La risa es una explosión de alegría, pero tiene un
matiz distinto, aunque suele acompañar a la alegría. Es una emoción, a veces,
incontrolable, como suelen ser las emociones, y va acompañada de sensación de
cierta felicidad y de olvido, aunque sea durante unos minutos, de los problemas
cotidianos.
Cuando hemos pasado unas horas en que nos
hemos reído, se puede decir que hemos sido felices, aunque no necesariamente de
felicidad de alto rango. Ese tiempo puede ser una laguna, un receso en una
fase de tristeza y preocupaciones, que vuelven a resurgir inmediatamente
después de que desaparezcan las circunstancias que han provocado la risa. Por
ejemplo: cuando se van los amigos que han venido a visitarme, con los que he
pasado unas horas divertido, en realidad me ha hecho olvidar durante un tiempo
mi realidad. De hecho, es conveniente fomentar las reuniones con personas con
las que se pueda compartir confidencias y momentos lúdicos.
Los motivos que provocan
la risa suelen ser fugaces, banales y de poca entidad, por eso la risa suele
ser una emoción efímera. De hecho, se puede pasar de la risa al llanto con
facilidad. La sonrisa es más sofisticada y, generalmente, provocada por
sensaciones psicológicas más sutiles y profundas. Suele ser más prolongada.
La risa es contagiosa, lo
hemos experimentado alguna vez. Personas risueñas, que ríen con frecuencia, que
tienen buen humor, están expresando que se encuentran bien, que son más o menos
felices en ese momento. Es un indicador: la risa frecuente no produce
felicidad, pero puede ser indicativo de que se es, al menos, medianamente
feliz.
Ángel Cornago Sánchez
De mi libro, "Salud y felicidad". Edt. SalTerrae
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