El "reconocimiento" por parte de los demás, nos provoca sensaciones positivas, además de estables
si es continuado. Suele ser acumulativo, enormemente importante para la
individualización y la autoestima, y un acicate para llevar a cabo el proyecto
de vida personal. De alguna forma, somos sociales porque precisamos de los
demás, y un aspecto que precisamos, aparte de otros, es el reconocimiento como
ser individual, singular, aceptado y, si es posible, reconocido y querido. El
reconocimiento puede ser negativo, lo que no podemos soportar es ser
transparentes.
Debemos diferenciar reconocimiento, de dependencia. Precisamos que nos
reconozcan como «lo que somos», y ese «somos» lo hemos trabajado y establecido
individualmente; es por lo que los demás nos reconocen y valoran. No tiene por
qué ajustarse a las pautas dominantes, antes bien, cuanto menos gregarios y más
diferenciados seamos, es decir, menos dependientes de lo establecido, más
reconocida será nuestra individualidad, para bien y para mal. El
reconocimiento, pues, no es dependencia. Otro aspecto es que nos guste ser
apreciados, valorados, y que, de alguna forma lo busquemos.
Precisamos el reconocimiento de los otros. Lo precisamos para
enfrentarlo a nuestra individualidad. Toda coexistencia es un reconocimiento.
Precisamos de los demás para saber que «somos».
Efectivamente, el individualismo teóricamente puro es falso y, además de
imposible; negativo para ser feliz.
Precisamos no ser invisibles para los demás, aunque en muchas ocasiones
les seamos indiferentes y no les inspiremos ninguna reacción. Pero para eso,
antes, nos han dirigido una mirada de valoración y no hemos atraído su
atención: Nos ignoran. Eso también es reconocimiento, aunque si es repetitivo
es negativo. Es la indiferencia, pasar como si no estuviéramos.
Todorov escribe sobre el reconocimiento, que divide en reconocimiento de
conformidad y de distinción: «o bien quiero ser percibido semejante a los otros, o
diferente, distinto, peculiar».[1] El de conformidad
obtiene su reconocimiento del hecho de conformarse lo más escrupulosamente
posible con los usos y normas que considera apropiados para todos los miembros
del grupo; el individuo «se siente reconocido y aceptado». El reconocimiento de
distinción es un reconocimiento especial, positivo, «por encima de los demás».
No cabe duda de que para la felicidad es una garantía el reconocimiento
de conformidad, porque es estable. El de distinción puede desaparecer y,
esencialmente, suele ser temporal. El que nos va a llevar a reconocernos en los
demás es el de conformidad. Para obtenerlo «no necesito continuamente la mirada
de los otros, ya la tengo interiorizada; no aspiro a ser excepcional, sino
normal».
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Ángel Cornago Sánchez
De mi libro "Salud y felicidad". Edt. SalTerrae.