“Supremacistas”, son aquellas personas
que se sienten por encima del resto, en una vivencia subjetiva que se otorgan, basándose
en títulos, ideologías, creencias, atributos, poderes, clase social, raza,
nacionalidad, sexo, etc.
Los seres humanos, en dignidad, todos somos iguales: mujeres,
hombres, raza, nacionalidad, clase social, etc. El tener una formación
especial, una ideología, e incluso ser experto en algo, es para compartirlo con
los otros, no para dominarlos. Es sólo un aspecto de nuestra personalidad. Los
otros lo asumirán o no desde su libertad. Somos autónomos y como tal nos
debemos respeto. Lo que más nos iguala además de la dignidad que se nos
reconoce simplemente por ser seres humanos, es la “vulnerabilidad”; basta ser
consciente de este concepto para bajar de la “nube”.
Los que se sienten superiores,
les falta un punto de reflexión, de madurez, entre otras cosas. Se sienten
aupados en podios por encima del resto; su desprecio suele ser más solapado y más
selectivo hacia determinados grupos. Suelen ser personas también con otras
carencias: prepotentes, sectarios, primitivos, a veces agresivos; no son
rigurosos, ni honrados intelectualmente y generalmente poco inteligentes.
Los hay en muy diversos ámbitos,
aunque su estructura psicológica suele ser similar: Los de clase social. Los de
“pedigrí” de familia. Los de poder económico. Los de “poder”: pueden ser cargos
políticos, jefes, etc. ¡Los de uniforme! (cuanto imbécil hay con uniforme,
aunque hay que reconocer que cada vez menos). Los raciales. Los de determinadas
nacionalidades. ¡Qué miserable es sentirse superior por el color de la piel, o
por haber nacido en un lugar determinado! Los culturales. Los morales, etc.
Digo de antemano que, en general,
me producen repulsa y algunos claramente desprecio, sobre todo los
supremacistas de raza, nacionalidad, y los morales. Algunos, intentan imponer
sus tesis sintiéndose “elegidos” y son capaces de las mayores tropelías. En
nombre supremacía moral de religiones, ideologías de extrema derecha, de
extrema izquierda, razas, nacionalismos extremos, se ha vertido mucha sangre.
La historia es terca.
Nadie
somos más que nadie. Todos merecemos respeto, independientemente de raza, sexo,
nacionalidad, clase social, religión, no creencias, etc.
La consideración a nuestras
opiniones, a la calidad de nuestro trabajo etc., nos las tenemos que ganar
individualmente; en ese aspecto lógicamente no todos somos iguales, nos tenemos
que ganar la consideración de los demás por nuestro comportamiento. Es un
ámbito individual. Pero a nadie se puede despreciar, ni negar su dignidad como persona.
Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados
Fotografía. Ángel Cornago. Castillo de Loarre.
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