miércoles, 25 de marzo de 2020

DECEPCIÓN, EN LOS QUE YA TENEMOS AÑOS


DECEPCIÓN, EN LOS QUE YA TENEMOS AÑOS

Algunos de los que ya somos viejos, tenemos tendencia a la “crítica”, a veces acalorada, incluso desabrida, tal vez por la sensación de que en los últimos años que nos quedan, desde la decepción, debemos ser consecuentes con lo que pensamos y opinamos, en este mundo en general dominado, no por los más honrados, más capaces, y más justos, sino por líderes mediocres, cuando no corruptos, y grupos de poder de uno u otro signo que nos utilizan y nos manejan a su antojo.
Es un pequeño grano de arena lo que podemos aportar, pero queda la sensación del deber cumplido, de independencia, y de cierta tranquilidad de conciencia, dentro del desasosiego que produce la situación. Nuestro pasar por el mundo, asumiendo los fallos que hayamos podido cometer, y desde la honradez intelectual y la humildad, es un ejercicio de responsabilidad intentar aportar algo positivo para contribuir a que sea cada vez un poco mejor. Es una obligación moral como ciudadanos.
Nos impela, no dejarlo todo en manos de fuerzas organizadas de uno u otro signo, que intentan imponer su verdad, con la descalificación, y a veces la amenaza al discrepante. Las redes son la prueba más fehaciente de la miseria moral que nos envuelve, donde no pocos sectarios son capaces de las mayores injurias, insultos e incluso amenazas. Con frecuencia están organizados. En parte consiguen sus objetivos, porque mucha gente de bien, calla por miedo. Es muy grave vivir en una sociedad democrática, con miedo al descalificativo, al insulto y a la amenaza. Los calificativos de “izquierda” y “derecha”, están obsoletos. Detrás de esas siglas se esconden verdaderos tahúres y oportunistas, para revestirse de ideologías teóricamente justas. Por supuesto, también son espacios habitados por personas honestas y responsables, aunque no suelen ser los que dominan en los cargos ni en los medios de comunicación.
Creo que vivimos un momento de severa crisis moral por la falta de valores, por la perversión del significado de palabras sagradas a las que se las mancilla con la mayor frivolidad, como “justicia social”, “democracia”, “altruismo”, “bien común”, “igualdad”…, detrás de las cuales hay fines utilitaristas para el manejo de los ciudadanos, por parte de líderes y lidercitos que en su praxis ejercen precisamente lo contrario de lo que predican.
Este mundo globalizado está dominado por poderes económicos, que utilizan a partidos políticos que se dejan comprar para conseguir sus intereses. Los medios de comunicación al servicio de los diversos y a veces de los mismos poderes, nos mandan digeridos y frecuentemente tergiversadas según la ideología que los sustenta, las noticias e ideas que quieren que consumamos diariamente. Desaparece, o al menos se ve muy dañada, la individualidad de criterio, el sentido crítico y el librepensamiento.
Los que ya somos abuelos, abominamos el franquismo en que nos tocó nacer y crecer; muchos, como era nuestro deber, idealizamos, nos ilusionamos y luchamos para la llegada de la democracia. En su todavía corta vida, hemos sido testigos de su degradación por la corrupción generalizada, fundamentalmente en los dos grandes partidos, la perversión de valores, y por la llegada de líderes cuya premisa es el poder como finalidad y no como servicio. Considero que estamos en un momento de severa crisis moral y de líderes.
Ángel Cornago Sánchez.



sábado, 14 de marzo de 2020

NAVEGAR


         NAVEGAR

      Es difícil vivir. Es difícil vivir en toda su dimensión, siendo consciente de tu entorno, es decir, de esa marabunta de noticias y sucesos, de opiniones de los que mandan, de los cómplices de los que mandan que emborronan todo de mierda para que no se vea la verdad. De los acólitos, que son remeros del poder esperando sus óbolos cuando lleguen a puerto. De los aspirantes a mandar sudando sangre y meándose de esfuerzo de tanto hacer la pelota y llevar el bien va al poder de turno. En general, siempre tiene razón el que está contra el poder, sea el que sea. El poder tiende a corromperse, y determinados poderes son muy peligrosos, porque quieren el poder para imponer su verdad y para eternizarse. Es lo realmente peligroso.
     Con toda esta farándula de corazones infectados por odios, rencores, y malas intenciones, hoy, el río esta sucio, el agua está contaminada por los lapos que echan los remeros, por los detritus repugnantes, por las iras, por las avaricias. Por los cadáveres que tiran por la borda cuando ya no los necesitan. Las aguas están contaminadas y repugnantes.
     Los ciudadanos de bien, que somos la mayoría, observamos desde la orilla la farragosa y sucia contienda. A veces, para entretenernos, para darnos todo mascado, para que no pensemos, nos hacen desde el agua guiños y teatrillos mientras ocultan en sus bodegas las verdaderas intenciones; nos lanzan fuegos fatuos, incluso cantos de sirena. En esos teatrillos que nos hacen a la luz de la luna desde el puente de mando, a veces, con poses circunspectas, estiradas, elegantes, al hacer un escorzo coqueto para embridarnos, se les descosen las costuras de su indumentaria casposa y enseñan sus vergüenzas.
     A los espectadores de la orilla nos queda un consuelo. Son torpes, avariciosos, inmorales, y tarde o temprano, embarrancarán, o se hundirán en la sima de los necios y los inmorales. Y un consuelo: no son inmortales, también morirán algún día, como todos; eso no lo saben o, no parecen saberlo, y pasarán a la historia como miserables.
Ángel Cornago Sánchez

Fotografía: Finisterre.

miércoles, 4 de marzo de 2020

LA CARTA DE LA TIERRA


LA CARTA DE LA TIERRA

La “Carta de tierra” en 1997, fue una declaración de intenciones en la que estaban implicados los más importantes organismos internacionales. Fue una declaración de principios morales, progresistas por ser humanistas, por ser morales. En el verdadero sentido de progresismo, no en esa manipulación de este concepto y otros teóricamente justos que hoy se practica sin pudor.
Simplemente una cata de lo que propugna la Carta de la Tierra: “hay que luchar por lo necesario, pero a partir de ahí, hay que luchar por ser, no por tener”. El concepto es de una importancia capital. Es muy aplicable a este mundo artificial que nos está tocando vivir. Es un ideal, y como ideal, necesario para avanzar, aunque la propia naturaleza humana va a intentar transgredirlo continuamente. Tal vez es la esencia de los humanos, en todas las razas, continentes y épocas: poner sus manos sucias en conceptos nobles y asumibles por todos, para desde ahí utilizarlos en su propio provecho para engañar a los ciudadanos.
Considero que somos solidarios, curiosamente, mientras se lucha por lo necesario. Cuando se ha conseguido, algunos, más o menos encarnizadamente, persiguen privilegios, ser más en sus entornos, tener más; siempre, en todas las épocas, también en los llamados países comunistas, donde las élites se han comportado como dictadores repartiendo la miseria, pero la cúpula del poder en los diversos ámbitos ha sido “casta”. La historia es terca.
Por supuesto que hay idealistas, pero, en general, no están en los órganos de poder; no juegan con las mismas cartas que los tiburones; ellos no se permiten hacer trampas, sin embargo, los “escualos”, justificando sus fines, son capaces de todo. Los idealistas suelen ser aparcados o se autoexcluyen, porque tampoco comulgan con determinados métodos: “mentir, manejar, utilizar la fuerza…”
Como propugna la carta de la tierra, una vez conseguido lo necesario, deberíamos intentar “ser”, que pasa por ejercer una vida fundada en valores, como potenciar los afectos, las relaciones de igual a igual, la solidaridad, la justicia, la cultura, el trabajo bien hecho, el arte, la honradez…
Todos seríamos más felices, pero, creo que es una utopía, es la antítesis de lo que somos. El camino: aumentar el número de ciudadanos concienciados, informados, honestos, con ideales, que no nos dejemos manipular por los tiburones, para intentar conseguir una sociedad lo más humana y justa posible.
 Ángel Cornago Sánchez
Fotografía: Desembocadura del Miño.