jueves, 29 de abril de 2021

LA GENERACIÓN DEL CAMBIO

 

LA GENERACIÓN DEL CAMBIO

 

Mi generación, los que nacimos en la postguerra inmediata, vivimos no pocos años con carencias de todo tipo, con aleccionamientos religiosos y políticos fundamentalistas, con sistemas educativos represivos, pero llegamos a la juventud henchidos de ideales, para cambiar la sociedad a un sistema democrático, con justicia social, en que todos estuviéramos involucrados. En eso nos implicamos muchos de mi generación, cada cual en su ámbito con más o menos arrojo, aunque, no pocos de los que luego se subieron al carro del progresismo, vivían la situación con indiferencia.

Idealizamos la meta en la que nos habíamos comprometido. Con cierta ingenuidad creímos que iban a subir a la palestra líderes carismáticos, idealistas y honrados. Llegada la democracia aparecieron personas que habían aportado su trabajo y compromiso en aquel momento; muchos, dispuestos a recibir el “premio” que creían haberse merecido, no pocos de los cuales no volvieron nunca a trabajar aupados en puestos políticos de comunidades, ayuntamientos, etc. También muchos oportunistas, que habían estado agazapados en los momentos duros y, cuando no hubo peligro, asaltaron el poder con lustre de progresismo recién estrenado, en general como finalidad personal.

Hubo otros, que habían trabajado con compromiso contra la dictadura que, al llegar la democracia no soportaron el navajeo y los codazos en post del poder y, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, con consecuencia, dejaron la actividad política y volvieron a sus puestos de trabajo; personas honradas e idealistas.

 Como consecuencia, no pocas personas oportunistas y astutas asaltaron ámbitos de poder; no pocos, sin formación, con poca, o con títulos conseguidos de muy dudosa manera, pero con mucha ambición, hicieron de la actividad política su medio de vida; pero una vida de privilegio y bien pagada. Ya no defendieron ideales, sino su estatus, siendo manada y estómagos agradecidos. Conociendo el percal, no es raro que hoy estén callados ante la deriva de sus ideales de entonces, unos por no poner en peligro su posición y, otros, además, porque tienen mucho que callar. Algunos, a los que todavía les queda la llama de entonces, se pronuncian con consecuencia.

Ángel Cornago Sánchez

Fotografía propia

Derechos reservados.

domingo, 11 de abril de 2021

EL PODER Y LOS ATAJOS

 EL PODER POLITICO Y LOS ATAJOS

 

 
El poder cambia al ser humano. No sé qué autor dijo que, para saber cómo es realmente una persona, hay que analizarla “ostentando poder”.

Es sabido que el poder se persigue y, es muy difícil, yo diría que imposible, que alguien llegue a tener cotas de poder importante y no las haya buscado de una u otra manera. Es lícito, siempre que el fin no sea el provecho material propio, sino los objetivos para los que ha sido creado ese poder y, siempre que, para conseguirlo, se respeten las normas éticas y democráticas correspondientes.

Quien opte y busque poder político, debe tener asumido que el poder sobre los ciudadanos es, fundamentalmente, una “función de servicio”, para buscar el mayor bien para todos, no solo para la mayoría. Debe tener un fuerte componente idealista. Ese mayor bien, en democracia, es el que los gobernados han decidido democráticamente y sin manipulaciones.

En las dictaduras ese bien lo decide el dictador y su grupo que, en una actitud de omnipotencia, se sienten “salvadores” y consideran que deben aplicar sus postulados a toda la población, por supuesto, estando ellos en la cúpula privilegiada y reprimiendo con métodos a veces violentos a quien discrepa. Son los dictadores de derechas y de izquierdas que, en un ejercicio de engañosa y patológica sublimación, se permiten todo, desde mentiras, manipulación, coacción, violencia, incluso el asesinato, con la excusa de que lo hacen por un bien supremo de sus gobernados. Ellos se colocan en la cúspide con su pequeño círculo de opresores que, a su vez, en sistema piramidal descendente crean una red clientelar para tener a la sociedad espiada y controlada.

También, hay partidos políticos en democracias que se creen ungidos de razón, de ética, de supremacía moral y, sintiéndose salvadores, se escudan para su praxis en el axioma de Maquiavelo: el fin justifica los medios. Fundándose en él, pasan por encima de principios, comenten injusticias, incluso llega un momento que caen en la “miseria moral”, en el “todo vale” para conseguir sus fines. Algunos van más allá y en una deriva de descomposición moral, recurren al engaño y a la manipulación grosera. Incluso grupos, apoyándose en psicópatas, han justificado y justifican la violencia. Intentan infiltrarse en sociedades democráticas de forma engañosa, pervirtiendo el lenguaje y las apariencias, incluso llamando a su sistema dictatorial, “democracia”, comprando medios de comunicación, y basando su discurso en estrategias de comunicación para engañar, literalmente, a los ciudadanos.

Estos movimientos aparecen a veces en sociedades explotadas por sistemas capitalistas salvajes, que son caldo de cultivo para caer en manos de dictadores, que vuelven a someterlos de manera distinta.

La democracia parlamentaria es el sistema más justo, con todos sus defectos y, por supuesto, con sus órganos de control independientes. Debe ser trasparente, con igualdad de oportunidades, con estímulo al mérito y a la iniciativa y con un importante componente social; no se puede dejar a nadie por el camino.

Los poderosos y aspirantes a tales sin principios, son el cáncer de las sociedades libres. El otro cáncer son los corruptos, los explotadores, los que utilizan la política para su propio beneficio.

Los ciudadanos somos los sufridores en manos de unos y de otros. No lo debemos permitir.

Ángel Cornago Sánchez. Derechos reservados

 Fotografía propia. Castillo de Calatrava la vieja