“LA CONCIENCIA”
¡Cuántas veces suena el pinganillo! A lo largo de nuestra vida, con
frecuencia, recibimos llamadas de atención de nuestra conciencia que nos lanza
una señal de que estamos ante situaciones en que debemos tomar partido, y cuya
elección supone o no un quebranto de principios.
Desde que tenemos uso de razón, desde que tomamos conciencia de
valores, vamos formando una serie de códigos que son los que van a regir
nuestros comportamientos. No estoy hablando de religiones, que al adoctrinarnos
incluyen principios, algunos coincidentes con valores universales, pero otros
creados por la propia religión y que, en no pocas ocasiones, entorpecen el
desarrollo del individuo e incluso le atormentan y manipulan.
También suponen llamadas los intereses, las ambiciones, los instintos,
las pasiones. Entre unos y otros nos pasamos la vida, ponderando qué camino
hemos de seguir, o qué decisión debemos tomar, pero nunca debe desparecer “la
conciencia”. El quebrantar ocasionalmente principios, ceder a los instintos, a
las pasiones, no cumplir siempre con el deber, cae dentro de lo humano, y creo
que todos hemos transgredido en ocasiones la forma de mejor proceder. Pero
cuando esto sucede hemos sentido un regusto amargo, o al menos hemos tenido
conciencia de que no hemos obrado bien.
Hoy existe una perversión de principios. En nombre de palabras
rimbombantes, como “justicia social, libertad, democracia, el bien de la
mayoría, progreso…”, muchos de nuestros dirigentes de uno y otro signo, son
capaces de transgredir los principios con toda naturalidad, sin tener sensación
de mala conciencia e incluso disfrazándolo de hacer el bien a los ciudadanos.
Se han instalado en la mentira, en la ineficacia, cuando no en la corrupción,
con el fin de mantener o conseguir poder y de gozar de suculentos sueldos y
prebendas.
A algunos, ya, ni les suena el pinganillo de la conciencia.
Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados
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