IDEALES Y PRAXIS
Vivir con y por ideales, es dar sentido a la vida, llenarla
de contenido. Tener la sensación de que merece la pena vivir a pesar de los
contratiempos que siempre nos vamos a encontrar en el camino. Pero con ideales,
es más fácil sobrellevar todo, aunque también tiene sus costes a pesar de sublimar
lo negativo.
Los ideales no necesariamente tienen que ser con mayúsculas;
se pueden reducir a la vida que a cada cual nos toca vivir, en el ámbito que
nos toca vivir. Pero los ideales merecen trascender del ámbito individual, para
que, en nuestro paso por el mundo hayamos contribuido, aunque solo sea con un
grano de arena, a que este mundo sea un poco mejor. Habrá personas que buscarán
una influencia mayor y que, por tanto, tendrán más repercusión social, y
también, mayor responsabilidad. Son los que han sido capaces de dar un marchamo
a este mundo y por los que el género humano se dignifica y ha ido progresando
en valores, a pesar de los tiburones que solo se mueven por intereses. Algunos,
incluso han dado su vida por ideales.
Ideales, son “ideas”, en este caso sociales, que llevándolas
a la práctica tratan de mejorar la sociedad. Mejorar la sociedad con justicia,
para que todos los ciudadanos, o una gran mayoría posible, puedan vivir una
“vida buena”. Una vida en la que no falte lo necesario, entendiendo por tal lo
preciso para vivir con dignidad; tener libertades, y en la que se pueda
disfrutar de algo más que valores meramente materiales, como la amistad, el
amor, la pareja, la realización en un trabajo bien hecho, la naturaleza, el
arte, la sensación de pertenecer a grupos cohesionados, de no estar sometidos a
poderes y amenazas, defender valores humanistas. Realmente en eso se basa la
felicidad buena.
Cuando hablamos de vivir con ideales, estoy intentando
trasmitir que deben guiar nuestra praxis, no como un planteamiento moral que en
cada momento haya que dilucidar. Deben formar parte de nosotros, de nuestra
rutina, no como un acto de voluntad
Ideales no quiere decir que no vaya a haber contratiempos. Es
la esencia del vivir, que también cohabita con incertidumbres de salud y con la
muerte. Todo lo demás, en una sociedad ideal lo podríamos controlar; la
enfermedad y la muerte no, aunque sí una asistencia sanitaria digna. Debemos
tener en cuenta que no somos inmortales y, aceptar que la enfermedad y la
muerte, forma parte de vivir una vida consciente. No aceptarlo es causa de
sufrimiento.
El mayor peligro para la sociedad, son los “salvadores”, los
totalitarios, que se consideran a sí mismos en
posesión de una “supremacía moral” que les permite justificar y defender
actitudes y conceptos éticamente deplorables, pero que ellos sí los pueden
poner en práctica en aras a conseguir una sociedad idílica. Así, no dudan en
coartar libertades, manejar los medios de comunicación, comportamientos
corruptos, a veces justificar la violencia, incluso el asesinato. Tratan de
imponer sus postulados, acotando libertades e imponiendo sus verdades. Sin
embargo, los “salvadores”, en dichas sociedades, aunque no todos, consideran que se merecen
premio: suelen ocupar las cúspides de la opulencia y viven como lo han hecho
los poderosos de todos los tiempos. Los sufridores siempre los ciudadanos. La
historia es terca.
Ángel Cornago Sánchez Derechos reservados
Fofografía: Camino de Loarre.