PROCESO DE SUPERVIVENCIA Y FELICIDAD (APUNTES)
Las motivaciones, que en un principio eran la subsistencia, tal vez la
defensa o el conocimiento, se tornaron con el tiempo en sed de dominio, de
conquista, de poder. Se pasó de la lucha por lo necesario, que producía
felicidad con cada logro, a la lucha por lo superfluo, por privilegios,
objetivos contaminados por egoísmos, avaricias. Para conseguirlos, se utilizó
el engaño, sobre todo con los más vulnerables, la violencia, el manejo, la
mentira, etc. En definitiva, se tornó a un sistema, en que ni los objetivos ni
los medios empleados producen felicidad, antes al contrario, suelen ocasionar
infelicidad y mala conciencia a la larga. Eran grupos minoritarios que, en general,
lograban sus fines, a veces en competencia con grupos similares.
Para recrear y analizar el camino, debemos imaginarnos el escenario que
le tocó vivir al hombre primitivo. En
una primera fase, si escasea lo necesario, la lucha es salvaje, incluso
fratricida. El primer objetivo es la subsistencia. Si la escasez no es
importante, y tampoco vislumbramos la posibilidad de distinguirnos, de
acaparar, de conseguir poder, somos solidarios; nos ayudamos mutuamente para
sobrevivir, que es el objetivo primero. Una vez conseguido lo preciso, si
percibimos la posibilidad de tener más, de asegurar el futuro, comenzamos a
disiparnos por otros intereses cuya posesión nos van hacer singulares; nos
vamos a poder distinguir de los otros y crearnos un estatus que podamos "enseñar". Ser más o tener más, y algunos,
también dominar. En general, dejaremos de ser solidarios, y lucharemos por
bienes superfluos. «En los animales sociales buena parte de los incidentes
cotidianos dependen de la lucha por el estatus».[1]
El grupo más numeroso se dejará llevar por los que se han aupado a
lugares de privilegio, los cuales emplearan medios de engaño, la manipulación,
incluso la fuerza. Unos van a conseguir poder, privilegios, manejando y
explotando al resto. Los otros se van a dejar arrastrar, creyendo que asumen su
destino y que no hay otras alternativas. Son la mayoría, generalmente poco
concienciada, resignada.
Algunos de los sometidos, más
concienciados, van a organizarse para hacer frente a los dominadores –tarea
dura y complicada que obliga, en no pocas ocasiones, para ser eficaces, a
renunciar a sus principios, si es que alguna vez los tuvieron–. Se van a
contaminar con métodos e intereses también inmorales, por motivos similares en
el fondo, a los que pretender suplantar; pero en este caso bajo el lema de: «el
fin justifica los medios». En un proceso de degradación y, con el tiempo,
pueden ser capaces de acciones tan deleznables como los dominantes. En teoría
es un proceso justo, pero la dificultad de conseguir sus fines y, en muchos casos,
dirigidos por líderes mesiánicos, que caen en los mismos métodos y errores que
los que intentan combatir, llevan a nuevos sufrimientos a los históricamente
sometidos, a la mayoría silenciosa, que seguirán siendo «carne de cañón»,
dejándose arrastrar por unos u otros. Fernando Arrabal, con agudo análisis,
escribe: «¡Qué droga el poder! A medida que pasan los años, los que gobiernan
(aunque solo sea una federación), se vuelven escépticos y dedican toda su
energía a permanecer en el puesto. ¡Cómo eliminan a los opuestos! ¡Con qué saña
persiguen a los candidatos a la sucesión! Pero Séneca dijo a Nerón: ‘Cualquiera
que sea el número de personas que mates, tu sucesor no estará entre ellos’».[2]
Por el contrario, habrá un grupo de visionarios que se preocupará de
seguir siendo solidarios; de cultivar las relaciones humanas, la
espiritualidad; de organizar una sociedad justa; de potenciar una educación en
valores. Son el grupo que se adapta lo suficiente para vivir, sin ceder, con
sentido crítico, librepensamiento, rigor y honradez intelectual, ejerciendo la
consecuencia, con la vista puesta en cambiar la sociedad; que lucha sin
quemarse, porque sabe que la eficacia está en el grano de arena que pueden
aportar unido a otros similares para cambiar el mundo. En definitiva, a puro de
conseguir muchas personas honradas y con contenido. Como dice F. Savater: «La
tarea de quienes desean transformar positivamente nuestra condición, o la
sociedad, no consiste en reinventar a los hombres, sino en colaborar con los
mejores de ellos y respetar la dignidad de todos».[3]
Es una utopía, pero es el camino al que hay que aproximarse. Tanto los
explotadores, los revanchistas, como los salvadores, solo han causado
ineficacia, dolor, y a veces sangre. La historia lo ha demostrado sobrada y
repetidamente. Son más de lo mismo.
La mayoría de los candidatos a los distintos poderes no son las personas
más capaces y honradas. El perfil de la mayoría de ellos no es precisamente
altruista y de fiar. Como dice Adolf Tobeña:
La biología humana impone que en el trayecto
para alcanzar cotas altas de poder político, resulten primados quienes reúnen
condiciones para el bandidaje parasitario y embriagador. Los individuos
astutos, dominantes, crueles, persuasivos, falsos, manipuladores y audaces son
óptimos candidatos, para situarse en posiciones de ventaja en la lucha por el
poder.[4]
Y continúa en otro párrafo:
Entre los políticos de relumbrón, y también
entre los de segunda y tercera fila, hay una desmesurada proporción de
delincuentes y para delincuentes estupendamente disfrazados de servidores de la
comunidad.[5]
[…]
El juego del poder selecciona a sujetos que
ya llevan, de por sí, unos rasgos que les predisponen a servirse del esfuerzo y
entusiasmo ajenos en provecho propio…Por eso, es tan importante ir creando
mecanismos, en democracia, que atenúen la tendencia natural a la fagocitación
del gobierno, por parte de diversos tahúres de distinto pelaje y sus
compinches.[6]
Por supuesto que hay personas honradas e idealistas, muchas de las
cuales no están dispuestas a quemarse y a competir por el poder político contra
los del perfil rastrero que hemos comentando. Entre otras cosas, porque no son
capaces de utilizar los medios y mecanismos arteros, ilegales y corruptos que
suelen utilizar los que pululan alrededor del poder político para intentar
servirse de él. No son capaces del navajeo.
Solo tienen opción en momentos de crisis, cuando todos abandonan el barco,
porque no hay nada que ganar; además de que son en general incompetentes para
resolver problemas.
Podemos concluir que para ser felices el marco es hostil, también para sobrevivir y conservar la
salud: De hecho, vamos a enfermar y morir.
En cuanto a ser felices, también va a influir negativamente. No existe
un lugar idílico que nos asegure la felicidad y, desde el nacimiento, va a ser
una lucha permanente: primero, focalizada en las necesidades primarias;
después, en aspectos subjetivos, sin una dirección clara que nos ilumine sobre
cómo se alcanza dicha sensación. Incluso, no se garantiza que logremos un marco
ideal para conseguirlo. Lo deberemos construir individualmente. Habrá circunstancias que lo
van a favorecer, pero ninguna lo garantiza. Conseguirla es, fundamentalmente,
una búsqueda personal que puede ser más o menos dificultosa, basada en
cuestiones que analizaremos más adelante. El ser humano, pues,
está inmerso en un marco en el que es esencialmente vulnerable.
De mi libro "Salud y felicidad". Edt. Salterrae
De mi libro "Salud y felicidad". Edt. Salterrae
[1]
TOBEÑA, Adolf, Cerebro y poder,
Madrid, La Esfera de los Libros, 2008, p. 37.
[2]
ARRABAL, Fernando, La dudosa luz del día,
Madrid, Espasa Calpe, 1994, p.193
[3]
SAVATER, Fernando, Sin contemplaciones,
Madrid, Ediciones Libertarias, 1993, p. 39
[4]
TOBEÑA, Adolf, Cerebro y poder,
Madrid, La Esfera de los Libros, p. 247
[5]
Ibidem, p. 248
[6]
Ibidem, p. 249
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