sus compinches.[6]
Por supuesto que hay personas honradas e idealistas, muchas de las cuales no están dispuestas a quemarse y a competir por el poder político contra los del perfil rastrero que hemos comentando. Entre otras cosas, porque no son capaces de utilizar los medios y mecanismos arteros, ilegales y corruptos que suelen utilizar los que pululan alrededor del poder político para intentar servirse de él. No son capaces del navajeo. Solo tienen opción en momentos de crisis, cuando todos abandonan el barco, porque no hay nada que ganar; además de que son en general incompetentes para resolver problemas.

Podemos concluir que para ser felices el marco es hostil, también para sobrevivir y conservar la salud: De hecho, vamos a enfermar y morir.  En cuanto a ser felices, también va a influir negativamente. No existe un lugar idílico que nos asegure la felicidad y, desde el nacimiento, va a ser una lucha permanente: primero, focalizada en las necesidades primarias; después, en aspectos subjetivos, sin una dirección clara que nos ilumine sobre cómo se alcanza dicha sensación. Incluso, no se garantiza que logremos un marco ideal para conseguirlo. Lo deberemos construir individualmente. Habrá circunstancias que lo van a favorecer, pero ninguna lo garantiza. Conseguirla es, fundamentalmente, una búsqueda personal que puede ser más o menos dificultosa, basada en cuestiones que analizaremos más adelante. El ser humano, pues, está inmerso en un marco en el que es esencialmente vulnerable.
De mi libro "Salud y felicidad". Edt.  Salterrae





[1] TOBEÑA, Adolf, Cerebro y poder, Madrid, La Esfera de los Libros, 2008, p. 37.
[2] ARRABAL, Fernando, La dudosa luz del día, Madrid, Espasa Calpe, 1994, p.193
[3] SAVATER, Fernando, Sin contemplaciones, Madrid, Ediciones Libertarias, 1993, p. 39
[4] TOBEÑA, Adolf, Cerebro y poder, Madrid, La Esfera de los Libros, p. 247
[5] Ibidem, p. 248
[6] Ibidem, p. 249

domingo, 4 de febrero de 2018

LA SONRISA COMO COMUNICACIÓN

La sonrisa.

La palabra es el modo más habitual de comunicación entre los humanos, pero desde luego no el único. Su importancia como tal radica en que se puede utilizar a distancia sin necesidad de verse ni de tocarse que son los otros dos sentidos con los que intercambiamos información (con el olfato necesitamos proximidad). Aun así, el significado de la palabra se puede artefactar, fundamentalmente con el tono, y el sentido de la frase no ajustarse a lo que literalmente quiere decir. Por eso, en la relación con nuestros semejantes estamos diciendo muchas cosas no sólo con la palabra, sino con todo nuestro cuerpo: desde nuestra forma de vestir y acicalarnos, la expresión de nuestra cara, el tono de las frases, e incluso con los silencios, estamos trasmitiendo una serie de información que con frecuencia puede incluso estar en contradicción con lo que literalmente estamos hablando. En la escala de credibilidad es más verosímil lo que estamos diciendo con todos estos “accesorios” de la comunicación que lo que estamos diciendo con las palabras.
La sonrisa es un gesto sutil de comunicación que indica un estado de ánimo positivo hacia el oponente; si nuestra relación con otra persona va precedida de una sonrisa estamos trasmitiendo a nuestro interlocutor que estamos en actitud positiva para relacionarnos con él.
A veces la sonrisa se nos escapa e indica un estado de ánimo íntimo; cuando estamos escuchando algo que nos agrada, pensando o recordando algo que nos es grato, es frecuente que lo delatemos con la cara porque estamos, sin ser conscientes, esbozando una sonrisa.
Como es habitual en comunicación, no siempre el gesto se ajusta a lo que habitualmente quiere decir; ocurre también con la sonrisa. Cuando alguien recibe lo que estamos diciendo o nos mira con una sonrisa irónica, percibimos claramente el rechazo e incluso la agresividad que nos está trasmitiendo.
En la evolución de la especie la sonrisa ocupa un grado sofisticado de expresión. En esta cadena, el hombre primitivo debía de pasar de llorar a lágrima viva, a la carcajada a mandíbula batiente, siendo estados más depurados el sollozo y, sobre todo, la sonrisa, adquiridos mucho después. La carcajada es una explosión de júbilo primitiva, física, pero en la sonrisa el estado de júbilo o de bienestar está en la mente, es más intelectual y trasciende al exterior.
Tal vez esta es la razón por la que mi hijo cuando tenía cinco años, en sus interrogantes sobre la muerte, un día me preguntó si cuando morimos el cuerpo se queda aquí en la tierra, pero si la “pensadura” y la “sonrisa” se iban al cielo, percibiendo perfectamente que la sonrisa es un gesto que va unido a algo que trasciende lo meramente físico y en la misma categoría que el pensamiento.

Ángel Cornago Sánchez. De mi libro “Arraigos, melindres y acedías” Edt. Trabe.