domingo, 27 de septiembre de 2020

"UN LIBRO PARA LEER" artículo del DR. VICENTE MADOZ, reconocido psiquiatra. Director y fundador de la Fundación Argibide.

 

Un libro para leer

El ser humano nace con una carga genética hereditaria que, con el tiempo y la maduración biológica, irá configurándose como su temperamento. Paralelamente, a lo largo de toda su vida y de manera preferencial en sus etapas iniciales, en sus interacciones con todo lo que le rodea (entorno físico, contacto con otras personas, cultura que le controla y le dirige, y otras muchas periferias) irá desarrollando un aprendizaje que conformará también otra parte de su personalidad, dotándole de lo que llamamos su carácter.

En esta doble vía de desarrollo y crecimiento, cada ser humano deviene a ser ella o él mismo, iniciando y continuando el núcleo de su realización: la posibilidad y la necesidad de lograr que lo que eran sus posibilidades o potencialidades innatas al nacer se conviertan en sus cualidades y sus recursos personales en el acontecer de su historia.

Para que este proceso de llegar a ser nosotros mismos y de podernos convertir en nosotros, en nuestra esencialidad, se ejecute, es muy importante que cada uno de nosotros tomemos una parte activa y orientadora en el despliegue de las facultades que poseemos. Así, nuestra vida no será un mero transcurso automático, dejándonos subsistir, sino un discurso dirigido y gobernado por nosotros. Somos todos, y debemos serlo, dueños y autores de nuestra vida. Sin este compromiso no existiría nuestra biografía y nuestra existencia carecería de sentido.

En el fondo, la mayoría de las personas aspiramos a tener un estado permanente de felicidad, de satisfacción con nuestro propio ser, y para ello debemos potenciar dos grandes disposiciones en nuestra espiritualidad: la alegría, apuesta deleitosa por la vida, y la esperanza, confianza de poder lograr lo que nos proponemos.

Desgraciadamente, a menudo resulta difícil alimentar con éxito nuestro propio proyecto vital. Se habla mucho, demasiado quizá, de la abundancia de posibles trastornos psiquiátricos como la ansiedad las depresiones y otros, y del alto consumo de “pastillas de nervios” (hasta casi un tercio de la población las toma), pero quizá no seamos totalmente conscientes del mayor problema existente en este contexto: la falta de salud mental. Abundan las personas cargadas de amargura, de desaliento, de vacío existencial, de soledad y de otras carencias anímicas y espirituales.

Son muchos los seres humanos que en su proceso de autocreación tienen que liberar batallas íntimas en torno a alguno de los ejes de su quehacer personal: sobre su autoestima, en torno a su fortaleza y energía, alrededor de sus vivencias de culpa o de sus sentimientos de culpabilidad,  acerca de su seguridad en sí mismo o de la confianza en sus propias capacidades, y en otras muchas dinámicas propias del proceso evolutivo individual.

Estas realidades expuestas son, a veces, difíciles de entender y de aplicar en el día a día de la existencia cotidiana, pero, afortunadamente, en muchas ocasiones nos topamos con circunstancias que nos ayudan a recapacitar sobre ellas y a descubrirlas en situaciones sencillas del proceder ordinario. Una de estas oportunidades es el libro “Encuentros en la Abadía”, publicado recientemente por el escritor tudelano Ángel Cornago Sánchez.  El autor, como es bien sabido, es un gran profesional médico, arraigado en el quehacer sanitario más profundo. Es un libro entretenido y didáctico que hasta ahora ha podido pasar desapercibido debido a la crisis de la pandemia, y que yo me atrevo a recomendar a todos los lectores prudentes e interesados en la antropología humana. Es un texto fácil y cómodo de leer, cargado de experiencia humana y de consejos sabios, muy correcto desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico, que trasmite una visión profunda e intimista de la vida personal y que anima al cultivo de la espiritualidad laica, de la responsabilidad personal y de una actitud ética ante la vida. Un libro de ayuda personal novelado, divertido e intrigante a veces. Sin duda lo mejor es leerlo y saborearlo. Podrá ser un espejo en el que, algunas veces, lograremos vernos reflejados en algunas coyunturas del relato. Una forma de vivirlo para aprender y crecer.

VICENTE MADOZ

Fotografía:  Monasterio Santa María de Huerta

                      Ángel Cornago

 



 

viernes, 18 de septiembre de 2020

LIBROS. Reflexión personal

 

LIBROS. Breve reflexión personal.  

 

Estoy rodeado de libros. ¿Para qué? Es como si en este decorado me sintiera elevado al altar de la sabiduría ¿O tal vez es solo pose? Aunque, creo que no es pose porque no lo enseño a nadie. Estoy en mi rincón. Tal vez es una aspiración, un ideal. Me gustaría ser “sabio”, pero yo en la penumbra. Para mí esta acepción la identifico con lo que me gustaría ser: una persona sabia en pragmática de la vida con un enfoque profundamente humano, empático, cercano, social, justo…, pero no solo para mí, sino para trascender humildemente, con mi grano de arena a personas que me lean, si les puedo ayudar a gozar su intimidad, y a intentar vivir un mundo fuera de la pura razón; más humano.

            ¿O tal vez es una meta? Pero yo ya no tengo meta externa, a no ser que mis escritos, si son aprovechables, lleguen a quienes les puedan transmitir sensaciones que los aparten de lo ordinario. La medicina a la que he dedicado toda mi vida, me ha permitido conocer registros de la vida que otros solo pueden imaginar. Estoy satisfecho; no me arrepiento; no se puede tener todo, aunque mi profesión no ha hecho desaparecer mi vocación de plasmar en escritos ideas, relatos y poemas. He intentado, como hago ahora humildemente, influir en la sociedad en la que vivo para hacer un mundo más humano.

            Estoy rodeado de libros para que me sirvan de cebo, porque en el fondo, sé que en ellos y en la reflexión de lo que leo, está la sabiduría personal, en definitiva, parte de mi felicidad. Porque leo para mí, para aumentar mi “bagaje”. No son conocimientos que se puedan conseguir en cualquier lugar. Es contenido sobre nosotros como seres humanos, sobre nuestra relación; sobre nuestro papel en el mundo. Es, contrastar con mis esquemas intelectuales continuamente en evolución y ávidos de aprender ideas, opiniones y saberes de autores que intento elegir y que pienso que me pueden aportar.

            Ese cultivo, la reflexión, bebiendo de autores que han sido o son ciudadanos del mundo con los ojos abiertos a temas fundamentales o creativos. Abierto al mundo, a nuestro universo infinito, a los seres vivos, sobre todo a los seres humanos con sus virtudes, con nuestras miserias. Con los afectos, con la capacidad de contemplar la belleza, las artes, ese inmenso derrame creativo de nuestra espiritualidad, donde está lo mejor que hay en nosotros y nos provoca momentos sublimes de felicidad.

            Eso me interesa. No para quedármelo y regocijarme, sino para compartirlo con otra gente y hacerle partícipe de mi goce y de mis reflexiones, en una actitud de compromiso.

            Soy muy viejo para todo esto. Pero me permite estar vivo.

 

            Ángel Cornago Sánchez

 Fotografía: El saber se cuece a fuego lento

 

 

martes, 1 de septiembre de 2020

UTILITARISMO

 

UTILITARISMO

 

En el extremo opuesto a los idealistas, están los que guían su vida exclusivamente por el principio de utilidad. Es el principio que persigue el propio beneficio, para lo cual, si se emplea en su máxima expresión, quiere decir que, prácticamente el resto de las motivaciones no existen. Se pasa por encima de valores, afectos, derechos, etc. El principal obstáculo que tienen los que así proceden, es que, en ocasiones, dicho proceder tiene sus consecuencias, a veces legales, a veces de pérdida de credibilidad en las relaciones personales, comerciales, sociales. Los más astutos miden dichas consecuencias, antes de seguir el principio de utilidad. Son los utilitaristas inteligentes, que son capaces de valorar sus actos, y, también es utilidad, esquivar lo que les va a ocasionar más problemas que beneficios, aunque en un primer momento brille lo positivo como un cebo perverso.

Son personas que aportan poco a la sociedad en la que se desenvuelven. Suelen ser malos amigos, malos compañeros de trabajo, de cualquier fin que se proponga en grupo, aunque con frecuencia lo disimulan. Intentaran copar los puestos que les interesa, traicionando a los demás, utilizando métodos poco edificantes si así lo precisan para sus fines. Suelen ser astutos, o al menos lo pretenden. Son frecuentes en los líderes políticos, en empresas grandes y pequeñas, y en cualquier órgano de poder. En la vida política son muy frecuentes como demuestran diversos estudios que refieren que en el poder y alrededor de los diversos poderes, hay auténticos psicópatas, con el agravante de que disfrazan de ideales y de bien para la comunidad sus propios intereses. Son los tiburones que no se detienen ante nada con su nadar pausado y calculador.

Sin embargo, el utilitarista tiene algún área de sus valores en la que puede ser leal, como sus afectos más cercanos, e incluso algún símbolo que tal vez objetivamente no sea valorable, pero que convierten en fetiche.

El utilitarismo se justifica, si es para conseguir fines basados en ideales para la mayoría, aunque es un terreno resbaladizo porque hay que ponderar consecuencias negativas; no todo vale. Es otro tema para analizar con más profundidad. Además, en estos casos también hay no pocos protagonistas entre los políticos que identifican el bien de la mayoría con sus propios intereses.

La historia es terca.


Ángel Cornago Sánchez