CAINISMO
Produce
desazón y hastío, leer en “las redes” las intervenciones de algunas personas en
relación al momento sanitario, político y social que estamos padeciendo, que ha
provocado a día de hoy más de 26.000 muertos, más de 200.000 afectados, unas
consecuencias económicas tan graves que van a provocar una grave recesión que
durará muchos meses con la consiguiente repercusión en muchas familias, además
del encierro, necesario, y las normas de protección dictadas que cumplimos la
mayoría, que no cabe duda a todos nos han ocasionado sacrificio y estrés.
Digo
desazón, por las formas agresivas, despectivas, incluso a veces amenazadoras,
con que algunos se dirigen a los ciudadanos y ciudadanas que se permiten discrepar
de decisiones tomadas en el tiempo y en las formas por los responsables
sanitarios.
Volvemos
al cainismo, principal motor de los debates en
este país, azuzado conscientemente por los medios de comunicación detrás de los
cuales están diversos poderes económicos interesados. Su función debería ser la
contraria: veracidad, análisis riguroso, ponderación, y no impulsar los peores
instintos que hay en nosotros, como agresividad al discrepante, odio,
descalificación, falta de objetividad. Así, en vez de construir país lo
descomponemos alimentando la confrontación y el rencor.
Debemos
tener claro si queremos una dictadura o una democracia. En las dictaduras “las
verdades” que debemos asumir emergen de la cúpula, y el “pueblo” debe asumirlas
so pena de represalias; en las democracias, esas verdades y decisiones deben
pasar el tamiz de la crítica, de la discrepancia. En las democracias los gobernantes
deben rendir cuentas; en las dictaduras los líderes dictan las normas y se
obedecen; no rinden cuentas.
En
algunas democracias, pero nuestro país puede ser el paradigma, la discrepancia
se ha convertido en una selva y la forma de hacerlo no es, con frecuencia, con
la intención de aportar soluciones, sino de descabalgar al adversario
utilizando métodos y formas torticeras. Es la guerra sucia en que se ha
convertido la política en nuestro país.
Somos
una democracia que entre todos debemos cuidar. Los ciudadanos de bien, que
somos la mayoría, debemos tener claro que, a quien debemos fidelidad es a
nuestros conciudadanos no a tal o cual partido político. Debemos opinar y
actuar en conciencia. En el caso de la
pandemia que vivimos, no debemos tomar posturas sobre la gestión, las formas,
los momentos, etc. dependiendo si las siglas del partido con quien se simpatiza
corresponden al poder o a los partidos opositores. Debemos hacer un juicio
justo y ponderado después de intentar tener una información rigurosa y profunda.
Por supuesto tenemos derecho, y yo diría que obligación de hacerlo. No debemos
ser ciudadanos ciegos y sordos.
Los
fundamentalismos políticos, religiosos, están obsoletos. Han causado en el
siglo pasado millones de muertos. Hay que ir en post de una sociedad plural, donde
se pueda discrepar y debatir civilizadamente, en vez de alimentar el odio que,
a quien más envilece, es a quien hace gala de él.
Ángel
Cornago Sánchez