martes, 28 de abril de 2020

CRISIS


CRISIS


Vivimos una época en la que estamos mancillando palabras y conceptos nobles, altruistas. Con el mayor descaro se utilizan palabras como democracia, libertad, liberación, progresismo, justicia, etc. no en aras de hacer énfasis en su significado para conseguir los fines nobles que representan para la sociedad, sino para bajo su lema solapar fines particulares o de grupo, interesados, y muchas veces corruptos, con objeto de revestirse para conseguir sus fines engañando a la colectividad.
            No hay nada tan ruin como utilizar este sistema. Amparados en ideas nobles aceptadas y apoyadas por la mayoría, engolan la voz al pronunciarlas con firmeza, y las utilizan como argumento básico, escondiendo debajo otras muy aviesas intenciones. Cuando estos mecanismos los utiliza “el poder”, la posibilidad de escapar a estos argumentos es muy difícil y, mucho más, cuando el nivel concienciación en nuestro país es bajo, y cuando casi no se tiene otro sistema de información que el manejado por "los poderes".
            No soy experto en historia, pero no sé si habrá habido época tan equívoca como esta donde lo que se vende son unas siglas o un concepto teóricamente justo y de valor, para bajo su sombra realizar los mayores desafueros. Es más noble el que muestra al descubierto sus ideas y sus fines; es la forma noble de contraponer unas ideas con otras para valorarlas y debatirlas. Es la esencia de la democracia. El sistema de ocultar las verdaderas intenciones, utilizando lenguaje y modos aceptados por todos, pero que, en su praxis significan exactamente lo contrario, es manipular a la ciudadanía.
            Los ciudadanos nos estamos cansando de estar en manos de tanto desaprensivo, por utilizar un calificativo suave, es como si estuviéramos viviendo la época dorada de este tipo de gente; los tenemos muy extendidos en grandes y pequeños ámbitos de poder. Es un síntoma clave del peligro en que está inmersa nuestra sociedad en el momento actual. Me pregunto si, con los medios de comunicación en manos del poder correspondiente tendrá solución, o los ciudadanos estaremos sometidos por estrategias diseñadas en los despachos y manejada por los grupos en cuestión. Sería una democracia pervertida, disfrazada, en manos de poderes obscenos. Esto es una selva, pero los depredadores probablemente nunca habían sido tan peligrosos, y la posibilidad de defenderse de ellos tan difícil, precisamente por el disfraz. Contra las dictaduras sin disfraz es más fácil defenderse, porque se tiene claro donde está el enemigo.

Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados


jueves, 16 de abril de 2020

IDEALES Y PRAXIS


IDEALES Y PRAXIS

Vivir con y por ideales, es dar sentido a la vida, llenarla de contenido. Tener la sensación de que merece la pena vivir a pesar de los contratiempos que siempre nos vamos a encontrar en el camino. Pero con ideales, es más fácil sobrellevar todo, aunque también tiene sus costes a pesar de sublimar lo negativo.
Los ideales no necesariamente tienen que ser con mayúsculas; se pueden reducir a la vida que a cada cual nos toca vivir, en el ámbito que nos toca vivir. Pero los ideales merecen trascender del ámbito individual, para que, en nuestro paso por el mundo hayamos contribuido, aunque solo sea con un grano de arena, a que este mundo sea un poco mejor. Habrá personas que buscarán una influencia mayor y que, por tanto, tendrán más repercusión social, y también, mayor responsabilidad. Son los que han sido capaces de dar un marchamo a este mundo y por los que el género humano se dignifica y ha ido progresando en valores, a pesar de los tiburones que solo se mueven por intereses. Algunos, incluso han dado su vida por ideales.
Ideales, son “ideas”, en este caso sociales, que llevándolas a la práctica tratan de mejorar la sociedad. Mejorar la sociedad con justicia, para que todos los ciudadanos, o una gran mayoría posible, puedan vivir una “vida buena”. Una vida en la que no falte lo necesario, entendiendo por tal lo preciso para vivir con dignidad; tener libertades, y en la que se pueda disfrutar de algo más que valores meramente materiales, como la amistad, el amor, la pareja, la realización en un trabajo bien hecho, la naturaleza, el arte, la sensación de pertenecer a grupos cohesionados, de no estar sometidos a poderes y amenazas, defender valores humanistas. Realmente en eso se basa la felicidad buena.
Cuando hablamos de vivir con ideales, estoy intentando trasmitir que deben guiar nuestra praxis, no como un planteamiento moral que en cada momento haya que dilucidar. Deben formar parte de nosotros, de nuestra rutina, no como un acto de voluntad
Ideales no quiere decir que no vaya a haber contratiempos. Es la esencia del vivir, que también cohabita con incertidumbres de salud y con la muerte. Todo lo demás, en una sociedad ideal lo podríamos controlar; la enfermedad y la muerte no, aunque sí una asistencia sanitaria digna. Debemos tener en cuenta que no somos inmortales y, aceptar que la enfermedad y la muerte, forma parte de vivir una vida consciente. No aceptarlo es causa de sufrimiento.
El mayor peligro para la sociedad, son los “salvadores”, los totalitarios, que se consideran a sí mismos en posesión de una “supremacía moral” que les permite justificar y defender actitudes y conceptos éticamente deplorables, pero que ellos sí los pueden poner en práctica en aras a conseguir una sociedad idílica. Así, no dudan en coartar libertades, manejar los medios de comunicación, comportamientos corruptos, a veces justificar la violencia, incluso el asesinato. Tratan de imponer sus postulados, acotando libertades e imponiendo sus verdades. Sin embargo, los “salvadores”, en dichas sociedades, aunque no todos, consideran que se merecen premio: suelen ocupar las cúspides de la opulencia y viven como lo han hecho los poderosos de todos los tiempos. Los sufridores siempre los ciudadanos. La historia es terca.

Ángel Cornago Sánchez  Derechos reservados
Fofografía: Camino de Loarre.


domingo, 5 de abril de 2020

EQUIDISTANCIA


EQUIDISTANCIA


Hay determinados “personajes”, que cuando se manifiestan, lo hacen sobre minucias; no se pronuncian nunca sobre temas sociales de cierta importancia, no sea que vayan a enfadar al poder de turno, y, desde luego, no son críticos con los gerifaltes próximos de los que están mamando. Están en todos los saraos y con todos cohabitan, y son frecuentes junto a todos los poderes y en todos los ámbitos.
A veces, motivados por seguir en la pomada más que por denunciar algo de cierta importancia, hacen alguna declaración, desde luego no demasiado ácida, criticando al poder establecido, y para compensar y que no les pueda dañar, ponen también otra crítica al contrario, para así “nadar y guardar la ropa”.
No es de recibo no manifestarse nunca por beber de las ubres del poder, y cuando lo hacen, hacerlo de forma equidistante, dándole una badana suave a ambos, por si cambian las tornas. En general son personajes hábiles, astutos y poco de fiar a pesar de sus sonrisas y maneras correctas, que suelen ser la norma en su proceder.
La equidistancia habitual es un fraude, es quedar bien con todos y, además, aparecer como crítico con el poder y contrapoder, que a ambos se puede criticar, pero no a la vez, y mandar el mensaje perverso de que: “todos son iguales”. Probablemente es cierto, pero ese planteamiento lleva a la inacción y al desánimo. Siempre hay que controlar y criticar si lo merece al poder de turno, sin estar sujetos a servidumbres ideológicas. Las ideologías son un eslabón superior que se pueden discutir en momentos determinados. Pero en la praxis, en la gestión de los problemas de la sociedad, el ser de uno u otro partido no debería eximir de la crítica; lo mínimo que se les puede exigir es profesionalidad, honradez y competencia. Huele a casposo, a subdesarrollo intelectual, a conciencia adormecida y a inmoralidad, atacar sin piedad y sin razón al adversario, y justificar todo a los de su cuerda.
La equidistancia suele llevar a la inacción, a lo entreverado, al equilibro, a ni blanco ni negro sino todo lo contrario, a ni galgo ni conejero, a la sonrisa a diestro y siniestro, al saludo formal y ceremonioso, aunque solo saludan a los repujados.
Distinto es, denunciar comportamientos sin nombrar a unos o a otros, y que cada cual, aplicando su reflexión, su conciencia, su libertad de pensamiento y su honradez intelectual, los aplique a quien considere. Es respetar al ciudadano como persona responsable, aunque a veces, hay que mojarse y “no guardar la ropa”.
Ángel Cornago Sánchez.  Derechos reservados
Fotografía: Santa María de Huerta