EL SER HUMANO COMO GRUPO SOCIAL
El ser humano como grupo social no
encontrará nunca un sistema estable, donde la justicia sea la regla, no haya competencia, y
los valores humanos sean la forma habitual de relación. Es la antítesis de lo
que somos. Somos envidiosos, egoístas, avariciosos, con ansia de poder, de
dominio.
Somos capaces de ideales, pero discrepamos en la forma de
llevarlos a cabo, de liderarlos, incluso en matices. La competencia es la
regla. En las personas de a pie, que somos la mayoría, la competencia es a pequeña
escala y no trastorna nuestras vidas. Muchos vivimos o intentamos vivir, sin
dejarnos influir por lo fatuo, por lo frívolo, por los “floreros” de muy
diversos tonos, ni por los cantos de sirena. Otros se motivan por las
apariencias, por las formas, por la escala social. Otros, por no aceptar las
limitaciones que a todos nos van llegando con el paso del tiempo. Algunos, se
dejan arrastrar por envidias, por la competencia, por los celos, por la
avaricia de tener más.
Pero, los verdaderos tiburones, están en la vida pública.
Son los políticos, y los poderosos económicos. Son los que tratan de estar en
la cresta de la ola, de estar en la pomada de los órganos de decisión. Los
políticos se disfrazan de altruistas, de idealistas, cuando su finalidad, en
muchos de ellos, es fundamentalmente egoísta. Hay pocos cuya motivación sean
realmente ideales para servir a los ciudadanos. Además, hay una diferencia
importante: tal como los gerifaltes de los poderes económicos o sus asesores,
suelen ser la mayoría personas competentes, aunque muchos de ellos con pocos
escrúpulos, los políticos, sobre todo en determinados momentos históricos como
el actual, son incompetentes, avariciosos, incluso inmorales, motivados por
ansia de poder, y, muchas veces, aupados por poderes económicos para manejarlos
con facilidad.
Pero es la regla. El mundo es así, sobre todo en
determinados momentos históricos, en el que los poderes políticos están casi
copados por incompetentes y, a veces, también inmorales que solo persiguen su
medro. Por supuesto que hay excepciones muy honrosas, pero casi siempre, estaremos
y hemos estado, en manos de “tiburones”.
Fotografía propia. Camino del Ebro.
Ángel Cornago Sánchez
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