LA CAJA TONTA
No hay medio más
perverso para tenernos sometidos que “la caja tonta”. Sí, la televisión, ese
aparato que forma parte preeminente en los muebles de nuestra casa. Siempre en
el cuarto de estar, y a veces hasta en la cocina y en el dormitorio.
Es un invento de
entretenimiento, de información, de formación, pero también, es el invento más
nefasto del siglo pasado para tenernos sometidos; el responsable de la
globalización que trataré otro día.
Pasamos varias
horas delante del aparato, generalmente cuando descansamos, al final del día,
en situación pasiva y confiada. Por la tele, desfilan dependiendo de cada
cadena que sintonizamos, los programas que tratan de ideologizarnos dependiendo
del grupo económico que esté detrás. Está perfectamente estudiado cómo nos lo
presentan para que traguemos el anzuelo más fácilmente, y así manejarnos en
nuestras ideas, en nuestras adhesiones y fobias, incluso, en lo que consumimos.
Otro tema son los programas basura, que se valen de las más bajas pasiones de no pocos ciudadanos para tenerlos encandilados durante horas, destapando de forma frívola e impúdica, la vida privada de personas que se consideran famosas, pero cuya fama la crean las propias cadenas. Es opio que encandila a un tipo de público que luego traga otros anzuelos mucho más peligrosos.
Respecto a ideas
y noticias políticas nacionales sucede lo mismo. Todas las cadenas tienen un grupo económico
detrás que no se mueve precisamente por ideales y valores, sino por intereses
económicos o de partidos concretos. Magnifican unas noticias, minimizan otras,
cuando no las silencian o las tergiversan dependiendo de sus intereses. Las
televisiones públicas que deberían ser ejemplo de imparcialidad, no lo son. Recientemente
hemos visto que nada más llegar al poder el nuevo gobierno ha cambiado todo el
organigrama, precisamente para controlar la información; lo suelen hacer todos
los gobiernos cuando llegan al poder de forma más o menos desgarrada. Las
tertulias en las distintas cadenas están sesgadas por su ideología, a veces de
forma chabacana y torticera.
Las televisiones
públicas deberían ser ejemplo de imparcialidad, de potenciar valores, emitir
programas de calidad, pero es muy tentador y las suelen utilizar los partidos
en el gobierno para sus intereses.
O sea, que eso
de libertad para elegir, tal vez desde el desarrollo de las televisiones,
podemos hacerlo menos que nunca y, además, haciéndonos creer que somos nosotros
libremente los que elegimos. Y es cierto, pero después de habernos intoxicado
con sus mensajes cuidadosamente aderezados, de debates, noticas presentadas de
determinada manera, etc.
Es un tema para
la reflexión. Solo queda hacer una “cata” por todas las cadenas, para hacerse
una idea de la realidad, y desde luego con la mente crítica y abierta, no
sometida a nada ni a nadie.
Ángel Cornago Sánchez
Derechos
reservados.
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