EQUIDISTANCIA
Hay determinados “personajes”, que cuando se manifiestan, lo
hacen sobre minucias; no se pronuncian nunca sobre temas sociales de cierta
importancia, no sea que vayan a enfadar al poder de turno, y, desde luego, no
son críticos con los gerifaltes próximos de los que están mamando. Están en
todos los saraos y con todos cohabitan, y son frecuentes junto a todos los
poderes y en todos los ámbitos.
A veces, motivados por seguir en la pomada más que por
denunciar algo de cierta importancia, hacen alguna declaración, desde luego no
demasiado ácida, criticando al poder establecido, y para compensar y que no les
pueda dañar, ponen también otra crítica al contrario, para así “nadar y guardar
la ropa”.
No es de recibo no manifestarse nunca por beber de las ubres
del poder, y cuando lo hacen, hacerlo de forma equidistante, dándole una
badana suave a ambos, por si cambian las tornas. En general son personajes
hábiles, astutos y poco de fiar a pesar de sus sonrisas y maneras correctas,
que suelen ser la norma en su proceder.
La equidistancia habitual es un fraude, es quedar bien con
todos y, además, aparecer como crítico con el poder y contrapoder, que a ambos
se puede criticar, pero no a la vez, y mandar el mensaje perverso de
que: “todos son iguales”. Probablemente es cierto, pero ese planteamiento lleva
a la inacción y al desánimo. Siempre hay que controlar y criticar si lo merece
al poder de turno, sin estar sujetos a servidumbres ideológicas. Las ideologías
son un eslabón superior que se pueden discutir en momentos determinados. Pero
en la praxis, en la gestión de los problemas de la sociedad, el ser de uno u
otro partido no debería eximir de la crítica; lo mínimo que se les puede exigir
es profesionalidad, honradez y competencia. Huele a casposo, a subdesarrollo intelectual,
a conciencia adormecida y a inmoralidad, atacar sin piedad y sin razón al
adversario, y justificar todo a los de su cuerda.
La equidistancia suele llevar a la inacción, a lo entreverado,
al equilibro, a ni blanco ni negro sino todo lo contrario, a ni galgo ni
conejero, a la sonrisa a diestro y siniestro, al saludo formal y ceremonioso,
aunque solo saludan a los repujados.
Distinto es, denunciar comportamientos sin nombrar a unos o a
otros, y que cada cual, aplicando su reflexión, su conciencia, su libertad de
pensamiento y su honradez intelectual, los aplique a quien considere. Es
respetar al ciudadano como persona responsable, aunque a veces, hay que mojarse
y “no guardar la ropa”.
Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados
Fotografía: Santa María de Huerta