MUERTE DIGNA
(Acercamiento al tema)
Estamos asistiendo en España, a una perversión interesada
de conceptos en torno a la llamada “muerte digna”, creando confusión y
etiquetando como tal a la eutanasia y el suicidio asistido, como si fuera la
única forma digna de morir. Entra dentro de la estrategia perfectamente
orquestada, diseñada e interesada, para conseguir réditos políticos,
presentándose los gobernantes actuales y los partidos que la promueven, como
redentores de una sociedad hasta ahora, al parecer, condenada a morir de mala
manera. Es una utilización obscena en un momento de pandemia donde muchas
personas han fallecido sin el mínimo calor de sus allegados y, probablemente,
con los síntomas controlados por el buen hacer de los sanitarios, pero sin el
calor humano de su familia; es decir, técnicamente bien atendidos, pero sin
esos otros aspectos que hacen el morir más humano, más fácil y más en paz.
Muchos políticos votaron en el
congreso, mera comparsa, siguiendo las órdenes de sus partidos, sin estar informados
de cómo es la asistencia y ha sido estos últimos años en el proceso de morir.
Adelanto
que estoy a favor de la eutanasia y el suicidio asistido, siempre que se hayan
cumplido una serie de asistencias previas, alguna de las cuales, en nuestro
medio, no están garantizadas.
“Muerte
digna”, es morir con los síntomas controlados, rodeado de nuestros seres
queridos, en un ambiente de intimidad, y con las necesidades espirituales
cubiertas, el que las precise.
Premisa
importante: la asistencia sanitaria, como institución, debe utilizar el mismo
entusiasmo que para curar, en procurar a los ciudadanos una muerte con el
mínimo sufrimiento posible. Es una asistencia que vamos a precisar todos,
excepto los que fallezcan de muerte repentina. Debemos tener claro que no es
una asistencia menor. El objetivo en todas las actuaciones, debe ser mejorar la
calidad de vida el tiempo que reste, y la calidad de muerte.
En la
secuencia de actuaciones ante un paciente terminal, lo primero, una vez que
está fidedignamente claro que no hay posibilidades ni de curación, ni de
mantenimiento, es no alargar la vida con exploraciones y tratamientos que lo
único que van a conseguir es más sufrimiento.
Se está
utilizando desde hace años la “sedación paliativa”, que consiste en poner
medicaciones, analgésicos y sedantes, a las dosis necesarias para controlar los
síntomas físicos y psicológicos, incluso aunque se pueda acortar la vida, aunque
no como finalidad. También se utiliza la “sedación terminal”, en la fase final
si los síntomas son refractarios o de difícil control, informando siempre al
paciente. Ambas son actuaciones que se están haciendo en la “buena práctica
clínica”, cuando la muerta está muy próxima.
Otro aspecto a conocer, es que por el
“principio de autonomía” tenemos derecho a negarnos a cualquier tratamiento,
aunque esté indicado y pueda alargarnos, incluso salvarnos la vida. Los
sanitarios deberán obedecer lo indicado por el paciente. Deberán asegurarse de que es competente para tomar una decisión que lo va a llevar a la
muerte, y deberán centrarse solo en aliviarle. El “Documento de Voluntades anticipadas” es una prolongación del principio de
autonomía. Desde el año 2002, existe la posibilidad legal, de dejar constancia
por escrito de cómo queremos ser tratados si no tenemos capacidad para
decidir, por ejemplo, por padecer una demencia. En él se puede dejar escrito
que no se pongan tratamientos, aunque puedan salvarle la vida. Los sanitarios
deberán obedecer.
La mayoría
de los médicos internistas, están capacitados para enfrentarse con eficacia a
las situaciones que se presentan al final de la vida. Hay un número de
pacientes con sufrimientos físicos y psicológicos que por síntomas de difícil
control o refractarios, precisan de tratamientos más especializados y
multidisciplinares. Es el que se da en las Unidades de Cuidados Paliativos, con
equipos preparados (médicos, ATS, psicólogos, asistentes sociales, etc.),
especialistas en estos tratamientos, en “cuyas manos”, la fase final es mucho
más eficaz y llevadera.
El mayor
problema se presenta en pacientes en que no se prevé la muerte próxima. Por
ejemplo, neoplasias de evolución lenta, enfermedades crónicas invalidantes o
que producen mucho sufrimiento, tetraplejias, ELAs, problemas psicológicos
severos, etc. Un reducido número de ellos pueden pedir que les provoquen la
muerte mediante la eutanasia o el suicidio asistido. Como requisito
indispensable considero que la asistencia sanitaria debe dar, previamente, la
posibilidad de ser tratados en Unidades de Paliativos, que han demostrado su eficacia.
Si a pesar de todo es una petición que cumple todos los criterios de rigor,
repetición, valoración por especialistas, paliativos, etc., y cumple las
condiciones legales, la eutanasia o el suicidio
asistido, puede ser una salida a su situación.
Insisto en
que “muerte digna” es todo lo que se viene haciendo desde hace años, aunque hay
un tanto por ciento pequeño, resistentes a los tratamientos al final de la
vida. Antes, o al menos al mismo tiempo, se deberían haber propuesto la
creación de muchas más Unidades de Cuidados Paliativos; somos el último país de
Europa en estas unidades para tratamiento de pacientes terminales, y que han
demostrado ampliamente su eficacia.
Considero
miserable utilizar esta ley como arma política. También creo que debería haber
habido debate social para conocer mejor el alcance y los conceptos; los
ciudadanos nos lo merecemos. En la concepción deberían haber estado
representados expertos en el tema, que los tenemos y muy buenos (no solo los
que comulgan con determinados credos políticos). Muerte digna es mucho de lo
que se estaba haciendo; la eutanasia y el suicidio asistido es un paso más para un
número limitado de pacientes que, considero, tienen derecho a decidir sobre su
vida, agotados todos los pasos referidos.
Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados.
Médico. Master en Bioética por la Universidad de Comillas.
Autor, entre otros libros de: “El paciente terminal y sus vivencias”.
Fotografía propia.