viernes, 26 de marzo de 2021

MUERTE DIGNA. Acercamiento al tema

 

MUERTE DIGNA

(Acercamiento al tema)

Estamos asistiendo en España, a una perversión interesada de conceptos en torno a la llamada “muerte digna”, creando confusión y etiquetando como tal a la eutanasia y el suicidio asistido, como si fuera la única forma digna de morir. Entra dentro de la estrategia perfectamente orquestada, diseñada e interesada, para conseguir réditos políticos, presentándose los gobernantes actuales y los partidos que la promueven, como redentores de una sociedad hasta ahora, al parecer, condenada a morir de mala manera. Es una utilización obscena en un momento de pandemia donde muchas personas han fallecido sin el mínimo calor de sus allegados y, probablemente, con los síntomas controlados por el buen hacer de los sanitarios, pero sin el calor humano de su familia; es decir, técnicamente bien atendidos, pero sin esos otros aspectos que hacen el morir más humano, más fácil y más en paz.

            Muchos políticos votaron en el congreso, mera comparsa, siguiendo las órdenes de sus partidos, sin estar informados de cómo es la asistencia y ha sido estos últimos años en el proceso de morir.

            Adelanto que estoy a favor de la eutanasia y el suicidio asistido, siempre que se hayan cumplido una serie de asistencias previas, alguna de las cuales, en nuestro medio, no están garantizadas.

            “Muerte digna”, es morir con los síntomas controlados, rodeado de nuestros seres queridos, en un ambiente de intimidad, y con las necesidades espirituales cubiertas, el que las precise.

            Premisa importante: la asistencia sanitaria, como institución, debe utilizar el mismo entusiasmo que para curar, en procurar a los ciudadanos una muerte con el mínimo sufrimiento posible. Es una asistencia que vamos a precisar todos, excepto los que fallezcan de muerte repentina. Debemos tener claro que no es una asistencia menor. El objetivo en todas las actuaciones, debe ser mejorar la calidad de vida el tiempo que reste, y la calidad de muerte.

            En la secuencia de actuaciones ante un paciente terminal, lo primero, una vez que está fidedignamente claro que no hay posibilidades ni de curación, ni de mantenimiento, es no alargar la vida con exploraciones y tratamientos que lo único que van a conseguir es más sufrimiento.

            Se está utilizando desde hace años la “sedación paliativa”, que consiste en poner medicaciones, analgésicos y sedantes, a las dosis necesarias para controlar los síntomas físicos y psicológicos, incluso aunque se pueda acortar la vida, aunque no como finalidad. También se utiliza la “sedación terminal”, en la fase final si los síntomas son refractarios o de difícil control, informando siempre al paciente. Ambas son actuaciones que se están haciendo en la “buena práctica clínica”, cuando la muerta está muy próxima.

             Otro aspecto a conocer, es que por el “principio de autonomía” tenemos derecho a negarnos a cualquier tratamiento, aunque esté indicado y pueda alargarnos, incluso salvarnos la vida. Los sanitarios deberán obedecer lo indicado por el paciente. Deberán asegurarse de que es competente para tomar una decisión que lo va a llevar a la muerte, y deberán centrarse solo en aliviarle.         El “Documento de Voluntades anticipadas” es una prolongación del principio de autonomía. Desde el año 2002, existe la posibilidad legal, de dejar constancia por escrito de cómo queremos ser tratados si no tenemos capacidad para decidir, por ejemplo, por padecer una demencia. En él se puede dejar escrito que no se pongan tratamientos, aunque puedan salvarle la vida. Los sanitarios deberán obedecer.

            La mayoría de los médicos internistas, están capacitados para enfrentarse con eficacia a las situaciones que se presentan al final de la vida. Hay un número de pacientes con sufrimientos físicos y psicológicos que por síntomas de difícil control o refractarios, precisan de tratamientos más especializados y multidisciplinares. Es el que se da en las Unidades de Cuidados Paliativos, con equipos preparados (médicos, ATS, psicólogos, asistentes sociales, etc.), especialistas en estos tratamientos, en “cuyas manos”, la fase final es mucho más eficaz y llevadera.

            El mayor problema se presenta en pacientes en que no se prevé la muerte próxima. Por ejemplo, neoplasias de evolución lenta, enfermedades crónicas invalidantes o que producen mucho sufrimiento, tetraplejias, ELAs, problemas psicológicos severos, etc. Un reducido número de ellos pueden pedir que les provoquen la muerte mediante la eutanasia o el suicidio asistido. Como requisito indispensable considero que la asistencia sanitaria debe dar, previamente, la posibilidad de ser tratados en Unidades de Paliativos, que han demostrado su eficacia. Si a pesar de todo es una petición que cumple todos los criterios de rigor, repetición, valoración por especialistas, paliativos, etc., y cumple las condiciones legales, la eutanasia o el suicidio asistido, puede ser una salida a su situación.

            Insisto en que “muerte digna” es todo lo que se viene haciendo desde hace años, aunque hay un tanto por ciento pequeño, resistentes a los tratamientos al final de la vida. Antes, o al menos al mismo tiempo, se deberían haber propuesto la creación de muchas más Unidades de Cuidados Paliativos; somos el último país de Europa en estas unidades para tratamiento de pacientes terminales, y que han demostrado ampliamente su eficacia.

            Considero miserable utilizar esta ley como arma política. También creo que debería haber habido debate social para conocer mejor el alcance y los conceptos; los ciudadanos nos lo merecemos. En la concepción deberían haber estado representados expertos en el tema, que los tenemos y muy buenos (no solo los que comulgan con determinados credos políticos). Muerte digna es mucho de lo que se estaba haciendo; la eutanasia y el suicidio asistido es un paso más para un número limitado de pacientes que, considero, tienen derecho a decidir sobre su vida, agotados todos los pasos referidos.


Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados.

Médico. Master en Bioética por la Universidad de Comillas.

Autor, entre otros libros de: “El paciente terminal y sus vivencias”.

Fotografía propia.

jueves, 18 de marzo de 2021

ORTEGUITA. Mi recuerdo entrañable a un torero frustrado que vivió en Tudela

 

Orteguita

Como recuerdo visual, guardo la imagen de algunos personajes que llamaron      especialmente mi atención en aquellos años de niño. Uno de ellos fue Orteguita.

Orteguita era un hombre ya entonces entrado en años, delgado, menudo, habitualmente mal afeitado; se dedicaba al oficio de limpiabotas y vivía en casa de Julián Marín el torero, que ejercía de su protector. Al parecer, Orteguita, había nacido en Alicante y recaló en Tudela después de “tirarse” como espontáneo en una corrida en el año de la inauguración de la plaza, en la que toreaba Domingo Ortega.

Al parecer, había sido o había intentado ser torero y, ese intento frustrado, impregnaba todavía toda su vida: su forma de andar era orgullosa, estirada, con los talones levantados como el que sale de una suerte después de rematarla; su figura tenía cierto empaque, cierto señorío, inclinado siempre hacia un lado, creo que al derecho, como si estuviera dando un eterno derechazo, o como si de tanto imaginarlos no pudiera ya vivir de otra manera; creo haberlo visto con frecuencia con las zapatillas y las medias de torear, zarrapastroso y mísero, pero de porte orgulloso y distinguido. Los niños, crueles a veces, de lejos le espetábamos: “Oteguita matacabras”; era la mayor ofensa que le podíamos hacer; juraba, aceleraba el paso y se iba mascullando improperios. En ocasiones, no sé si espontáneamente o por los efluvios del alcohol, se marcaba unos pases a toros imaginarios jaleado por todos en unas faenas que, a mí, me parecían como a él que tenían mucho de arte y de verdad; los aplausos le hacían estirar aún más su figura y saludar al tendido con una sonrisa ausente, como reencontrándose con la gloria que tantas veces había imaginado.

Después, ya no supe que fue de él. El pintor tudelano Cesar Muñoz Sola en una obra maestra supo plasmar como nadie a este personaje.

Ángel Cornago Sánchez

De mi libro: “Arraigos, melindres y acedías”.

Magnífico cuadro pintado por Cesar Muñoz Sola, pintor tudelano.

 

 

 

martes, 9 de marzo de 2021

"VENTANITOS", persona popular en Tudela

 

Ventanitos, persona popular en Tudela en el siglo pasado

Un hombre peculiar de aquella época (los años cincuenta del siglo pasado), fue Ventanitos. Se llamaba Jesús pero todos le llamábamos “Ventanitos” y, habitualmente, añadíamos el calificativo de “colín”. Lo de “Ventanitos” se debía a unos “pedazos” de tela de color más intenso, generalmente azul, de forma cuadrada cosidos para arreglar el desgaste del pantalón a la altura de ambas nalgas y de las rodillas, que semejaban pequeños ventanos; y lo de “colín”, porque siempre buscaba el asentimiento de los adultos, y si estos eran guardias, concejales o el alcalde, mucho mejor. Su venia no era hacia el rico, sino hacia el que él consideraba autoridad de una forma muy primitiva. Tenía la inteligencia de un niño de cuatro o cinco años. Era alto, gordo, escurrido de culo, orondo de tripa, cabeza pequeña que calaba con una boina en el cogote.

Era un buen hombre, incapaz de crear problemas a nadie. Los niños, como siempre, le hacíamos diabluras, la más suave llamarle “colín”; él contestaba con su cara de luna llena y sus ojos inexpresivos, pero probablemente inundados de tristeza: “se lo diré a tu madre y a tu padre”, nos decía. A veces nos pasábamos e incluso hoy me cuesta trabajo entender las barbaridades de que éramos capaces.

Ventanitos trabajaba de barrendero en el ayuntamiento; los barrenderos entonces iban empujando unos carros de mano metálicos, con ruedas asimismo metálicas, que producían un ruido intenso al pasar. Cuando lo habían llenado de basura iban a descargar al camino del Cristo, situado en el extrarradio de Tudela, inmediatamente después de pasar la antigua fábrica de harinas, hoy sede de la policía municipal. Un día, estaba con mi amigo Julián en la herrería que regentaba su padre enfrente de la puerta de la Mejana, y andábamos enredando con una escopeta de perdigón tirándole a un blanco que habíamos puesto dentro de la herrería aprovechando que no estaba el Sr. Mariano; oímos el carro y la voz de Ventanitos y salimos con intención de tomarle el pelo, pero como llevábamos las escopetas en la mano, no se nos ocurrió cosa mejor que tirar al carro que en aquel momento empujaba el pobre hombre; los chasquidos de los perdigones contra la caja metálica fueron tremendos, de tal forma que hasta nosotros nos asustamos. Ventanitos salió corriendo dejando el carro en medio de la calle y no regresó hasta que el padre de Julián que llegó al poco, nos quitó las escopetas y nos echó, con razón, una buena reprimenda.

Otra jugarreta que me contaron que se le hizo alguna vez, cuando estaba despistado quitarle el pasador a una de las ruedas del carro; en aquellas calles la mayoría de adoquines, al reemprender la marcha, no tardaba en salirse de su eje y caía el carro con gran estruendo en medio del jolgorio de los crueles muchachos. No sólo los niños se aprovechaban de Ventanitos para su divertimento, algunas amas de casa que no habían bajado la basura al paso del carro municipal, bajaban con el pozal de desperdicios cuando pasaba y lo capuzaban en su carro de mano; no era raro que, a poco de comenzar la tarea, tuviera que ir a descargar hasta el camino de “El Cristo”.

Era un hombre sin agresividad, mejor dicho, era un niño con cuerpo de adulto; en nuestra comunidad jugó el papel que en todas les tocaba jugar, al tonto del pueblo, al lisiado, al desvalido; es como si todos, entonces, necesitáramos magnificar las carencias de unos para remarcar la propia valía o la teórica normalidad, que en realidad era vulgaridad y mala ralea...

Durante sus últimos años vivía con su madre en el Hospital Nuestra Sra. de Gracia;
el día que ella murió se asomó por la tapia de atrás de la huerta, no sé si desesperado o sin percatarse de lo que ocurría, para decirle a una vecina “Jesusa ya ha caído”. No sé que fue de él.

Mi recuerdo entrañable a un buen hombre.

Ángel Cornago Sánchez

De mi libro “Arraigos, melindres y acedías”

Fotografía: Goyo.

sábado, 6 de marzo de 2021

ESPAÑA, SIN COMPLEJOS

             
ESPAÑA, SIN COMPLEJOS

Es hora de que hablemos de España sin complejos.

Desde hace años, de forma machacona y con intención, se intenta relacionar la defensa de la identidad española, como país, como nación, y sus emblemas, con ideas totalitarias de derechas. A puro de repetirlo de forma reiterativa, ha llegado a calar en la población cierta vergüenza para expresar públicamente el amor a su país y a defender sus emblemas, por miedo a ser tachados o etiquetados de derechas, ultramontanos o fascistas.

Este proceder interesado, parte fundamentalmente, de partidos extremos de izquierdas, incluso totalitarios, cuya teoría y praxis donde sus ideologías gobiernan, sí que son totalitarias. Su intención es identificar a todos los que defienden los conceptos de España y sus emblemas, con la dictadura del siglo pasado, cuando la mayoría de los ciudadanos actuales no tienen nada que ver con aquella época, y muchos de los que la vivimos de jóvenes nos implicamos en la clandestinidad para derrocarla, superar aquella fase y llegar a la democracia que hoy gozamos. Con su táctica, persiguen que los ciudadanos no estemos cohesionados mediante emblemas nacionales para así poder manipularnos mejor.

Hay pocos países con una historia tan egregia como la nuestra en cuanto a relato, influencia en el mundo y personajes ilustres. Es uno de los países más importantes del mundo, además de hermoso, variado, rico en folklore, en tradiciones, diverso en paisajes, protagonista de grandes eventos históricos; también de sombras, pero como cualquier otro país del mundo. Además, es nuestro país, donde la mayoría hemos nacido y donde han nacido nuestros antepasados. En este momento histórico, a nosotros nos corresponde la responsabilidad de hacerlo mejor desde cualquier ideología, respetando el concepto de país, y sus enseñas.

Me considero compañero de viaje de aragoneses, castellanos, andaluces, extremeños, valencianos, gallegos, vascos, catalanes, etc., y de cada uno de los habitantes de los pueblos que componen España. Porque nadie, por el hecho de nacer en uno u otro lugar, es más que nadie. El pedigrí o la nobleza de sangre, de raza, no influye, porque no existe. Sí existe, nobleza y valía personal, o de grupos sociales e incluso sociedades y países que se regulan por principios de ética, libertad y justicia.

 Asociar el concepto de España al franquismo, al fascismo, es una “cantinela”, una burda utilización torticera que emana de los radicales de izquierda, utilizada machaconamente precisamente por estos grupos cuyos métodos y praxis, sí son fascistas. El franquismo fue una etapa oscura de nuestra historia hoy felizmente superada.

Hay que levantar la cabeza y mirar de frente a los ojos a los que tratan de tergiversar el nombre España. No debemos permitir que ningún grupo se apropie de sus insignias, ni que otros las identifiquen de forma interesada con ideologías totalitarias.

Entiendo que haya grupos que no se sientan españoles y defiendan la independencia de sus regiones. Estaría de acuerdo en la celebración de un referéndum, siempre que lo reclame una mayoría importante de sus habitantes, no manipulados y siempre con un tiempo de información y reflexión. A partir de ahí, deberán tener en cuenta que, si el resultado es positivo, una vez independizados, no deben estar representados en nuestros órganos de decisión. Y la relación, en todo caso, deberá ser igual que con cualquier otro país de Europa o del mundo, dependiendo de los intereses de ambos. En algunos casos, la cirugía no es un disparate si lo demanda una mayoría significativa. Es peor estar viviendo una desestabilización permanente, y cesiones de prerrogativas para acallarlos que solo genera odio y desigualdad entre las regiones.

En el fondo todo se debe a intereses personales y de grupo disfrazados de ideologías, incluso se encargan de utilizar a personas de perfiles bajos para el trabajo sucio.

Ángel Cornago Sánchez

Fotografía propia. En Los Fayos