viernes, 29 de mayo de 2020

LIBREPENSAMIENTO Y RIGOR INTELECTUAL

Librepensamiento y rigor intelectual.

 

 

En el momento histórico que estamos viviendo, tal vez más que nunca, es preciso que influyamos en el entorno social que nos toca vivir, cada cual en su ámbito, pero desde una actitud de honradez y rigor intelectual a la hora de enjuiciar las situaciones y expresar las opiniones. No podemos ser esclavos de ideas preconcebidas ni de consignas emanadas por asociaciones, religiones, o partidos políticos, aunque a la postre podamos coincidir con ellas después de reflexionar y valorar sus posturas

Hoy, el espectáculo bochornoso que habitualmente contemplamos, es la lucha entre partidos, utilizando como armas arrojadizas las propuestas del contrario, aunque puedan ser razonables, incluso adecuadas para la mayoría. Han pervertido sus fines. No es el bien de los ciudadanos origen de su investidura lo que persiguen, sino, unos conservar el poder, y los otros arrebatárselo. En definitiva, el poder por el poder. En esta lucha vale todo. Ni se sonrojan con sus zafios razonamientos. No valoran nuestra capacidad intelectual; piensan que nos engañan con sus actitudes y burdos argumentos. Están jugando con fuego.

 Mientras, los ciudadanos asistimos impasibles a ese perverso olvido por parte de las clases políticas que nos dominan. Pienso que el sistema está gastado. La “derecha”, “la izquierda”, tal como las utilizan los protagonistas, no sirven, aunque probablemente los que no sirven son dichos protagonistas. Sería preciso que la mayoría de esos dirigentes desaparecieran de la escena y fueran sustituidos por otros nuevos, honrados y con la idea clara de que su objetivo somos los ciudadanos, no conservar el poder.

Nosotros también somos responsables. Los dogmatismos del signo que sea nos esclavizan. De hecho, un tanto por ciento nada despreciable de los votos emitidos en las elecciones, son de personas que siempre votan al mismo partido, por ideas preconcebidas, aunque hayan hecho las mayores tropelías. Gracias a que hay otro tanto por ciento que es capaz de otorgar su voto dependiendo del juicio sobre sus actuaciones, los países progresan, por que, la alternancia es progreso.

El librepensamiento es la base de la vida intelectual. Es preciso no estar sujetos a dogmatismos en ningún ámbito. El discurso de los partidos de derechas y de izquierdas huele a naftalina, por caduco, por sesgado, por poco riguroso, por poco respetuoso con la inteligencia de los ciudadanos. Debemos ser capaces del análisis despojado de ideas preconcebidas, lo contrario es una rémora para el progreso y para llegar a posiciones más avanzadas.

El juicio es un ejercicio intelectual que debe ser libre de dogmas políticos y religiosos. La religión es respetable, incluso si se quiere, adecuada en el ámbito privado, pero no como doctrina en el análisis del quehacer político y social. La militancia política, la simpatía por un partido, también lo es, pero sin sometimiento a sus consignas y a sus líderes si no lo hacen bien y no permiten el debate; antes, al contrario, los simpatizantes y militantes, tienen más responsabilidad que los demás para intentar reconducir su deriva y mantenerlos siempre vivos. Esta actitud, los dirigentes respectivos no lo van a consentir; no les interesa militantes con criterios propios, sino personas que acaten las consignas que emergen de la cúpula sin discutirlas: son los militantes que medran, los que van en las listas, pero el suicidio de los partidos, situación a la que ya hemos llegado.

"Sólo los peces muertos nadan con la corriente." [Malcolm Muggeridge]

            Ángel Cornago Sánchez

           

domingo, 24 de mayo de 2020

HÉROES Y FILIBUSTEROS


HÉROES Y FILIBUSTEROS

La mayoría de las personas somos normalitas: hacemos nuestro trabajo mejor o peor, dependiendo de nuestra motivación que, a su vez, depende de si realizamos quehaceres que nos satisfacen, nos sentimos bien o mal pagados, etc. Pero la mayoría, considero que intentamos hacer bien nuestro trabajo diario e intentamos ser espectadores honrados del mundo que nos toca vivir.
También la mayoría, somos espectadores más o menos motivados de los aconteceres de la vida política, siendo conscientes de que podemos hacer muy poco para cambiar el rumbo que en cada momento discurre; sólo el voto cada cuatro años y, poco más. Es decir, nuestra influencia en el devenir social es muy limitada, además, teniendo en cuenta que estamos muy manipulados por los diversos poderes que utilizan los medios de comunicación interesados, que son los que crean opinión entrando en nuestras propias casas en ese momento íntimo de descanso frente al televisor: nos cuentan sus tergiversadas noticias y sus análisis interesados, aderezados e intercalados con programas de consumo fácil o frívolo.
Realmente y en teoría, somos una sociedad libre, pero tremendamente manipulada, y, lo más grave, es que no somos conscientes de ello.
Hay unos pocos héroes, que son críticos con el poder de turno, que son independientes, que se sienten la conciencia de la sociedad, pero muchos de ellos, una conciencia que tiene muy poca resonancia, solo el eco, que les sirve a ellos y da sentido a sus vidas. Pero son pocos. Lo normal es ser manada, ser gregarios, con los que la sociedad no progresa a mejor. Sí, con los idealistas responsables.
Lo que priman son los filibusteros, las jaurías, que suelen ser los acólitos de los poderes correspondientes, de los que obtienen beneficios o esperan obtenerlos. Son los que hacen el trabajo sucio, el trabajo soterrado y en las redes sociales. Suelen ser bastante incompetentes, pero también, malos y agresivos.
Las ideologías de algunos partidos se han convertido en religiones fundamentalistas, con su componente de supremacía moral, que permite a sus “conciencias” utilizar sistemas coercitivos incluso violentos, similar a las religiones de hace siglos, que llegaban a quemar en la hoguera a los discrepantes.
Es preciso que los ciudadanos vayamos tomando conciencia de lo importante y necesario que es informase bebiendo de diversas y plurales fuentes, para tener criterio y no dejarnos manipular. Y en el ámbito de cada cual, ser honrados intelectualmente e intentar contribuir para que este mundo sea un poco mejor, donde primen las libertades, el estímulo al esfuerzo, la excelencia, la justicia social, todo en el mismo plano, no dejando a nadie por el camino; apartándonos de los profetas de planteamientos totalitarios, que han demostrado sobrada y repetidamente en la historia sus enormes fracasos, y han ocasionado además de miseria, mucho sufrimiento a la población.
Fotografía: Burela. Lugo

Ángel Cornago Sánchez . Derechos reservados.






viernes, 15 de mayo de 2020

VIVIR CON EL COVID


VIVIR CON EL COVID

La pandemia del covid según todos los indicios, va a durar bastantes meses. El encierro no es la solución, porque el tejido productivo se destruiría y la economía quedaría lastrada tal vez para mucho tiempo, además de provocar mucha miseria. Hay que abrir la sociedad. Hay que recurrir a la responsabilidad de los ciudadanos. No debemos ser tratados como niños y fiarlo fundamentalmente a la represión. Los ciudadanos, por nuestra parte, debemos tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos. Es la forma de más garantía, la más madura, la más respetuosa, la más democrática. Es un tema que nos atañe a todos y todos debemos implicarnos.
No queda otra solución que convivir con el covid, ahora ya con la expansión atenuada, pero para eso hay que insistir hasta la saciedad en métodos rigurosos de protección individual y colectiva. La protección individual es responsabilidad personal: las mascarillas, el lavado de manos, la distancia, evitar reuniones, seguir las normas de los expertos, etc.
Las mascarillas: imprescindibles en actividades compartidas. No basta la distancia. Respirando normal el virus puede llegar a dos metros, pero tosiendo, haciendo deporte, puede llegar mucho más. Las mascarillas deben ser “homologadas”. Muchos sanitarios se han contagiado por material de protección inadecuado.
Las medidas colectivas: evitar reuniones tan irresponsables como las que se están viendo los primeros días de asueto.
En las empresas, los Servicios de Seguridad e Higiene junto con los Servicios Médicos, deben plantear las normas necesarias, si es preciso con asesores oficiales, pero son los que conocen cada empresa. Dictar solo normas generales no vale, porque hay muchas situaciones particulares que conocen los técnicos de cada centro de trabajo. Es negativo no delegar, tanto en las empresas como en las Comunidades Autónomas. Por supuesto controlando. Hay muchos matices que desde el vértice de la pirámide del poder no se pueden conocer.
Por supuesto, exigir a los políticos competencia acudiendo a los asesores más capacitados, que en este país hay muchos y muy buenos. Es una negligencia no recurrir a los mejores en favor de camarillas. Hay que buscar la excelencia en la gestión, porque de las consecuencias de no hacerlo depende el que haya más o menos muertos y graves problemas económicos y sociales.
Delegar y compartir es la forma más inteligente y eficaz de ejercer el poder en temas tan importantes y de consecuencias tan nefastas como los actuales.
Fotografía: Santander

Ángel Cornago Sánchez



http://angelcornago.es/

jueves, 7 de mayo de 2020

CAINISMO

CAINISMO

Produce desazón y hastío, leer en “las redes” las intervenciones de algunas personas en relación al momento sanitario, político y social que estamos padeciendo, que ha provocado a día de hoy más de 26.000 muertos, más de 200.000 afectados, unas consecuencias económicas tan graves que van a provocar una grave recesión que durará muchos meses con la consiguiente repercusión en muchas familias, además del encierro, necesario, y las normas de protección dictadas que cumplimos la mayoría, que no cabe duda a todos nos han ocasionado sacrificio y estrés.
Digo desazón, por las formas agresivas, despectivas, incluso a veces amenazadoras, con que algunos se dirigen a los ciudadanos y ciudadanas que se permiten discrepar de decisiones tomadas en el tiempo y en las formas por los responsables sanitarios.
Volvemos al cainismo, principal motor de los debates en este país, azuzado conscientemente por los medios de comunicación detrás de los cuales están diversos poderes económicos interesados. Su función debería ser la contraria: veracidad, análisis riguroso, ponderación, y no impulsar los peores instintos que hay en nosotros, como agresividad al discrepante, odio, descalificación, falta de objetividad. Así, en vez de construir país lo descomponemos alimentando la confrontación y el rencor.
Debemos tener claro si queremos una dictadura o una democracia. En las dictaduras “las verdades” que debemos asumir emergen de la cúpula, y el “pueblo” debe asumirlas so pena de represalias; en las democracias, esas verdades y decisiones deben pasar el tamiz de la crítica, de la discrepancia. En las democracias los gobernantes deben rendir cuentas; en las dictaduras los líderes dictan las normas y se obedecen; no rinden cuentas.
En algunas democracias, pero nuestro país puede ser el paradigma, la discrepancia se ha convertido en una selva y la forma de hacerlo no es, con frecuencia, con la intención de aportar soluciones, sino de descabalgar al adversario utilizando métodos y formas torticeras. Es la guerra sucia en que se ha convertido la política en nuestro país.
Somos una democracia que entre todos debemos cuidar. Los ciudadanos de bien, que somos la mayoría, debemos tener claro que, a quien debemos fidelidad es a nuestros conciudadanos no a tal o cual partido político. Debemos opinar y actuar en conciencia.  En el caso de la pandemia que vivimos, no debemos tomar posturas sobre la gestión, las formas, los momentos, etc. dependiendo si las siglas del partido con quien se simpatiza corresponden al poder o a los partidos opositores. Debemos hacer un juicio justo y ponderado después de intentar tener una información rigurosa y profunda. Por supuesto tenemos derecho, y yo diría que obligación de hacerlo. No debemos ser ciudadanos ciegos y sordos.
Los fundamentalismos políticos, religiosos, están obsoletos. Han causado en el siglo pasado millones de muertos. Hay que ir en post de una sociedad plural, donde se pueda discrepar y debatir civilizadamente, en vez de alimentar el odio que, a quien más envilece, es a quien hace gala de él.
Ángel Cornago Sánchez