viernes, 27 de abril de 2018

DOLOR FÍSICO. FACTORES QUE INFLUYEN.


El dolor físico tiene unas características determinadas:
El grado es muy variable, desde sensación ligera de malestar, a dolores intensísimos. En general, los producidos por procesos en órganos que no se distienden fácilmente son muy intensos. Así, los dolores producidos por problemas expansivos o inflamatorios en la cavidad craneal, en senos, huesos y retroperitoneo se soportan muy mal. También los que se producen por implicación de terminaciones nerviosas, como el herpes, los dolores dentales y las neuralgias.
La gravedad de la enfermedad no está relacionada con la intensidad del dolor. Hay dolores ligeros, que pueden estar producidos por problemas graves que pueden comprometer la vida (muchos tumores malignos producen molestias leves, sobre todo al comienzo). Hay dolores intensos que son muy molestos pero que no suponen gravedad, como la fisura de ano.
La vivencia de dolor es subjetiva. Hay personas que, ante un problema físico, manifiestan sensación de dolor intensa; mientras que otras, con el mismo problema o más grave, apenas se quejan y da la impresión de que casi pasa desapercibido, por lo menos a los ojos de los demás.
            La vivencia va a depender de diversas variables:
a) Hay personas más sensibles que otras. Se dice que el umbral del dolor es variable, pero, realmente, el umbral de cada uno depende en gran parte de su estructura psicológica. Hay personas en las que pequeños estímulos dolorosos les hacen trasmitir quejas de forma muy llamativa, y otras que viven en silencio dolores intensos.
b) Depende del momento psicológico que se esté viviendo. Un estado de tristeza, de depresión, hace vivir el dolor de forma más acusada. Lo mismo sucede en un estado de ansiedad. La incertidumbre por la causa que origina el dolor da lugar a una percepción más aguda. Suele suceder que, una vez conocido el origen, se soporta mejor.
c) Del grado de atención. Hay personas que se autobservan, y no es raro que perciban sensaciones de incomodidad que, habitualmente, pasan desapercibidas. Si además tienen un componente hipocondríaco, la hiperatención y la interpretación tremendista de las molestias les puede hacer vivir situaciones banales, como verdaderamente graves y angustiosas.
El extremo opuesto también se da: dolores teóricamente intensos pasan desapercibidos durante un tiempo en que la atención está fijada en algo que, en ese momento, es el foco de interés. Se da en las heridas de guerra, que empiezan a doler después de la refriega, e incluso en los partidos de fútbol en que, después de un golpe, la recuperación es inmediata, aunque a las horas el dolor sea intenso.
d) El dolor tiene oscilaciones y variaciones de un momento a otro, aunque la lesión sea la misma. Depende de la evolución del proceso patológico y de los factores antedichos.
Es falso que aguantar el dolor sea positivo. Es un concepto que probablemente tiene sus orígenes en creencias religiosas, que inculcaban que el sufrimiento en esta vida abría las puertas del paraíso o que, al menos, era un mérito para la vida del más allá. Como escribe Jhon D. Loeser:[1]
En muchas sociedades primitivas se consideraba que el dolor se debía a la invasión del cuerpo por espíritus y demonios. En el mundo occidental, en la Época Clásica y en la Edad Media, el dolor y el sufrimiento se atribuían a transgresiones o a pecados previos. Se mantenía el control social mediante esta visión del mundo. Se consideraba que las personas nacían con el demonio, y necesitaban el dolor y el sufrimiento para convertirse en respetables. A los que manifestaban una conducta desviada, se les sometía al dolor y al sufrimiento en un intento de llevarles de nuevo al buen camino. La cristiandad primitiva hizo uso profusamente del dolor y el sufrimiento como lo atestigua la Biblia.
En definitiva, se trataba de tener controlada, por medio de la culpa, a la población. Si padecían dolor, era una forma de purgar sus pecados. También es posible que, en tiempos pretéritos, a falta de sustancias que calmaran el dolor, se utilizaran estos mecanismos de sublimación para mejor sobrellevarlo.
            En todo caso, hoy día disponemos de sustancias potentes y eficaces que pueden calmarlo. Es una negligencia no utilizarlas cuando el paciente las necesita, las demanda y las acepta. Muchos profesionales de la sanidad todavía tienen reticencias con esta filosofía. En realidad, los organismos gestores, hasta hace unos años, han sido remisos en sus protocolos de formar a los profesionales en el manejo del dolor. La consecuencia era un tratamiento insuficiente e inadecuado. En las universidades se trataba el tema de pasada y, en la formación de los MIR, no estaba incluido de forma específica hasta hace pocos años, teniendo en cuenta que va a ser una de las principales tareas durante el ejercicio profesional. Detrás de este desinterés generalizado, tal vez late todavía la idea de que algo tenemos que pagar por nuestras culpas.
El dolor es algo consustancial a la existencia humana; es un mecanismo que es parte de la forma de reaccionar de nuestro organismo ante distintas alteraciones en su funcionamiento o estructura. Nunca podremos conseguir que desaparezca. La función de los sanitarios es calmarlo, sin olvidar interpretarlo para descubrir su origen. También puede dar datos sobre la evolución del proceso. Cuando el diagnóstico está confirmado y, sobre todo, en enfermos terminales, el tratamiento debe ser anticipatorio, es necesario que se paute la medicación para evitar que aparezca. En estos casos, no va a aportar ningún dato que pueda beneficiar al paciente.
Ángel Cornago Sánchez
 De mi libro: "Salud y Felicidad". Edt. Salterrae.


[1] LOESER, J. D., Dolor crónico: un dilema en los cuidados de salud en nuestro tiempo, Monografías Humanitas, Nº 2., p, 101.

sábado, 21 de abril de 2018

LOS AFECTOS. DEPENDENCIA NECESARIA


Todos vivimos con dependencias que asumimos como necesarias.
Las de los primeros años son imprescindibles. No requieren una aceptación previa, y son mediatizadas por el instinto. También es común en los animales. Voy a tratar de las que forman parte de nuestra vida y que aceptamos la mayoría de las veces de forma tácita.
Los afectos: hay dependencias necesarias, naturales, no aprendidas ni impuestas, como son los afectos. Esta sensación ha nacido en el sujeto por la convivencia con otras personas: padres, pareja, hijos, familiares, amigos, que van a determinar nuestro comportamiento en concretas circunstancias. No deberían condicionar nuestro raciocinio, aunque a veces suceda.
 Condicionan el comportamiento desde la renuncia o la concesión, como acción personal profunda, no prestada, ejecutada por el afecto que une con la persona referida, pero conscientemente. Crean dependencia, porque de alguna forma limitan el modo de obrar, pero no porque no se sientan con libertad o cambien el juicio, sino porque, voluntariamente, provocan determinadas actuaciones destinadas a agradar o beneficiar a la persona que se quiere. Las dependencias nos encadenan, a los afectos nos encadenamos.
Como receptor de afectos, cada persona individualmente también precisa ser aceptado, ser querido, algo que buscamos con más o menos obsesión, y en este caso somos dependientes. Como dice Todorov:
 De nuestros afectos, más que de nuestras necesidades nacen los problemas fundamentales de nuestra vida [...] Las necesidades físicas y materiales son, después de todo, fáciles de satisfacer […] los afectos constituyen lo esencial de la vida y eso depende de los otros. El hombre, cuanto más aumenta sus apegos, más multiplica sus penas.[1]
La necesidad de recibir cariño, la aceptación, es una dependencia que en situaciones concretas es difícil de evadir y puede llegar a ser patológica. El cariño que tú das depende de ti; el que precisas depende del otro y encadena mucho más. Un afecto hacia otra persona depende de uno mismo; es el propio cariño el que lleva a comportarse de determinada manera; puede ser un acto de renuncia. El cariño que recibes, si lo precisas, implica dependencia y puede ser motivo de sufrimiento.



[1] TODOROV, Tzvetan, La vida en común, Taurus, 1995, p. 212



Ángel Cornago Sánchez
De mi libro: SALUD Y FELICIDAD. Edt. Salterrae.

lunes, 16 de abril de 2018

CULTURA ES LIBERTAD


CULTURA ES LIBERTAD

Cultura, es muchas cosas. Es el análisis de todo lo que forma parte del ser humano, de su historia, de su creatividad, de su relación con el entorno, de sus comportamientos, también de la ciencia, etc. Pero hoy aquí, me quiero referir a la “cultura con mayúsculas”, a la cultura próxima, no a la universal, sino a la que está adherida a nuestra piel, a nuestro tuétano, a lo que nos moviliza; a la que nos provoca como ciudadanos, la que nos hace preguntar y preguntarnos cada día por nuestra existencia y por nuestro papel en los decorados donde nos desenvolvemos.
Cultura, en este caso, no es conocimientos, que también; es algo mucho más creativo y para cada cual diferente, en lo que podemos coincidir o discrepar civilizadamente o no. Es una cadena de razonamientos subjetivos, de los que extraemos conclusiones nuevas de bases a las que habíamos llegado por el método del esfuerzo y la reflexión madurados. Es una búsqueda permanente y meditada, honrada intelectualmente, sin intereses espurios.
Cultura pervertida o anticultura, suele ser la oficial, la subvencionada, la interesada en mandar mensajes ya cocinados, la que emana de los voceros que siempre están al lado de los que mandan o pretenden mandar; la baboseada con los gerifaltes de turno, la que se cubre las espaldas por “un por si acaso la tortilla cambia”, “la plana”, la del “toer er mundo es güeno”; “ni blanco, ni negro sino todo lo contrario”; “ni carne ni pescado”, etc.
Es una cultura perversa porque no aporta nada al desarrollo, solo las dosis justas paniaguadas y formales, el buenismo interesado dado para el consumo por el poder correspondiente. Es perniciosa para la sociedad porque es una rémora, un obstáculo premeditado, barrera para el desarrollo de otras formas y de otras opiniones.
Es la cultura oficial que no muere ni desfallece, con otros protagonistas, con los mismos cómplices, que mutan y se transforman dependiendo de quien manda. Son las más dañinas porque impiden el paso a otra gente, a otras ideas, a otras opiniones más frescas y presumiblemente divergentes. Porque el progreso, no hay ninguna duda, nace de divergir con lo establecido, aunque luego precise de sucesivos ajustes.
La cultura debe ser libre, no encorsetada ni controlada, creativa. Es lo que permite el desarrollo y, al ser humano, crecer y volar. Los pseudointelectuales, mercedarios de poderes sucesivos: incombustibles.
Ángel Cornago Sánchez.      Derechos reservados.

jueves, 12 de abril de 2018

REPERCUSIONES FÍSICAS DEL SUFRIMIENTO


Repercusiones físicas del sufrimiento.
Otro aspecto importante del sufrimiento crónico o prolongado fuera del contexto del paciente terminal, es la repercusión que tiene en el funcionamiento fisiológico de nuestro organismo. Somos algo unitario y cuando enfermamos lo hacemos de forma total. En el sufrimiento falla el impulso vital y, en consecuencia, falla la motivación por la que vivir, que en definitiva es un impulso psicológico; entonces, toda la vertiente física se resiente y se producen repercusiones físicas, que a veces pueden ser graves. Nuestra motivación o nuestra “cabeza”, como vulgarmente se dice, puede mucho para bien y para mal: lo mismo que nos sirve para conseguir metas positivas y costosas, también puede conducirnos a la desgracia y a la enfermedad. Sucede en estados depresivos reactivos graves, más o menos larvados.
Existen numerosos ejemplos. Todos hemos sido testigos de personas mayores muy dependientes el uno del otro, que cuando uno de los dos fallece el otro muere al poco tiempo. Conozco directamente casos de padres, que después del fallecimiento violento de un hijo con el que existían implicaciones especiales, fallecen al poco tiempo de un cáncer sumamente agresivo. Roussel en su libro citado por Bayes[i], hace referencia a varias investigaciones: Bartrob en una investigación realizada con 26 viudos, observó que, a las seis semanas de enviudar, sus organismos presentaban una depresión linfocitaria con una disminución de su capacidad de defensa contra distintos agentes agresivos, tanto infecciosos como tumorales. En Dinamarca, se compararon 3.660 mujeres embarazadas que sufrieron un impacto emocional intensamente traumático durante el embarazo, y los compararon con 20299 mujeres elegidas al azar que no sufrieron este impacto durante el embarazo; quedó demostrado que un fuerte impacto emocional, como la muerte de un hijo, puede causar malformaciones neurológicas en el feto. 39 homosexuales infectados por el virus del SIDA que habían perdido a sus parejas estables durante el último año, presentaron una evolución peor de la enfermedad que otro grupo que no habían sufrido esta circunstancia. El momento de la jubilación, es una fase de la vida especialmente vulnerable para la enfermedad: determinadas personas en las que el trabajo ha sido el motor de su vida, que se encuentran todavía en buenas condiciones y la sociedad por el hecho de cumplir los sesenta y cinco a años los aparta de la vida laboral, es frecuente que enfermen a veces de forma grave incluso irremediable.
El riesgo de repercusiones físicas del sufrimiento, aparece cuando no se ve ninguna solución a una situación, incluso cuando la persona se da por vencida y se deja arrastrar porque la considera irremediable sin asumirla. Sucede en la depresión reactiva, en la que se siente dicha realidad de forma subjetiva, aunque objetivamente no sea así. Se da cuando falla el espíritu de lucha. En estas circunstancias se produce probablemente una disminución de la inmunidad para que procesos, tal vez latentes, se desarrollen.
Resumiendo, el tratamiento del dolor es esencialmente bioquímico, con sustancias de las que actualmente se dispone de un nutrido arsenal, de eficacia contrastada y de utilización escalonada dependiendo de la intensidad. El tratamiento del padecimiento psicológico, requiere cambios profundos que puede aportar la psicoterapia, y se beneficia de forma muy importante del tratamiento con medicamentos: ansiolíticos, antidepresivos, etc. La comprensión, el afecto, la empatía son fundamentales en el tratamiento de cualquier problema de salud, mucho más en los de origen psicológico. El sufrimiento, se beneficia fundamentalmente de los afectos y del acompañamiento, en una actitud de sintonía con la situación, siendo capaces los sanitarios de empatizar y, si es posible, de dejarse llevar con el paciente para entender y sentir con él. También en el sufrimiento es fundamental calmarle el dolor, ayudarle a dormir y tranquilizarle con medicaciones; no es solo cuestión de psicoterapia y afectos.
...
 (Lo referido es solo un bosquejo. El tema es muy importante).
De mi libro "El paciente terminal y sus vivencias". Edt. Salterrae.



[i] Bayes. Psicología de la muerte y del sufrimiento. Martinez Roca. Barcelona 2001. p 178

martes, 3 de abril de 2018

EL SUFRIMIENTO, UNA FORMA ESPECIAL DE PADECER. Primera parte.


EL SUFRIMIENTO UNA FORMA ESPECIAL DE PADECER
Primera parte

Es una palabra con un significado especial, no fácil de definir. Es un concepto que trata de trasmitir una vivencia profunda y compleja. Se trata de un intenso malestar que afecta a todo el ser. No es solo dolor físico, ni solo tristeza, ni solo angustia ni ansiedad. Es un disconfor intenso que suele ser también físico, pero que fundamentalmente es psicológico y que afecta a los resortes sensitivos más profundos de la persona. La característica y el matiz especial y fundamental es: que es sin esperanza. Además, no sirve para nada, “no tiene ningún fin”. El dolor de un postoperatorio, aunque intenso, se sabe que pasará y que en todo caso es algo temporal para llegar a un bien, que es la finalidad para la que ha sido programada la intervención.
Incluso, es algo admitido por la mayoría: todavía nos encontramos muchos enfermos que cuando les explicamos de una exploración que va a ser molesta e incluso dolorosa, nos dicen, “para hacer un bien hay que hacer un mal”. Cassel define el sufrimiento como “el estado de malestar inducido por la amenaza de la pérdida de integridad o desintegración de la persona, con independencia de su causa”. Chapman y Cravin definen el sufrimiento como “un estado afectivo, cognitivo y negativo complejo, caracterizado por la sensación que experimenta la persona de encontrarse amenazada en su integridad, por su sentimiento de impotencia para hacer frente a esta amenaza y por el agotamiento de los recursos personales y psicosociales que le permitirían afrontarla”[i]. En ambos casos incluyen “la amenaza” como causa de sufrimiento.
Considero que “la amenaza” no es la causa fundamental de lo que estamos considerando como “sufrimiento”, sino que su característica principal es “la falta de esperanza”, sin ver salida de ningún tipo. La amenaza incluye por sí misma la posibilidad de que no se lleve a cabo y por tanto de cierta esperanza. Podrá provocar angustia, intenso estrés, pero no sufrimiento, según el concepto referido. Además de la falta de esperanza, va acompañado de sensación de indefensión, de imposibilidad de hacer frente a todo lo que se avecina. En todo caso, la sensación es subjetiva. El prototipo de sufrimiento es el que se da en el paciente terminal: dolor físico, dolor psicológico y la seguridad de la muerte próxima.
También se pueden catalogar de sufrimiento los padecimientos en el síndrome depresivo grave, en el que paciente siente una tristeza inmensa; en ocasiones percibe síntomas físicos que pueden semejarse a los del terminal, no tiene ninguna perspectiva de futuro, le da igual morir, incluso un diez por ciento de ellos se suicidan. La diferencia radica en que las depresiones no siempre son graves como para presentar toda la sintomatología referida y, además, en que existen medicaciones muy eficaces que conducen a la curación, y en poco tiempo las expectativas y los esquemas pueden cambiar radicalmente. También se experimenta sufrimiento cuando se acompaña a un ser querido durante la enfermedad terminal en su camino hacia la muerte. En el paciente terminal la “no esperanza” lo domina todo y además de soportar los padecimientos físicos, están sumidos en un estado de desánimo reactivo a su situación: dolores, proximidad de la muerte, apartarse de sus seres queridos... La no-solución lo invade todo.
La representación gráfica del sufrimiento, podría ser la imagen de un ser humano encorvado por la imposibilidad de soportar el peso de la situación, ante un horizonte infinito, anocheciendo, con la cabeza hundida entre los hombros, los brazos caídos y rodeado de una total soledad. El sufrimiento no tiene foco, afecta a todo el ser, se sufre en conjunto, físicamente y psicológicamente, siendo imposible de discernir. Si se intenta calmar sólo el dolor físico, lo habitual es que no se consiga; en todo caso puede aparecer el sopor y tal vez el sueño por agotamiento; es necesario influir también en la vertiente psicológica para mejorar su situación.
El sufrimiento en ocasiones es fuente de enseñanza. En la antigüedad la gente sabía que, a veces, nuestras lecciones más importantes se hallan en los momentos de mayor sufrimiento[ii]. Lo que no quiere decir que haya que buscarlo o regodearse en el. Hay que evitarlo… pero no siempre se puede. Hay hechos en nuestra vida que escapan a nuestro control y producen sufrimiento. En esos momentos, en ocasiones, se descubren aspectos en nosotros o en los demás, que nunca hubiéramos descubierto sin esa circunstancia. Escribe Kübler-Ross [iii] “Cuando nos enfrentamos a lo peor que nos puede ocurrir en cualquier situación, crecemos. En lo más terrible de las circunstancias, descubrimos lo mejor que hay en nosotros. Cuando damos con el verdadero significado de estas lecciones, descubrimos también vidas felices, llenas de sentido. No perfectas, pero auténticas. Podemos vivir la vida profundamente... Cuando se observa a los que luchan contra la enfermedad se percibe claramente que, para ver quienes somos, debemos deshacernos de todo lo que no es auténticamente nosotros”. El sufrimiento en el paciente terminal es alienante, y la actitud de los sanitarios debe ser intentar calmarlo o paliarlo.
Ángel Cornago Sánchez
De mi libro: "El paciente terminal y sus vivencias". Edt. Salterrae.






[i] Citados por Bayes. Psicología del sufrimiento y de la muerte. Martinez Roca 2001. p: 58 y 60
[ii] Kübler-Ross.. Kessler D. “Lecciones de vida”. Edc: Luciérnaga. Barcelona 2001 p: 17
[iii]  Kubler Ross. Lecciones de vida...      p:26, 27