Repercusiones físicas del sufrimiento.
Otro aspecto importante del sufrimiento crónico o prolongado fuera del
contexto del paciente terminal, es la repercusión que tiene en el funcionamiento
fisiológico de nuestro organismo. Somos algo unitario y cuando enfermamos lo
hacemos de forma total. En el sufrimiento falla el impulso vital y, en
consecuencia, falla la motivación por la que vivir, que en definitiva es un
impulso psicológico; entonces, toda la vertiente física se resiente y se
producen repercusiones físicas, que a veces pueden ser graves. Nuestra
motivación o nuestra “cabeza”, como vulgarmente se dice, puede mucho para bien
y para mal: lo mismo que nos sirve para conseguir metas positivas y costosas,
también puede conducirnos a la desgracia y a la enfermedad. Sucede en estados
depresivos reactivos graves, más o menos larvados.
Existen numerosos ejemplos. Todos hemos sido testigos de personas
mayores muy dependientes el uno del otro, que cuando uno de los dos fallece el
otro muere al poco tiempo. Conozco directamente casos de padres, que después
del fallecimiento violento de un hijo con el que existían implicaciones
especiales, fallecen al poco tiempo de un cáncer sumamente agresivo. Roussel en
su libro citado por Bayes[i],
hace referencia a varias investigaciones: Bartrob en una investigación
realizada con 26 viudos, observó que, a las seis semanas de enviudar, sus
organismos presentaban una depresión linfocitaria con una disminución de su
capacidad de defensa contra distintos agentes agresivos, tanto infecciosos como
tumorales. En Dinamarca, se compararon 3.660 mujeres embarazadas que sufrieron
un impacto emocional intensamente traumático durante el embarazo, y los
compararon con 20299 mujeres elegidas al azar que no sufrieron este impacto
durante el embarazo; quedó demostrado que un fuerte impacto emocional, como la
muerte de un hijo, puede causar malformaciones neurológicas en el feto. 39
homosexuales infectados por el virus del SIDA que habían perdido a sus parejas
estables durante el último año, presentaron una evolución peor de la enfermedad
que otro grupo que no habían sufrido esta circunstancia. El momento de la
jubilación, es una fase de la vida especialmente vulnerable para la enfermedad:
determinadas personas en las que el trabajo ha sido el motor de su vida, que se
encuentran todavía en buenas condiciones y la sociedad por el hecho de cumplir
los sesenta y cinco a años los aparta de la vida laboral, es frecuente que
enfermen a veces de forma grave incluso irremediable.
El riesgo de repercusiones físicas del sufrimiento, aparece cuando no
se ve ninguna solución a una situación, incluso cuando la persona se da por
vencida y se deja arrastrar porque la considera irremediable sin asumirla.
Sucede en la depresión reactiva, en la que se siente dicha realidad de forma
subjetiva, aunque objetivamente no sea así. Se da cuando falla el espíritu de
lucha. En estas circunstancias se produce probablemente una disminución de la
inmunidad para que procesos, tal vez latentes, se desarrollen.
Resumiendo, el tratamiento
del dolor es esencialmente bioquímico, con sustancias de las que actualmente se
dispone de un nutrido arsenal, de eficacia contrastada y de utilización
escalonada dependiendo de la intensidad. El tratamiento del padecimiento
psicológico, requiere cambios profundos que puede aportar la psicoterapia, y se
beneficia de forma muy importante del tratamiento con medicamentos:
ansiolíticos, antidepresivos, etc. La comprensión, el afecto, la empatía son
fundamentales en el tratamiento de cualquier problema de salud, mucho más en
los de origen psicológico. El sufrimiento, se beneficia fundamentalmente de los
afectos y del acompañamiento, en una actitud de sintonía con la situación,
siendo capaces los sanitarios de empatizar y, si es posible, de dejarse llevar
con el paciente para entender y sentir con él. También en el sufrimiento es
fundamental calmarle el dolor, ayudarle a dormir y tranquilizarle con
medicaciones; no es solo cuestión de psicoterapia y afectos.
...
(Lo referido es solo un bosquejo. El tema es muy importante).
De mi libro "El paciente terminal y sus vivencias". Edt. Salterrae.
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