sábado, 21 de diciembre de 2019

ARTE Y CRISIS SOCIAL



Acabo de ver en el cultural de un periódico, la referencia a un autor del que aporta la fotografía de sus cuadros. Lo podían haber hecho unos niños jugando. A mi juicio representa la banalidad del arte en este momento; por supuesto no de todo el arte, ni mucho menos. Al que lo contempla, le provoca la sensación de que no es lo suficientemente entendido para valorarlo; que esa obra está en una dimensión a la que no consigue llegar. Hay personas que, un tanto avergonzadas tratan de disimularlo y llegan a decir que les gusta, incluso hacen comentarios interpretativos que, para los no acomplejados, suenan ridículos.
Considero que, dentro de cien o doscientos años, estas obras se pondrán como ejemplo de la decadencia y crisis social y cultural que padecemos.
Sucede con todas las artes. Tal vez depende de la banalización que estamos viviendo en todos los ámbitos de la vida: crisis cultural, de valores, crisis de ideales, crisis política con líderes desnudos de ideales sólidos, que buscan intereses propios más que de la sociedad a la que representan. Postureo en la comunicación para el manejo de los ciudadanos…
La historia ha sido cíclica. Los que tenemos años sufrimos una dictadura, pero como reacción había movimientos políticos en la clandestinidad, con personas de alto nivel intelectual y moral. Hoy los dirigentes, tal vez por la deriva de la corrupción política, y los que intentan llegar al poder, presentan, en general, muy bajo nivel moral e intelectual. Incluso florecen los grupos totalitarios. Es otro dato de la decadencia actual.
Ángel Cornago Sánchez


martes, 26 de noviembre de 2019

COMPROMISO


COMPROMISO

Compromiso, supone una fuerza que nace desde dentro. Es una obligación moral que nos imponemos voluntariamente. A veces puede coincidir, circunstancialmente, con leyes o grupos políticos, religiosos, pero no es lo mismo que obedecer sus dictados, y, manteniendo siempre la independencia.
El compromiso nace de los más profundo, y supone asumir la lealtad con uno mismo. No es una obligación, que generalmente es impuesta por las circunstancias como puede ser el trabajo, normas de circulación, leyes, etc.
El compromiso es asumido mediante una reflexión y decidido con un convencimiento profundo. Cumplir sus dictados, produce sensación de conciencia limpia, sobre todo si se cumple “a pesar de”. Aumenta la autoestima y da razón de ser a la propia existencia y a nuestro proyecto de vida como seres individuales. Son esas obligaciones que nos imponemos y nos hace mejores. Son lealtades con nosotros, y con los otros, con ideas, con valores, con proyectos altruistas. Nos hace más humanos, más grandes.
En esta sociedad en crisis, es necesario un rearme moral y necesitamos crear compromisos, cada cual en su ámbito, para intentar hacer un mundo mejor, más justo, desterrando y denunciando la impostura, la mentira, las utilizaciones por los grupos de poder, no siendo cómplices.
Por supuesto que no estoy hablando de ser quijotes; me refiero a tomar posturas ante la vida, incluso contando con que no vamos a ser héroes y que vamos a cometer fallos. Pero, es imprescindible saber donde está el norte para mejorar la sociedad y el mundo que nos toca vivir.
Imprescindible, no estar sometidos a los dictados de grupos de poder, ya sea económicos o ideológicos. Hay intelectuales de uno y otro signo que son acólitos de sus grupos, propagadores de sus consignas, o que buscan su utilidad personal. Es la antítesis del compromiso.
La antítesis del compromiso, es regirse por el principio de utilidad personal o de grupo.
El principio de utilidad es el que utilizan los partidos políticos; su objetivo es mantenerse o llegar al poder, y toda su estrategia está basada en ese fin. No les importar hacer promesas que no van a cumplir o que van a beneficiar a determinados grupos que les interesa arrastrar con sus votos.
Obsceno es el lenguaje que algunos utilizan. Hablan de democracia, cuando, la pervierten de forma descarada y torticera, pues en su praxis y en sus proclamas, son totalitarios incluso defienden la violencia con el mayor descaro.
Estamos en un momento grave de crisis política Lo mejor que tiene este país son sus ciudadanos, mucho más maduros de lo que creen sus gobernantes.


Ángel Cornago Sánchez


lunes, 14 de octubre de 2019

DEMOCRACIA Y PODER


DEMOCRACIA  Y PODER

El ser humano como grupo no encontrará nunca un sistema social estable, donde la justicia sea la regla, no haya competencia despiadada, y la guía de actuación sea la defensa de valores, el bien de la mayoría y también de las minorías. Es la antítesis de lo que somos. Somos competencia. Pero, además, en nuestra vida diaria, somos envidiosos, egoístas, avariciosos, y, unos pocos, con ansia de poder, de dominio.
En general, -aunque no todos-, los que se acercan al poder, son los más egoístas; los que utilizan los ideales como consigna sin creer verdaderamente en ellos ni tenerlos asumidos, aunque, a veces, ni ellos mismos lo saben, y lo disfrazan de bien para la mayoría; algunos incluso, se sienten redentores. Estos suelen ser los más despiadados; la historia ha mostrado y presenta suficientes ejemplos.
Para conseguir el poder, fundamentalmente utilizan la “estrategia”, prometiendo y haciendo afirmaciones sin importarles que no las vayan a cumplir, o que, al cumplirlos, el bien de la mayoría quede relegado al bien propio o de grupo.
La motivación por ideales puros, sin otros componentes, es la antítesis de lo que son. Ha habido, y, seguro que hay, personas que se mueven fundamentalmente por ideales y que son capaces de dar lo mejor de sí en defenderlos y conseguirlos. El mundo ha progresado mucho y ha sido gracias a esos hombres y mujeres que han trabajado y luchado para que así sea.
La democracia es un sistema justo, pero enseguida es contaminado por los diversos poderes para utilizarla en su provecho. Se apoderan de medios de comunicación, corrompen con planteamientos fraudulentos a personajes fácilmente manejables para ocupar los puestos. Para eso utilizan a esas personas cegadas por el medro, por figurar. La política está plagada de mindundis con poco que aportar; solo ser obedientes y meros transmisores.
Pero, indudablemente, la democracia es el mejor de los sistemas para el gobierno de los pueblos. Pero hay que estar ojo avizor, y ser críticos, porque hay poderes económicos o ideológicos, que están preparados para intentar manejarla en su beneficio, sin ningún miramiento.

Ángel Cornago Sánchez
Fotografía: propia. Ávila



las democracias están pervertidas por los diversos poderes

viernes, 26 de julio de 2019

LA EDUCACIÓN Y SU PERVERSIÓN


LA EDUCACIÓN Y SU PERVERSIÓN


Estoy convencido, que educar, es una de las profesiones cuyo ejercicio lleva aparejada una gran carga responsabilidad; si no la mayor.
Educar no es enseñar conocimientos, que también; es, fundamentalmente, formar en valores de justicia, respeto, esfuerzo, solidaridad, tolerancia, humanismo. Ayudar a formar el entramado psicológico e intelectual, con el que los alumnos se van a manejar a lo largo de su vida, de lo que va a depender, sus comportamientos, decisiones, lo que ellos van a aportar a sus hijos y, también, al medio social en el que se desenvuelven.
Un profesor está impartiendo enseñanza desde que entra por la puerta de su clase, con su actitud, con su manejo de las situaciones individuales y colectivas, no siempre fáciles. Es un espejo en el que los alumnos se miran, sobre todo si el docente se ha prestigiado a los ojos de sus alumnos. Los educadores junto al medio familiar, tienen una importancia capital en el futuro de los seres humanos, incluso, yo diría que algunos educadores más que los propios padres, con los que suele haber frecuentemente artefactos que distorsionan la comunicación.
Conocedores de esta verdad, partidos políticos totalitarios, nacionalistas, grupos religiosos fundamentalistas, diversos poderes, tratan de sembrar en los educandos, desde el púlpito de autoridad moral y académica que se les presume y no se les discute, teorías y conocimientos, dirigidos a que en el futuro sean militantes de las ideas que ellos tratan de propagar. Muchos, incluso, tergiversan la historia y la acompañan de soflamas,  de emoción, para así aumentar su eficacia.
Me parece de una gravedad palmaria intentar manipular las mentes infantiles para provechos doctrinales políticos o religiosos. Es la perversión de lo que debe ser la educación. Tenemos ejemplos sobrados en el mundo; también próximos.
El momento que vivimos es de miseria humana: corrupción, obsesión por el poder como primer objetivo, y de líderes carismáticos muy peligrosos.
La mayoría silenciosa, cobardemente callada.

Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados.
Fotografía: propia. Burgos.


lunes, 1 de julio de 2019

MISERIA MORAL Y POLÍTICA


MISERIA MORAL

            El momento político actual, realmente produce desánimo y frustración. Para valorar a las personas, a los grupos, no basta hacerlo en circunstancias ordinarias, que también, sino cuando suceden o se enfrentan a momentos trascendentes en los que deben decidir sobre hechos cruciales. Ya no se trata de ese juego político diario de bajo nivel al que nos tienen acostumbrados. Ahora se trata de decisiones que tienen trascendencia para el futuro del país.
            En este momento, los ciudadanos, estamos asistiendo atónitos, hastiados, y cabreados, a la catadura moral de muchos líderes con responsabilidad de decidir sobre la gobernabilidad de España. En vez de ajustarse al mandato de las urnas, de hacer un gobierno de diversas tendencias, se decantan por sus propios intereses, disfrazándolos de bien para la comunidad. Y no solo es grave su falta de escrúpulos, sino que diariamente en los medios de comunicación nos dan muestras de su bajo, y a veces ínfimo, nivel. Difícilmente estos indigentes intelectuales, pueden dirigir un país. Pero lo que realmente preocupa es su miseria moral: todo vale para conseguir sus fines.
            ¡Ya está bien! de luchas partidistas barriobajeras. Ya vale de navajeo. Hasta las puestas en escena son ridículas y obscenas. Observen a los altos cargos y líderes, cuando comparecen ante los medios de comunicación: se plantan ante la nube de periodistas con sus cámaras, en un postureo que les hace sentirse protagonistas, en momentos que viven como sublimes, casi orgiásticos, pero lo que en realidad trasmiten es estar en el limbo de la idiocia. Parecen bandas organizadas para engañarnos.
            Otro tema grave es la utilización de la justicia, y el propio proceder de la justicia, así como la actitud de determinados medios de comunicación, claramente partidistas para intentar manejar el ciudadano. Eso también es corrupción.
            Es preciso la regeneración de los partidos con nuevas personas y nuevos estilos. Poder judicial independiente.  Mujeres y hombres preparados, honrados, conscientes de que la política es un servicio y una responsabilidad muy importante con la comunidad.
            Esta sociedad necesita moralizar la vida pública, y la privada, cada uno en su ámbito. No debemos permitir que los grandes poderes económicos nos exploten; debemos defender una distribución justa de los recursos, justicia social, defender derechos; pero, en la lucha política o ideológica, tampoco vale todo. Hay que ser riguroso, buscar la verdad, buscar soluciones ponderadas y justas, intentando construir país, no desestabilizarlo.
Fundamental: “rigor y honradez intelectual” en el ámbito individual a la hora de analizar los hechos y enjuiciar las situaciones. Sobran los corruptos, los sectarios, los embaucadores. Sobran los que sólo aportan odio y resentimiento. Sobran salvadores interesados. Es preciso un rearme moral de la sociedad. La voz de la mayoría silenciosa, honesta y ejerciendo su honradez, se debe hacer escuchar. Y, desde luego, potenciar a los políticos honestos conscientes de que su principal deber es servir el fin para el que están en política, que no es otro que cumplir con su deber con los ciudadanos. El momento actual es, de miseria moral.
Ángel Cornago Sánchez. Reservados derechos.
Fotografía: propia.

viernes, 21 de junio de 2019

SUPREMACÍA MORAL. PATENTE DE CORSO


SUPREMACÍA MORAL. PATENTE DE CORSO

Hay grupos, partidos, personas, que se atribuyen supremacía moral sobre los demás, por definición, sin habérsela ganado. Algunos se fundan en un marco teóricamente justo, pero irrealizable, que no respetan en su praxis, ni en su régimen interno. Se consideran idealistas, con una supremacía moral muy por encima de los demás, lo cual les permite basándose en “el fin justifica los medios”, faltar a la verdad en sus alocuciones, en su proceder, incluso a veces realizar las mayores tropelías. Suelen ser partidos, personas, extremistas de izquierdas o de derechas, nacionalistas radicales. En el fondo se sienten “elegidos” y no hacen autocrítica porque todas sus mentiras, manejos inmorales, son para conseguir teóricamente un bien supremo para la sociedad. Se sienten “salvadores”. Es también la filosofía del fascismo.
Suelen confundir el fin, que debe ser el bien de los ciudadanos, con el objetivo, que no es otro que llegar al poder y sentarse en la poltrona para “salvarnos”. En general, están muy lejos de tener asumido, que su misión como la de cualquiera que pretenda influir en la vida pública, es de servicio, pero respetando la opinión y los derechos de los ciudadanos. No vale el principio de mayor utilidad personal o de partido.
Suelen difundir mensajes estereotipados, apoyándose en conceptos y palabras que nadie discute porque se han ganado el calificativo de moralmente irreprochables. Así, es muy frecuente que, en sus alocuciones diarias para el consumo, delante de una cámara, de un micrófono, empleen, repitan hasta la saciedad las palabras: progresistas, democrático, democracia, diálogo, justicia, bien de los ciudadanos. Después, sus actos se rigen por el principio de mayor utilidad para sus fines.
Tampoco son conscientes de que los ciudadanos somos mucho menos ignorantes de lo que ellos suponen, y que no nos tragamos, a pesar de sus maquilladas puestas en escena, los señuelos que tratan que asumamos.
Algunos dan por hecho, lo llevan en su ADN, que están en posesión de esa supremacía moral que les otorga patente de corso. Esos personajes son muy peligrosos, porque pueden justificar, las mayores tropelías. 
Ángel Cornago Sánchez
Reservados derechos

viernes, 7 de junio de 2019

DERECHOS.


Derechos. Breve aproximación

Derechos son potestades que tenemos la facultad de disfrutar. Unos por el simple hecho de ser seres vivos, otros por pertenecer a la especie humana, y otros porque nos los hemos dado en forma de leyes como grupo social para organizar nuestra convivencia.
Los derechos siempre llevan implícitas obligaciones. La primera, el respeto a los derechos que, como nosotros, tienen “los otros”. No podemos atribuirnos unos derechos que les negamos a los demás en las mismas circunstancias. Esto que parece tan obvio, no es infrecuente; solo hay que analizar el comportamiento de muchos próceres de la vida política.
Son conceptos tan fundamentales y simples que el aceptarlos parece una obviedad, y negarlos una barbaridad. Analicen el comportamiento público de no pocos líderes, en lo que proclaman, incluso en lo que hacen, y verán reflejada la farsa en la que se mueven.
Es momento de respetar el derecho a opinar y pensar diferente, que lleva aparejado el respeto al mismo derecho que tiene el contrario. Si el caso lo requiere, supone poner encima de la mesa las discrepancias y dialogar. Es el grado supremo de madurez y la grandeza de una sociedad democrática, a la que nunca debemos renunciar y debemos defender a toda costa.
Tenemos derecho a no ser utilizados. Eso supone la obligación moral de los medios de comunicación de no levantar falsedades con intención de intoxicar. Supone la obligación moral de los políticos, de no mentir a sabiendas para vender su mercancía.
Hay una responsabilidad sagrada por encima de todas. La de los educadores de educar en la verdad. Los niños tienen el “derecho” de ser educados en verdades objetivas, y no en adoctrinamientos políticos ni religiosos para ser utilizados. Los educadores que lo hacen premeditadamente, traicionan su sagrada labor y debería estar penado judicialmente. Lo han hecho las dictaduras y se sigue haciendo. La educación se debe basar en valores, incluso más que en conocimientos.

Ángel Cornago Sánchez
Fotografía. Sierra del Moncayo

lunes, 20 de mayo de 2019

NO CUALQUIERA TIEMPO PASADO FUE MEJOR


¿CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR?

Los que ya tenemos años, tendemos a la nostalgia y solemos identificar nuestra juventud con una sociedad también mejor.
Hay factores que, sin duda, nos inducen a pensarlo. Entonces éramos jóvenes, habíamos vivido menos, pecábamos de inocentes, ingenuos, no habíamos descubierto muchas de las miserias propias del ser humano en toda su crudeza. Vivíamos todavía en el rescoldo del seno familiar. Los entornos eran más limitados por la propia estructura de la sociedad. Todo lo cual, nos hace ver esa ápoca como más humana, y tal vez lo era, pero en muchos aspectos su supremacía puede ser un espejismo en la distancia del tiempo; también había rencores, odios, violencia, etc. No había drogas, pero existía el alcohol como droga dominante.
Hoy, la sociedad es más justa. La sanidad está universalizada en nuestro país. Los servicios sociales están más extendidos, aunque hay personas que pasan hambre. La educación, la cultura, están universalizadas, o al menos más al alcance de la mayoría. Podemos viajar más fácilmente. Los derechos están más reconocidos; el seguro en las bajas por enfermedad, en la jubilación. Por citar algo de lo más importante
Por supuesto, el mundo sigue dominado por grandes poderes económicos y políticos que persiguen su propio beneficio; por líderes carismáticos que hacen lo propio. Ellos son los responsables de que en esta evolución positiva haya traspiés que ocasionen recesiones, sufrimiento e incluso guerras. Pero siempre emerge la esperanza con hombres y mujeres buenos que dan lo mejor de ellos para seguir adelante. En todas las épocas aparecen oportunistas disfrazados de ideales, de salvadores, que en muchos casos destrozan lo logrado. También los conformistas que son una rémora insulsa e irresponsable.
Pero haciendo cómputo, el mundo ha ido a mejor, gracias a personas con ideales, que han investigado, han luchado, han intentado hacer una sociedad más justa. Son a los que debemos los avances. Entre ellos hay intelectuales, pensadores, artistas, científicos, políticos con ideales, millones de trabajadores que intentan hacer su trabajo lo mejor posible cada día. A todos ellos se debe que la sociedad sea cada vez mejor.
Hay más factores, pero solo por esto, podemos asegurar, que no cualquiera tiempo pasado fue mejor. Debemos desterrar las nostalgias del pasado y mirar hacia el futuro. Es nuestra responsabilidad construir un escalón más alto de justicia, humanismo y bienestar donde se alojen las generaciones venideras.

Ángel Cornago Sánchez

«Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor

Jorge Manrique. “Coplas a la muerte de su padre”


tiempo pasado fue mejor

martes, 23 de abril de 2019

NECESIDAD DE RECONOCIMIENTO


El "reconocimiento" por parte de los demás, nos provoca sensaciones positivas, además de estables si es continuado. Suele ser acumulativo, enormemente importante para la individualización y la autoestima, y un acicate para llevar a cabo el proyecto de vida personal. De alguna forma, somos sociales porque precisamos de los demás, y un aspecto que precisamos, aparte de otros, es el reconocimiento como ser individual, singular, aceptado y, si es posible, reconocido y querido. El reconocimiento puede ser negativo, lo que no podemos soportar es ser transparentes.
Debemos diferenciar reconocimiento, de dependencia. Precisamos que nos reconozcan como «lo que somos», y ese «somos» lo hemos trabajado y establecido individualmente; es por lo que los demás nos reconocen y valoran. No tiene por qué ajustarse a las pautas dominantes, antes bien, cuanto menos gregarios y más diferenciados seamos, es decir, menos dependientes de lo establecido, más reconocida será nuestra individualidad, para bien y para mal. El reconocimiento, pues, no es dependencia. Otro aspecto es que nos guste ser apreciados, valorados, y que, de alguna forma lo busquemos.
Precisamos el reconocimiento de los otros. Lo precisamos para enfrentarlo a nuestra individualidad. Toda coexistencia es un reconocimiento. Precisamos de los demás para saber que «somos».
Efectivamente, el individualismo teóricamente puro es falso y, además de imposible; negativo para ser feliz.
Precisamos no ser invisibles para los demás, aunque en muchas ocasiones les seamos indiferentes y no les inspiremos ninguna reacción. Pero para eso, antes, nos han dirigido una mirada de valoración y no hemos atraído su atención: Nos ignoran. Eso también es reconocimiento, aunque si es repetitivo es negativo. Es la indiferencia, pasar como si no estuviéramos.
Todorov escribe sobre el reconocimiento, que divide en reconocimiento de conformidad y de distinción: «o bien quiero ser percibido semejante a los otros, o diferente, distinto, peculiar».[1] El de conformidad obtiene su reconocimiento del hecho de conformarse lo más escrupulosamente posible con los usos y normas que considera apropiados para todos los miembros del grupo; el individuo «se siente reconocido y aceptado». El reconocimiento de distinción es un reconocimiento especial, positivo, «por encima de los demás».
No cabe duda de que para la felicidad es una garantía el reconocimiento de conformidad, porque es estable. El de distinción puede desaparecer y, esencialmente, suele ser temporal. El que nos va a llevar a reconocernos en los demás es el de conformidad. Para obtenerlo «no necesito continuamente la mirada de los otros, ya la tengo interiorizada; no aspiro a ser excepcional, sino normal».
...
Ángel Cornago Sánchez
De mi libro "Salud y felicidad". Edt. SalTerrae.



[1] TODOROV, Tzvetan, La vida en común, Taurus, 1995

miércoles, 27 de marzo de 2019

LA CONCIENCIA


“LA CONCIENCIA”


¡Cuántas veces suena el pinganillo! A lo largo de nuestra vida, con frecuencia, recibimos llamadas de atención de nuestra conciencia que nos lanza una señal de que estamos ante situaciones en que debemos tomar partido, y cuya elección supone o no un quebranto de principios.
Desde que tenemos uso de razón, desde que tomamos conciencia de valores, vamos formando una serie de códigos que son los que van a regir nuestros comportamientos. No estoy hablando de religiones, que al adoctrinarnos incluyen principios, algunos coincidentes con valores universales, pero otros creados por la propia religión y que, en no pocas ocasiones, entorpecen el desarrollo del individuo e incluso le atormentan y manipulan.
También suponen llamadas los intereses, las ambiciones, los instintos, las pasiones. Entre unos y otros nos pasamos la vida, ponderando qué camino hemos de seguir, o qué decisión debemos tomar, pero nunca debe desparecer “la conciencia”. El quebrantar ocasionalmente principios, ceder a los instintos, a las pasiones, no cumplir siempre con el deber, cae dentro de lo humano, y creo que todos hemos transgredido en ocasiones la forma de mejor proceder. Pero cuando esto sucede hemos sentido un regusto amargo, o al menos hemos tenido conciencia de que no hemos obrado bien.
Hoy existe una perversión de principios. En nombre de palabras rimbombantes, como “justicia social, libertad, democracia, el bien de la mayoría, progreso…”, muchos de nuestros dirigentes de uno y otro signo, son capaces de transgredir los principios con toda naturalidad, sin tener sensación de mala conciencia e incluso disfrazándolo de hacer el bien a los ciudadanos. Se han instalado en la mentira, en la ineficacia, cuando no en la corrupción, con el fin de mantener o conseguir poder y de gozar de suculentos sueldos y prebendas.
A algunos, ya, ni les suena el pinganillo de la conciencia.

Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados

domingo, 10 de marzo de 2019

VEJEZ Y CRECER


VEJEZ Y CRECER

Tengo la sensación, de que sigo creciendo. En realidad, siempre he estado creciendo, con los baches lógicos producidos por las crisis en las que te embarras y tienes dificultad para salir del charco. Lo que nunca pueden faltar son las ganas de luchar, de salir de la situación. Se consigue salir además con enseñanzas, que servirán para el próximo tropiezo.
En la vejez se sigue creciendo en el juicio ponderado de todo. Todo se relativiza, aunque no quiere decir que se acomode en los problemas, sino que el enfoque es más reposado, pero la conclusión no tiene por qué ser más conservadora.
Es una etapa rica, reflexiva, sabia, si se ha pasado por la vida con los ojos abiertos, asumiendo los fallos; si se tiene la sensación de que se sigue estando “vivo”, con todo lo que implica: proyectos, responsabilidad como ciudadano, aceptación de lo que el futuro depare de irremediable; con conformidad, serenidad, capacidad de observar, de sintonizar con la naturaleza y con todos los seres vivos.
También nos queda, a mí al menos, la sensación de mirar con indulgencia, a veces después del cabreo que sentimos, a la serie de cretinos que pululan alrededor de los poderes políticos de turno. Aunque a veces puede más el cabreo que la indulgencia, porque su torpeza, prepotencia y avaricia, influyen en la vida de mucha gente.

Ángel Cornago Sánchez.Derechos reservados.



jueves, 21 de febrero de 2019

MÁS SOBRE LOS "GUAY"


MÁS SOBRE LOS GUAY

Alrededor de los guay de entonces, también había “babosines” que se arrimaban a la gente dirigente, no por convicción, pero si con convicción y conveniencia. Eran pelotas y oportunistas, a ver si caían migajas o su resplandor les alumbraba y les hacían parecer también gente guay; muchos renunciaban a sus orígenes, de los que se avergonzaban; intentaban mimetizarse con las clases dirigentes.
Hoy también sucede. Son otros los protagonistas, pero con la misma estructura psicológica. Buscan estar a la moda. La moda, en este momento, es ser “progre”, pero esta es una progresía desvirtuada. Hoy “progre” se identifica con personas de izquierdas, pero bastante a la izquierda, no pocas, sin haber reflexionado en profundidad sobre lo que defienden.
Hoy es guay, ser “progre”, pero progre desvirtuado. Es una moda, aunque no se tenga criterio propio y se sea solo manada, y sus comportamientos personales sean reaccionarios. En mi opinión ser “progresista”, es perseguir la justicia social, la igualdad de oportunidades, rechazar el capitalismo salvaje que se vive en los ámbitos de altos poderes económicos, el que la riqueza esté justamente distribuida, el no dejarse explotar por los poderosos, el que haya prestaciones sociales “para los que no puedan trabajar”, el que la justicia sea para todos igual, el no dejarse manipular por los medios de comunicación…Me identifico con esas ideas; me identifico con aquella progresía de la transición. No defiendo la violencia, ni los escraches, ni el “todo vale” para llegar al poder y, desde luego, estoy absolutamente en contra de las dictaduras de derechas, pero también de las de izquierdas que es lo que persiguen muchos de los que hoy están mimetizados en nuestra democracia. La estructura psicológica de los dictadores de izquierdas y los de derechas es muy similar. En los extremos ambas ideologías han coaccionado, han ocasionado mucho dolor, y muchas muertes, y no precisamente en el campo de batalla, sino en la población civil, no lo olvidemos.
Hay muchos acólitos y acólitas junto a esta gente de progresía caduca, que ha demostrado suficientemente su ineficacia. Muchos son personas que se califican así porque está de moda; son un grupo de advenedizos, de parásitos de los partidos.
Conozco a progres guay, que dicen ser “rojos” o “rojas”, a los que nunca les he conocido ninguna militancia, ni ninguna manifestación social, que su interés solo ha girado en torno a su persona, a su posición social, a sus apariencias.
En este país son muy precisas personas serias, reflexivas y honradas, con inquietudes e intereses en lograr un país más justo, más humano, donde prime el intentar conseguir para todos una vida buena, con todo lo que entraña este concepto de humanidad y justicia.
Ángel Cornago Sánchez
Reservados derechos.

miércoles, 30 de enero de 2019

CULTURA ES LIBERTAD Y PROGRESO


            CULTURA ES LIBERTAD

Cultura, es muchas cosas. Es, el análisis de todo lo que forma parte del ser humano, de su historia, de su creatividad, de su relación con el entorno, de sus comportamientos, también de la ciencia, etc. Pero hoy aquí, me quiero referir a la “cultura con mayúsculas”, a la cultura próxima, no a la universal, sino a la que está adherida a nuestra piel, a nuestro tuétano, a lo que nos moviliza, a la que nos provoca como ciudadanos, la que nos hace preguntar y preguntarnos cada día por nuestra existencia y por nuestro papel en los decorados donde nos desenvolvemos.
Cultura, en este caso, no es conocimientos, que también; es algo mucho más creativo y para cada cual diferente, en lo que podemos coincidir o discrepar civilizadamente o no. Es una cadena de razonamientos subjetivos, de los que extraemos conclusiones nuevas de bases a las que habíamos llegado por el método del esfuerzo y la reflexión. Es, subjetividad, desde el sentimiento de todo lo que nos envuelve Es una búsqueda permanente y meditada, honrada intelectualmente, sin intereses espurios.
Cultura pervertida o anticultura, suele ser la oficial, la subvencionada, la interesada en mandar mensajes ya cocinados, la que emana de los voceros que siempre están al lado de los que mandan; la baboseada con los gerifaltes de turno, la que se cubre las espaldas por: “un por si acaso la tortilla cambia”, “la plana”, la del “todo er mundo es güeno”; “ni blanco, ni negro sino todo lo contrario”; “ni carne ni pescado”, etc.
Es una cultura perversa porque no aporta nada al desarrollo, solo las dosis justas paniaguadas y formales; el buenismo interesado dado para el consumo por el poder correspondiente. Es perniciosa para la sociedad porque es una rémora, un obstáculo premeditado, barrera para el desarrollo de otras formas y de otras opiniones.
Es la cultura oficial que no muere ni desfallece, con otros protagonistas, con los mismos cómplices, que mutan y se transforman dependiendo de quien manda. Son las más dañinas porque impiden el paso a otra gente, a otras ideas, a otras opiniones más frescas y, presumiblemente, más honradas aunque divergentes. Porque el progreso, no hay ninguna duda, nace de divergir con lo establecido, aunque luego precise de sucesivos reajustes. Aunque, no todo lo que discrepa es progreso; también hay basura.
La cultura debe ser libre, no encorsetada ni controlada, creativa. Es lo que permite el desarrollo y, al ser humano, crecer y volar. Los pseudointelectuales, mercenarios de poderes sucesivos: incombustibles.

Ángel Cornago Sánchez.      Derechos reservados.

domingo, 13 de enero de 2019

LA GENTE "GUAY"


LA GENTE “GUAY”

En mi niñez, adolescencia y juventud, tuve que sufrir a la “gente guay” de entonces. Eran los ricos, los ricos venidos a menos pero que con las apariencias intentaban mantener su estatus, los políticastros locales encumbrados en la España de Franco, la policía, la guardia civil, y al clero en sus diversas modalidades: curas, profesores, etc. Muchos de ellos, con frecuencia, se comportaban con altanería y prepotencia, sobre todo, con los que precedíamos de familias humildes.
Estas circunstancias, modelaron a muchos de nuestra generación. Unos antes, otros después, y no pocos nunca, nos implicamos en que había que cambiar la sociedad a un sistema democrático justo, racional, humano, donde la ciudadanía pudiera expresar sus opiniones con libertad, elegir a sus gobernantes, respirar hondo y sentirse no manejados ni oprimidos. Muchos, contribuimos con nuestras convicciones, y también con nuestra praxis y actitud comprometida a que se produjera el cambio.
Con la muerte de Franco, la transición fue un momento muy importante por el sentido de responsabilidad de los líderes de todos los partidos implicados. Desde entonces, ha habido unos años de democracia que ha permitido a este país desarrollarse y crecer. Aunque también, la corrupción ha asolado y pervertido la vida política, hasta hacerla irrespirable.
Ahora hay una nueva “élite” que debemos soportar; otra gente “guay” que, como aquellos dictadores, se pavonean; en este caso se sienten supremacistas morales; se creen en posesión de unas verdades que deben imponer: sus ideas, su cultura y, en algunos casos, incluso su lengua; algunos, como método, no dudan en denostar, descalificar, amedrentar, coaccionar. Estos supremacistas, sin ningún rubor, tratan de fascistas a quien discrepa.
Nuestra democracia está en peligro por la corrupción, pero también por determinados grupos que se sienten “elegidos”; tratan de “salvarnos”, de imponer sus ideas falseando su forma de proceder. Eso también es dictadura. Son, los “guay” de ahora, con otro pelaje.

Ángel Cornago Sánchez

Derechos reservados.