LA POLÍTICA Y LOS APLAUDIDORES
Produce sonrojo la
actuación de los líderes políticos y “su séquito”, cuando actúan ante las
cámaras televisivas, ya sea en el Congreso o en entrevistas con la prensa.
Son escenas
perfectamente planificadas, donde el gran líder, actúa, representa, explica una
serie de mensajes que parecen ensayados en el espejo, con los gestos, la
vestimenta y las faramallas que sus asesores consideran convenientes para
vender bien su mercancía. El decorado de aplaudidores detrás de su amado líder,
palmean con entusiasmo, muchas veces poco convincente y, otras, con
aburrimiento mal disimulado. Hasta los tiempos en que prorrumpen en aplausos
están preparados. A los que observamos la escena, al menos a mí, me producen
vergüenza ajena. Pienso que tienen poca autoestima, o que la mayoría no saben o no quieren saber que
solo están ahí para eso, para aplaudir: ¡Vaya destino!
Es en lo que ha caído
la política, en representaciones vacuas, sin contenido, cuya finalidad es
vendernos su mercancía sin explicarnos claramente la molla, a veces, obviando
verdades y otras veces mintiéndonos descaradamente. Es pura estrategia
faltándonos al respeto.
Los partidos y sobre
todo sus líderes, tienen gran responsabilidad en la degradación de la vida
política. Mienten, nos engañan, y cada vez lo hacen con más descaro e
impunidad, para lo cual basan sus mensajes e incluso sus puestas en escena,
fundamentalmente en estrategias, donde el coro de aplaudidores en el Congreso
y en las presentaciones ante la prensa, son el decorado visual y sonoro habitual. Los
del “coro” son simple manada, marionetas sin nada que aportar, solo ser el
adorno del líder de turno para empezar a batir palmas a la orden prefijada;
solo aplaudir y votar lo que les mandan.
Es el espectáculo degradante en que se ha convertido la política.
Ángel Cornago Sánchez
Fotografía: Zamora
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