Todos vivimos con dependencias que asumimos como necesarias.
Las de los primeros años son imprescindibles. No requieren una
aceptación previa, y son mediatizadas por el instinto. También es común en los
animales. Voy a tratar de las que forman parte de nuestra vida y que aceptamos
la mayoría de las veces de forma tácita.
Los afectos: hay dependencias
necesarias, naturales, no aprendidas ni impuestas, como son los afectos. Esta
sensación ha nacido en el sujeto por la convivencia con otras personas: padres,
pareja, hijos, familiares, amigos, que van a determinar nuestro comportamiento
en concretas circunstancias. No deberían condicionar nuestro raciocinio, aunque
a veces suceda.
Condicionan el comportamiento
desde la renuncia o la concesión, como acción personal profunda, no prestada,
ejecutada por el afecto que une con la persona referida, pero conscientemente.
Crean dependencia, porque de alguna forma limitan el modo de obrar, pero no
porque no se sientan con libertad o cambien el juicio, sino porque,
voluntariamente, provocan determinadas actuaciones destinadas a agradar o
beneficiar a la persona que se quiere. Las dependencias nos encadenan, a los
afectos nos encadenamos.
Como receptor de afectos, cada persona individualmente también precisa
ser aceptado, ser querido, algo que buscamos con más o menos obsesión, y en
este caso somos dependientes. Como dice Todorov:
De nuestros afectos, más que de nuestras
necesidades nacen los problemas fundamentales de nuestra vida [...] Las
necesidades físicas y materiales son, después de todo, fáciles de satisfacer
[…] los afectos constituyen lo esencial de la vida y eso depende de los otros.
El hombre, cuanto más aumenta sus apegos, más multiplica sus penas.[1]
La necesidad de recibir cariño, la aceptación, es una dependencia que en
situaciones concretas es difícil de evadir y puede llegar a ser patológica. El
cariño que tú das depende de ti; el que precisas depende del otro y encadena
mucho más. Un afecto hacia otra persona depende de uno mismo; es el propio
cariño el que lleva a comportarse de determinada manera; puede ser un acto de
renuncia. El cariño que recibes, si lo precisas, implica dependencia y puede
ser motivo de sufrimiento.
Ángel Cornago Sánchez
De mi libro: SALUD Y FELICIDAD. Edt. Salterrae.
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