EL PODER POLITICO Y LOS ATAJOS
El poder cambia al ser
humano. No sé qué autor dijo que, para saber cómo es realmente una persona, hay
que analizarla “ostentando poder”.
Es sabido que el poder se
persigue y, es muy difícil, yo diría que imposible, que alguien llegue a tener cotas
de poder importante y no las haya buscado de una u otra manera. Es lícito,
siempre que el fin no sea el provecho material propio, sino los objetivos para
los que ha sido creado ese poder y, siempre que, para conseguirlo, se respeten
las normas éticas y democráticas correspondientes.
Quien opte y busque poder
político, debe tener asumido que el poder sobre los ciudadanos es,
fundamentalmente, una “función de servicio”, para buscar el mayor bien para todos,
no solo para la mayoría. Debe tener un fuerte componente idealista. Ese mayor
bien, en democracia, es el que los gobernados han decidido democráticamente y
sin manipulaciones.
En las dictaduras ese bien
lo decide el dictador y su grupo que, en una actitud de omnipotencia, se
sienten “salvadores” y consideran que deben aplicar sus postulados a toda la
población, por supuesto, estando ellos en la cúpula privilegiada y reprimiendo
con métodos a veces violentos a quien discrepa. Son los dictadores de derechas
y de izquierdas que, en un ejercicio de engañosa y patológica sublimación, se
permiten todo, desde mentiras, manipulación, coacción, violencia, incluso el
asesinato, con la excusa de que lo hacen por un bien supremo de sus gobernados.
Ellos se colocan en la cúspide con su pequeño círculo de opresores que, a su
vez, en sistema piramidal descendente crean una red clientelar para tener a la
sociedad espiada y controlada.
También, hay partidos
políticos en democracias que se creen ungidos de razón, de ética, de supremacía
moral y, sintiéndose salvadores, se escudan para su praxis en el axioma de
Maquiavelo: “el fin justifica los medios”. Fundándose
en él, pasan por encima de principios, comenten injusticias, incluso llega un
momento que caen en la “miseria moral”, en el “todo vale” para conseguir sus
fines. Algunos van más allá y en una deriva de descomposición moral, recurren
al engaño y a la manipulación grosera. Incluso grupos, apoyándose en psicópatas,
han justificado y justifican la violencia. Intentan infiltrarse en sociedades
democráticas de forma engañosa, pervirtiendo el lenguaje y las apariencias,
incluso llamando a su sistema dictatorial, “democracia”, comprando medios de
comunicación, y basando su discurso en estrategias de comunicación para
engañar, literalmente, a los ciudadanos.
Estos movimientos aparecen a
veces en sociedades explotadas por sistemas capitalistas salvajes, que son
caldo de cultivo para caer en manos de dictadores, que vuelven a someterlos de manera
distinta.
La democracia parlamentaria
es el sistema más justo, con todos sus defectos y, por supuesto, con sus
órganos de control independientes. Debe ser trasparente, con igualdad de
oportunidades, con estímulo al mérito y a la iniciativa y con un importante componente
social; no se puede dejar a nadie por el camino.
Los poderosos y aspirantes a
tales sin principios, son el cáncer de las sociedades libres. El otro cáncer
son los corruptos, los explotadores, los que utilizan la política para su
propio beneficio.
Los ciudadanos somos los
sufridores en manos de unos y de otros. No lo debemos permitir.
Ángel Cornago Sánchez.
Derechos reservados
Fotografía propia. Castillo de Calatrava la vieja
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Libre